EDITORIAL

Politiquería empaña imagen del Ejército

Quienes manipulan al presidente Jimmy Morales han dado pasos osados y han llevado demasiado lejos sus acciones de irrespeto a la Constitución, a elementales principios de convivencia pacífica y se han llevado entre los pies a entidades fundamentales para el respeto de la institucionalidad, como es el Ejército, que debe ser apolítico y obediente a los poderes establecidos y por ello que una de sus últimas acciones había despertado preocupaciones.

Solo un cerebro perverso puede intentar manipular al Ejército para involucrarlo en hechos improcedentes, como presentar acciones contra resoluciones de la Corte de Constitucionalidad. Primero porque no está dentro de sus características desafiar fallos del máximo tribunal del país, y mucho menos intentar cuestionar órganos de justicia en causas en las que no tienen la menor injerencia, cuando ni siquiera son una parte afectada en un claro pleito personal de políticos cuestionados.

La resolución del pasado viernes de la CC es categórica en rechazar la solicitud de nulidad que había planteado el Ejército contra la resolución que permitía el ingreso del comisionado Iván Velásquez, porque no es una institución que pueda verse afectada por ese fallo. Eso hace mucho más importante la postura de las fuerzas armadas, al darse por notificadas y anunciar que acatan el fallo y que serán respetuosos de las decisiones de los órganos jurisdiccionales.

Es lo que procede, pero dicha postura adquiere mayor relevancia cuando es claro que por parte del Gobierno las acciones emprendidas por el mandatario se han salido de los cauces de la normalidad y ha tomado decisiones discutibles, al ser él uno de los vinculados por la persecución del Ministerio Público y la Cicig, hecho que lo convierte en la persona menos indicada para plantear esos reclamos.

La institución castrense debe alejarse del manipuleo político, como el que también hizo el presidente cuando durante su conferencia de no renovar el mandato de la Cicig apareció rodeado de militares, quienes tampoco debieron prestarse a ese penoso espectáculo, por el mismo conflicto de intereses ni obedecer una orden ilegal, por el embrollo en que se encuentra inmerso el mandatario, quien ha dado muestras de desesperación y ello explicaría los constantes desaciertos, que amenazan con afectar a otras entidades y personas.

Las imágenes del presidente Morales, rodeado de más de 60 militares el pasado 31 de agosto, recuerdan uno de los períodos más oscuros de la historia nacional, cuando el Ejército era uno de los protagonistas de primer orden y de hecho, la última imagen de situaciones similares data de 1982 y 1983, cuando los generales Efraín Ríos Montt y Humberto Mejía Víctores dieron los últimos golpes de Estado, tal y como ocurría en la última etapa del siglo XX en nuestro país.

La última imagen de militares involucrados en la defensa del orden institucional data de 1993, cuando expulsaron del país a quien intentó protagonizar el último golpe de Estado. Esa es la percepción que no se debe perder, la de un Ejército en defensa de los poderes establecidos y no con actitudes que ponen entredicho su papel, sobre todo cuando corren el riesgo de colocarse del lado de quienes a todas luces tienen en sus planes irrespetar el orden constitucional.

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