CATALEJO

Relación entre política y moral

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UNA FRASE DEL DEBATE entre los cuatro candidatos a las próximas elecciones españolas me llamó la atención. Uno de ellos se refirió —muy de paso— a la pregunta si se debe gobernar con moral o si lo necesario es moralizar la política. Son dos conceptos distintos y permiten abrir la puerta a consideraciones muy específicas, presentes en la vida real y cotidiana, con el resultado de encontrar explicaciones, aunque sea parciales, de una situación como la actual guatemalteca en la práctica de la política. Esto se refiere no solo a quienes participan en forma directa, sino también a los receptores individuales u organizados en entidades sociales de cualquier tipo. Por tratarse de ideas, es posible aplicarlas a cualquier país en cualquier momento.

LA MORAL ES, EN SÍNTESIS, la aplicación práctica de una idea ética, es decir de la definición de lo correcto y lo incorrecto. Esto no siempre es consciente ni resulta de un análisis filosófico, porque el sentido moral y la idea de corrección vienen implícitas en el pensamiento humano, aunque sea aplicado muy pocas o insuficientes veces. Por eso se puede acusar a alguien de inmoral o de amoral, pero no es posible —en realidad— señalarlo de antiético, pues una idea ética puede ser contradictoria con otra, y cada acción humana la tiene. Ello explica por qué se puede hablar de crímenes de guerra, una situación mala en sí misma, pero no por ello ajena a las reglas.

SI LA POLÍTICA SUPONE en su definición la búsqueda del bien común, y por ello Platón la calificaba como la acción humana más elevada, no puede carecer de reglas y de moral, aunque estas evidentemente pueden ser distintas según las culturas e incluso las etapas históricas. En la relación entre política y moral, el orden resulta ser importantísimo: si la moral es lo más importante, debe ser el factor primordial y por ello la política necesita supeditarse, hasta cierto punto. Si la política ocupa ese lugar, la moral no queda en plano inferior, pero sí debe ceder a la obtención de los fines políticos. No estoy hablando de la política partidista, sino de la —podemos decir— filosófica, a la vez una buena base para una política diseñada para funcionar en la “vida real”.

EN EL CAMPO DE LA ÉTICA, la política goza de un espacio de maniobra mayor al disponible para las acciones correctas individuales. Por eso se puede correctamente hablar de razones de Estado, un ente conceptual humano cuya importancia ha sido señalada por muchos autores, como Maquiavelo, pero a la vez muy malinterpretada. No todo se vale, en ningún sistema filosófico o político. Cuando los politiqueros piensan y actúan así —por ejemplo con el latrocinio descarado y perverso— por su supina ignorancia e incapacidad personal para cualquier consideración, no tienen conciencia del efecto de destruir la posibilidad de la adhesión de personas decentes. El abuso y la corrupción son considerados una parte integral del accionar político.

ES COMPLICADO DECIDIR sobre la preferencia entre política y moral. Pero en las actuales circunstancias de Guatemala, lo urgente debe tener preferencia sobre lo importante. Urge la creación de una política moral, es decir, de tomar decisiones sobre un basamento ético aplicado en acciones morales. Si la sociedad en su conjunto no comprende esto, se imposibilita el avance nacional, aunque se haga cualquier esfuerzo. La aplicación de la ley, debido a las acciones “cicigiescas” es un buen primer paso, al despertar esperanzas y tácitamente explicar por qué tantos años de saqueo y de inmoralidad políticas llevaron al país al lugar donde se encuentra, sumido en el estupor y la vergüenza al comprobar los efectos del vergonzoso silencio cómplice.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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