EDITORIAL

Respecto de la renuncia

El desarrollo de los acontecimientos ocurridos en los últimos días permite tener meridiana claridad sobre el mayoritario deseo porque el presidente Otto Pérez Molina renuncie al cargo. Cada vez son más las personas y entidades que se manifiestan en ese sentido, y por eso mismo se hace más evidente que esta es la peor crisis de credibilidad sufrida por un gobierno guatemalteco.

La salida forzada de la ex vicepresidenta Roxana Baldetti provocó la elección en el Congreso del licenciado Alejandro Maldonado Aguirre, por lo cual quienes muestran su oposición a que continúe el gobierno actual deben, a su vez, hacer sugerencias más concretas. No se puede olvidar que la designación del nuevo vicegobernante se dio luego de dos intentos, en vista de que fueron propuestas ternas con dos personas que no llenaban los requisitos.

La situación es enormemente complicada. No es posible tomar una serie de acciones que deberían ser condicionantes para que la renuncia del actual presidente no se convirtiera en algo puramente simbólico, y que, si bien promovería el ascenso a la Presidencia del vicegobernante Alejandro Maldonado Aguirre, haría que la elección por el Congreso de quien a la vez lo sustituyera en la Vicepresidencia tuviera similares características a las que se manifestaron en su designación.

Es importante indicar que si bien se afianzará ese sentimiento generalizado en pro de la dimisión del actual presidente, también se debe insistir en que toda solución debe apuntar más allá del cumplimiento de las condiciones señaladas en las leyes. El cambio de una sola persona, como han indicado algunos analistas, en realidad no resuelve nada, si no va acompañado de la necesaria y esperada depuración de miembros de los otros dos organismos del Estado que dejan mucho que desear.

Otro factor causante de problemas, vale la pena repetir, es el proceso electoral en sí, porque de no hacerse cambios en la manera como son dirigidas y encauzadas las elecciones, los resultados de septiembre y noviembre pueden ser desastrosos para la democracia. Esto, no porque se hayan burlado los aspectos formales de los comicios, sino porque el país haya votado en condiciones de desesperación y de cansancio ante la manera como se han dado las cosas en todos los gobiernos de esta etapa democrática.

El factor tiempo, por su cortedad, conspira contra este momento político sin precedentes en el país. Las manifestaciones populares se han convertido en una manera muy válida de expresión del pueblo. Sin embargo, también pueden tornarse en una forma de provocar algún nivel de ingobernabilidad, si dejan de ser ordenadas y conscientes, representantes de la voluntad limpia de los guatemaltecos.

Aún no se ha escrito el último capítulo de esta crisis. Urgen acuerdos de gobernabilidad para que estos pocos meses transcurran sin sobresaltos y cambios, y en estos debe participar la mayor cantidad posible de sectores que hasta ahora se han distinguido por su unidad de criterio en cuanto a hacer lo que a corto y mediano plazos sea mejor para Guatemala.

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