EDITORIAL
Ridícula propuesta desde el Ejecutivo
El presidente Jimmy Morales dio un paso equivocado en la lucha contra la corrupción al intentar desvirtuar, por medio de su vocero, las versiones hechas públicas sobre sus intenciones de viajar a las Naciones Unidas con el objetivo de buscar la remoción de Iván Velásquez como jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig).
Fue un espectáculo patético escuchar al enviado del presidente, porque él no quiso enfrentarlo personalmente, a tratar de dar explicaciones sobre un tema de mucha trascendencia, como es la continuidad de la lucha contra la corrupción y ante lo cual el mandatario no solo se ha mostrado esquivo, sino que en varias ocasiones ha dejado entrever su incomodidad.
El vocero presidencial, Heinz Hiemann, intentó ayer aclarar las dudas de los periodistas, pero logró todo lo contrario y con su escaso conocimiento y preparación solo ratificó las informaciones, estropeó más la imagen del Ejecutivo y terminó de evidenciar la incomodidad del presidente Morales hacia la fiscal general, Thelma Aldana, y Velásquez.
El establecimiento de la Cicig fue el producto de una larga negociación en la que participaron otros poderes del Estado, ante la imposibilidad de luchar contra las estructuras criminales y la podredumbre en la administración pública con recursos propios. Ante esa debilidad, varias naciones amigas han aportado recursos en un esfuerzo que es conducido por la ONU, lo cual no será fácil de desbaratar.
Lo primero que procede es que el mandatario cancele su programado viaje a la sede de la ONU en Nueva York porque solo hará el ridículo al intentar vender la idea de un nuevo plan para combatir la criminalidad, porque eso solo lo pueden creer él y su círculo cercano de gente ingenua, malintencionada o una mezcla de ambas características. Por ello lo urgente es destituir a quienes le incubaron esa idea o no lograron convencerlo de que no tiene ninguna posibilidad de salir airoso.
Quienes todavía creen que Morales avanza por la vía correcta se equivocan, y cualquier respaldo a sus iniciativas solo puede ser entendido por el beneficio que esos despropósitos puedan conllevar a mezquinos personajes poco interesados en la depuración del Estado.
Tan grave es la situación, que los esfuerzos gubernamentales estaban dirigidos a mantener en secreto la trascendental reunión del gobernante con el secretario general de la ONU para presentarle, además, un plan que podría cambiar la forma en que hoy se combaten la criminalidad y la corrupción en el país, con la intención de ser una sorpresa para los guatemaltecos.
El presidente ha dado un paso arriesgado que confirma su falta de conciencia sobre sus alcances, y las inmediatas reacciones locales a raíz de que se conoció la información quizá le ayuden a redimensionar el problema en el cual lo han colocado quienes lo convencieron de la posibilidad de un plan que está condenado al fracaso, pues hasta ahora sus actos han estado dirigidos a debilitar esos esfuerzos. Lo único que puede restablecer en algo la credibilidad hacia el mandatario es el pronto desmantelamiento de la perversa e inepta rosca que no cesa en su desmedido afán de hacerlo quedar en ridículo y que por ahora ya logró un renovado apoyo hacia Aldana y Velásquez.