EDITORIAL

Sospechoso freno a interpelación

Los temores acerca de que el dinosaurio de la vieja política sigue echado a sus anchas en detrimento de la institucionalidad han ido creciendo, y ayer, precisamente, se notó uno de los extraños síntomas de este mal.

Justo cuando estaba por iniciar la sesión en el Congreso en la que comenzaría la interpelación del ministro de Salud, por solicitud del diputado Luis Hernández Azmitia, fue suspendida sin que existiera una respuesta satisfactoria sobre el repentino cambio de una agenda que había sido programada con semanas de antelación para tratar la grave situación del sistema hospitalario.

Las suspicacias comienzan desde las intenciones del legislador, quien fue viceministro de Desarrollo durante el gobierno del Partido Patriota y obtuvo la curul al postularse con Visión con Valores, al cual abandonó para declararse independiente, al igual que otros tránsfugas, y finalmente terminó en el Movimiento Reformador, cuya bancada desconocía las razones por las cuales se suspendió el juicio político pero sí había preparado pancartas de denuncia.

Obviamente, el antejuicio es una figura legal pero viciada durante las últimas legislaturas, pues de ser un mecanismo de fiscalización o de rendición de cuentas pasó a ser arma de chantaje, instrumento de berrinche y todo un lastre útil al momento en que algún diputado buscaba detener el avance de la agenda legislativa o presionar al Ejecutivo para que le fueran concedidas determinadas exigencias.

Esta infame práctica se agudizó en los inicios de la legislatura anterior, cuando el partido Líder se convirtió en un verdadero maestro del retraso legislativo, al convocar a varios ministros que debieron permanecer durante meses a la espera de su turno para ser cuestionados, aunque a la larga la intención no fuera evaluar profesionalmente su desempeño, sino solo ganar tiempo y prebendas.

Lo más triste es que esa práctica quedó evidenciada cuando cesó de repente, justo en la época en que patriotistas y lideristas empezaron a trabajar en una sospechosa agenda electoral conjunta en la que terminaron los descuerdos y las molestias a los ministros, aunque para guardar las apariencias se hacían anuncios de fiscalización.

Por eso es importante que se pueda determinar a qué se debió la cancelación del inicio de la interpelación, porque son lógicas y fundadas las sospechas sobre la verdadera finalidad del diputado Hernández Azmitia, quien a lo largo de las últimas semanas ha mostrado en sus redes sociales un inusitado interés por exhibir cifras, situaciones e imágenes de la grave crisis del sistema hospitalario. Una campaña con diseño gráfico unificado y su nombre destacado en un lugar protagónico acrecienta la duda sobre esa marcha atrás.

Resultaron poco convincentes las palabras del legislador para cancelar la primera interpelación de esta legislatura, sobre todo porque lo hizo al lado del propio funcionario, quien lucía un semblante sonriente, relajado, que invitaba a sospechar que ya estaba enterado de que el acto de rendición de cuentas había sido todo un espectáculo, todo lo cual también ocurrió a espaldas de los integrantes de la bancada del MR.

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