EDITORIAL

Testimonio agita la política en Washington

James Comey, quien fuera el fugaz director de la poderosa agencia FBI, ha estremecido una vez más el mundo político estadounidense con su testimonio rendido ayer ante la Comisión de Inteligencia del Senado.

Primero detonó las aspiraciones de Hillary Clinton al anunciar, días antes de las elecciones del pasado noviembre, que reabriría las investigaciones sobre los correos de la exsecretaria de Estado. No está claro si su intención fue perjudicar a la aspirante demócrata, pero el daño estaba hecho. Trump se impuso en el voto electoral, aunque perdió en el voto popular, donde los demócratas le sacaron más de tres millones de ventaja.

Posteriormente volvió a ser protagonista de grandes titulares cuando fue destituido de manera fulminante por el mandatario estadounidense, quien le habría insinuado que abandonara una investigación sobre el papel que Rusia jugó en las pasadas elecciones estadounidenses, una trama de relaciones en la que han estado involucrados funcionarios cercanos al entorno del presidente, algunos de ellos ya defenestrados.

Ayer, Comey volvió a ser el protagonista de la prensa mundial al presentarse ante un grupo de senadores y lanzó duros ataques en contra de Trump, a quien señaló de haber mentido sobre su destitución y sobre el funcionamiento y liderazgo en la conducción del FBI. También afirmó no tener dudas sobre la injerencia rusa en las elecciones de noviembre, con la intromisión en los sistemas informáticos del comité nacional del Partido Demócrata.

Hoy, tras el testimonio ante los senadores, Comey ha estremecido una vez más los cimientos de Washington y ha dejado un tanto más tambaleante al presidente Trump, quien no ha dejado de dar de qué hablar durante sus casi seis meses de gobierno, los cuales han estado marcados por sus polémicos tuits, medidas controversiales y una áspera relación con los medios de comunicación.

La polémica está servida y es probable que esa tónica se mantenga por un buen tiempo. Primero porque todavía es muy prematuro para hablar de un juicio político contra el gobernante, pues aún no existen suficientes argumentos para iniciar un proceso de esa naturaleza. En segundo lugar, porque los republicanos harán todos los esfuerzos necesarios para evitar que el escándalo termine en un desastre, aunque el tiempo empieza a correr en su contra.

En cambio para los demócratas puede resultar más conveniente que las investigaciones avancen de manera pausada, para lograr un mayor desgaste de la actual administración y que esto coincida con las elecciones legislativas de noviembre del 2018, de las que podría derivarse una nueva correlación de fuerzas en ambas cámaras, una situación de alto riesgo para muchos republicanos, quienes podrían optar por retirarle su respaldo al mandatario.

Lo cierto es que, a partir del testimonio de Comey, surgen mayores indicios para pensar en una investigación más profunda, como lo evidencian sus palabras al afirmar que, por seguridad nacional, no podía dar algunos detalles y el hecho de que la comisión del Senado haya decidido escucharlo en una sesión a puerta cerrada para que pueda responder preguntas que quedaron sin respuesta.

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