EDITORIAL

Trump, riesgo a la libertad de expresión

Inmersos en los agobiantes problemas nacionales y la necesidad de informar sobre todo lo sucedido dentro del país, a los medios de comunicación guatemaltecos se les dificulta trasladar a la ciudadanía hechos ocurridos en el extranjero cuyas consecuencias son nefastas para la democracia, como se les conoce a las de corte republicano, como la que con tanto esfuerzo se intenta instaurar en Guatemala. Pero hay ocasiones en que la gravedad de estas acciones obliga a hacer un alto en el camino. Lo decidido por Donald Trump es una de ellas.

El candidato republicano y alguien con serias posibilidades de convertirse en el próximo presidente estadounidense acaba de tomar una decisión que lo retrata como un genuino enemigo de la libertad de prensa y de emisión del pensamiento, uno de los motivos por los cuales el mundo entero se ha enterado de su existencia como político. Decidió revocar las credenciales de prensa del diario The Washington Post, cuya labor informativa provocó hace algunos años la obligada salida del presidente Richard Nixon, también republicano, en el mundialmente conocido caso Watergate.

La intolerancia de Trump se había manifestado antes en contra de otros medios de comunicación.

Eso significa que periodistas de ese diario no tendrán acceso a los eventos del aspirante, lo que jamás había ocurrido en la historia estadounidense. De la misma manera como lo hacen políticos dictatoriales, la cobertura no favorable es castigada con una mayor ofensa a la libre expresión.

La más simple lógica indica que si tales decisiones son tomadas cuando es un candidato, hará lo mismo en el eventual caso de llegar a la Presidencia, para preocupación de los regímenes y líderes democráticos y para beneplácito de quienes actúan de manera opuesta.

Ciertamente, hay motivos para poner en tela de juicio el total respeto a la libertad de expresión como es entendida en Estados Unidos, pero también es evidente que no incluye el hecho de que un político simplemente imponga su criterio obtuso y retrógrado, además de peligroso, para decidir a quién se le permite informar y comentar.

Periodistas estadounidenses han iniciado acciones para convencer al aspirante de que deponga su actitud. Es un esfuerzo inútil, a criterio nuestro, porque lo actuado por Trump en este tema va acorde con sus características de xenofobia, machismo, simplismo intelectual, abuso y también burla a las instituciones republicanas. Si la libertad de expresión es erosionada o eliminada, las demás formas de libertad no pueden quedar indemnes.

Mucho se ha dicho de que la política estadounidense está sufriendo un proceso de preocupante tercermundismo, caracterizado por líderes autoproclamados que llegan al poder por la inacción de los moderados. El principal problema interno lo tienen los republicanos, ahora obligados a salir a votar contra quien ha subido a causa de la incapacidad de comprender los alcances de haberle permitido escalar. Por primera vez, los estadounidenses deberán votar, no a favor de una candidata también cuestionable, Hillary Clinton, sino contra alguien. A escoger entre lo peor y lo malo, como ha ocurrido tanto en América Latina.

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