EDITORIAL

Un poder público al borde de la debacle

En el Congreso hay una tormenta tropical en torno a la elección de la próxima junta directiva, una disputa que gira alrededor de la posibilidad de que la Unidad Nacional de la Esperanza supere sus diferencias internas para apoyar la candidatura de Mario Taracena o si, por el contrario, prevalece la división de facciones, lo que beneficiaría directamente los propósitos del oficialismo de hacerse con los principales cargos.

La abierta e innegable reyerta parlamentaria no pasaría de ser un remolino de egos y ambiciones, de no ser porque varias figuras de FCN-Nación que van tras los cargos son personajes cuestionados por ser tránsfugas, provenientes de partidos desacreditados que encontraron acogida en esta bancada, donde han sido sujetos de antejuicios y señalamientos. Ello desata naturales dudas sobre lo que gente de esa catadura haría si logra una cuota adicional de poder, sobre todo atendiendo las nefastas escuelas patriotista y liderista de las cuales varios de ellos migraron.

Para confirmar las preocupaciones, cabe señalar que el “efecenenacionismo” no encarna los valores de una democracia auténtica, ni de un sistema partidario que busque enviar un mensaje claro, consecuente y unívoco contra quienes han hecho de la corrupción, el chantaje y el tráfico de influencias un modelo de vida. Por el contrario, se ha alimentado de diputados que no tienen el más mínimo respeto por la curul ni por sus representados, pues solo les preocupa la búsqueda de prebendas y de indefendibles blindajes legales.

En ese afán, lastimosamente, no están solos y también hay responsabilidad de otros personajes de la vieja política. Uno de esos factores se encuentra en la misma UNE, donde las divisiones internas, pugnas y posibles presiones a funcionarios del Ejecutivo podrían mermar la credibilidad del bloque, sin que hoy se vislumbre el surgimiento de una tercera fuerza, dada la variopinta calidad de parlamentarios.

Parte de esa responsabilidad recae en Sandra Torres, que ha tenido serias diferencias con Taracena, porque parece no entender que el actual presidente del Congreso es el único uneísta que no ha sido funcionario de gobierno, a diferencia de los que ella prefiere, señalados de corrupción en tiempos de Colom. Esta pugna la aprovechan otros diputados, tampoco cómodos porque el aspirante ha sacado mucha de la corruptela de ese organismo estatal.

Las claras intenciones del oficialismo se comprueban porque una de sus figuras más polémicas, el militar Armando Melgar Padilla, desea controlar la Comisión de Finanzas, el más jugoso pastel, de donde se reparten millones de quetzales para el listado geográfico de obras, una de las principales fuentes de corrupción, lo que fue utilizado precisamente por las huestes patriotista-lideristas, pero también la uneísta, tanto en su momento como ahora, pues la preside Jairo Flores, exdirector de la tristemente célebre Fonapaz.

Nadie con sano juicio puede pensar que FCN-Nación sea opción válida para manejar el Congreso. No se le conoce ningún plan de acción creíble y a juzgar por los recientes escándalos de algunos de sus integrantes es justificado pensar en que van a acarrearle muchos más al Organismo Legislativo.

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