CATALEJO
Una cumbre para todos los gustos
LAS REUNIONES COMO LA séptima cumbre de presidentes, realizada el sábado en Panamá, en realidad constituyen un escenario para la convivencia de los presidentes y jefes de Estado. Las discusiones reales se realizan fuera del escenario, entre las cancillerías y otros representantes directos, y esa es la razón por la cual cuando no hay una declaración conjunta, se puede pensar en un fracaso o al menos en un cónclave sin efecto real, más allá de las declaraciones de los participantes. En estas pueden rescatarse algunas frases importantes, interesantes, anecdóticas, pero casi siempre reducidas a palabras, pronunciadas a veces con serenidad o emoción, respeto o irrespeto, claridad o confusión, patanería o educación. Pero, en realidad, nada más.
LA CUMBRE TUVO partes para todos los gustos: quienes querían ver el apretón de manos oficial entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, quienes querían escuchar a los cinco asistentes “díscolos” —Fernández, Maduro, Correa, Morales y Ortega— pronunciar sus arengas en contra de Estados Unidos y especialmente su actual mandatario; quienes deseaban escuchar alguna idea nueva, como la del presidente colombiano Santos al respecto de crear un sistema educativo latinoamericano; quienes querían escuchar el rechazo a decisión estadounidense de calificar a la Venezuela postchavista como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos; quienes deseaban escuchar rechazo a la voluntad de terceros. Y así otros ejemplos.
LA REUNIÓN ENTRE UN presidente estadounidense y otro cubano fue el plato fuerte. Castro dijo y cumplió haber decidido excederse seis veces los ocho minutos para su discurso, porque “le debían” ese tiempo. Por extensos 41 minutos pronunció una extensa relación de la historia cubana y se salió varias veces del texto, con lo cual se mostró como un hombre ya octogenario en el papel de autonombrado maestro. Cuando regresó al texto preparado por su cancillería, ya al final, pudo reiniciar el interés de la audiencia, a la cual no le pasó inadvertida la frase acerca de la necesidad de tener “paciencia” para la normalización real de las relaciones con Estados Unido, lo cual permite pensar en un período de tiempo cuya longitud no la sabe nadie.
OTROS PARTICIPANTES hablaron de temas sin duda compartidos por los pueblos latinoamericanos, por ejemplo, la afirmación de Enrique Peña Nieto, de México, “el desarrollo económico debe ser incluyente, de libre mercado pero con sentido social”. De los ya mencionados díscolos, Cristina Fernández tuvo un punto importante al señalar la necesidad de combatir no solo la producción y el comercio ilícito de drogas, sino agregar a los países del primer mundo donde se encuentran los bancos a los cuales esas sumas llegan, y a los vendedores de armas para los narcotraficantes. Fuera de esos ejemplos, Maduro no sorprendió a nadie con sus afirmaciones, así como Correa, y Morales tampoco cambió en nada su discurso tradicional.
LAS FRASES AMBIGUAS causan dudas y preocupaciones. Dejar atrás el conflicto… este es el verdadero triunfo de la Revolución Cubana… estamos dispuestos a avanzar… la Guerra Fría ya pasó… estamos dispuestos al diálogo… se abre una nueva era… se debe agregar la sinceridad… etcétera, abren la puerta a la necesidad de conocer cuál será el futuro y el destino de quienes viven en regímenes con “diversas formas de gobierno” en las cuales cabe sin problema alguno el acoso, el encarcelamiento de los adversarios políticos, la censura directa o indirecta a la expresión del pensamiento distinto al gubernativo o presidencial, pero también hasta donde llega ser “pragmático”, en las relaciones existentes entre los países de este continente.