EDITORIAL

Una Navidad diferente

La Navidad es, por antonomasia, una fiesta religiosa cristiana celebrada desde hace 2017 años para conmemorar el nacimiento de Jesús en el portal de Belén. Constituye un festejo individual y familiar en el que se funden los mejores recuerdos de la infancia. El mensaje de bondad se manifiesta en todos los lugares donde se celebra.

Sin embargo, en los actuales momentos de Guatemala y del mundo puede ser también motivo de meditación, por las distintas coyunturas por las que atraviesan varias naciones, lo que obliga a pensar hasta qué punto la conmemoración de una fecha como esta puede ser de países o de un cúmulo de individualidades.

Ese análisis, en el caso de este país, lleva a la conclusión de que será una Navidad triste. Hay poco que celebrar porque casi a diario se encuentran motivos para sentir dolor por la manera como los valores éticos y morales básicos de la convivencia humana se ven burlados, como el respeto a las leyes a cualquier nivel. En ese sentido, no se puede hablar de la existencia de un espíritu navideño genuino.

La celebración de la fiesta más grande de la cristiandad queda reducida a su manifestación personal en algunos segmentos de la sociedad, pero aun así es difícil lograrlo en demasiados casos, a causa de haberla convertido en un festejo en que simplemente se ha olvidado la esencia de la celebración, para sustituirla por la adquisición de bienes materiales, muchas veces adquiridos a costa de sacrificios innecesarios.

Es importante hacer estas consideraciones porque la civilización occidental, lo que necesariamente incluye el apelativo de cristiana, se encuentra muy cercana a una encrucijada cada vez más evidente. La exageración de la avaricia y del consumo generalizados ya está mostrando consecuencias en demasiadas actividades de los seres humanos, guiados por una tecnología desbocada, cuyos resultados reales solo podrán ser conocidos cuando los analicen los historiadores en el futuro.

Pese a estas meditaciones, que traspasan el ámbito puramente religioso, es importante la celebración navideña dirigida a dos grupos sociales divergentes: los niños, para que puedan crear sus propios recuerdos en la vida que les espera, y los ancianos, quienes deben recuperarlos en los pocos años que les quedan.

La Navidad y su espíritu de alguna manera hacen renacer, aunque sea brevemente, esa actividad fraternal. Es importante mantener las tradiciones, porque marcan las diferencias locales cuando se encuentran bajo el asedio tal vez involuntario de las provenientes de otros lugares. La comida, las bebidas, los villancicos, los adornos para esta época, son parte del patrimonio propio, nacional y de la humanidad.

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