Remembranzas

Remembranza: Carlos Asensio Wunderlich

"El hombre debe ser honrado, verídico y puntual", era una de las normas de vida que repetía el arquitecto Carlos Asensio Wunderlich, quien falleció hace 11 días, a los 93 años de edad.

Su pasión por la arquitectura quedó plasmada en el diseño de los edificios Elma y El Prado, pero también por el trabajo que hizo como decano de la Facultad de Arquitectura de la Usac, de la cual también fue cofundador.

Don Carlos, como le decían sus conocidos, se casó con Anita Tinoco Aguirre, quien había enviudado y con quien se conocían desde niños, pues vivían a tres cuadras de distancia, en la zona 1. Asensio integró una familia con los dos hijos del primer matrimonio de su esposa, y Javier Antonio, único hijo de ambos.

“A diario vestía de traje completo, corbata y camisa de doble puño con mancuernillas que él diseñaba; aún cuando iba a supervisar las obras”, recuerda su hijo Javier.

Le gustaba bailar tango con su esposa y disfrutaba de la música de Federico Chopin, de Frank Sinatra y de la variedad de melodías de la década de 1950.

Además del café de esencia que ofrecía a las visitas, el Negroni, mezcla de ginebra, Campari y Vermouth con hielo, era su bebida favorita.

Un ejemplo

“De mis maestros fue el que más aprecié y admiré”, comenta el arquitecto Augusto Vela Mena, exministro de Cultura.

“Yo estaba recién graduado, me pidió que fuera su auxiliar de cátedra; fue un honor. Lo acompañé como secretario cuando fungió como decano de Arquitectura en la Usac. Con él siempre había algo que aprender, no solo de arquitectura sino también de actitudes ante la vida”, agrega.

Asensio fue el asociado número 2 del Colegio de Arquitectos de Guatemala. Junto a José Irigoyen se integró a esa entidad al mismo tiempo, pero como buenos amigos decidieron “echar a la ficha” quién se inscribía primero.

De su mesa de dibujo, en 1950, salió el diseño del edificio Elma, ubicado en la 6a. avenida y 8a. calle, zona 1. Contempló el primer piso de la obra para comercios, cinco para oficinas, y el último, para dos apartamentos con vista a la Plaza Mayor. Fue solo uno de sus proyectos.

Como era católico practicante, su amistad con personalidades de la Iglesia lo llevó a diseñar y dirigir la construcción del templo San Ignacio de Loyola, situado en el bulevar Los Próceres en la zona 10.

Incondicional

“Sin unirnos lazos consanguíneos, era como mi abuelo, y a la vez un padre”, dice Ana Cecilia de Pira.

Añade: “Me llamaba Titis, por una muñeca de mi infancia. Cuando tenía 4 años me castigó por traviesa, me dejó sentada media hora en el sofá de la sala familiar. Estaba desconsolada. ‘No llorés. Llorá el día que me muera. Te corrijo porque te amo’, me dijo esa vez”.

En otra oportunidad le dijo: “Quiero que seas tú quien cierre mis ojos cuando muera”… y así fue. Ana Cecilia estaba junto a don Carlos el domingo 13 de este mes cuando falleció como consecuencia del proceso natural de la edad.

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