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Beppino, el diácono italiano que habla de tú a tú con los jóvenes guatemaltecos

Después de tres décadas de servicio en el país, primero en la formación de seminaristas y luego en las pastorales, Giuseppe Creazza regresa a Italia.

Beppino, como lo llaman, regresará a Italia a mediados de octubre, pero deja un rico legado en Guatemala, sobre todo entre los jóvenes. Foto Prensa Libre: Juan Diego González.

Beppino, como lo llaman, regresará a Italia a mediados de octubre, pero deja un rico legado en Guatemala, sobre todo entre los jóvenes. Foto Prensa Libre: Juan Diego González.

El diácono Giuseppe Creazza nació en la campiña de Vicenza, Italia, el 22 de mayo de 1938. “Mi papá era albañil y mi mamá lavaba la ropa de los ricos”, cuenta.
Desde muy joven se interesó por la obra de Dios, aunque no desde el punto de vista del sacerdocio, sino para colaborar en el servicio misionero, sobre todo entre los jóvenes. “Siempre quise estar cerca de la gente”, expresa.


Beppino —como muchos lo conocen— ingresó a la congregación Pía Sociedad San Cayetano, fundado por el padre Ottorino Zanon, y ahí se convirtió en uno de los primeros ocho diáconos permanentes que se ordenaron en el mundo —está a punto de cumplir 50 años de aquello—. “Estamos para ser educadores de la comunidad; lo nuestro no es la predicación, sino el servicio”, aclara.
Vino a Guatemala en 1986. Primero para formar seminaristas y luego para contribuir en la pastoral juvenil, y ha contribuido en las actividades de la parroquia de la Virgen de la Medalla Milagrosa y en la creación del Centro Educativo Complementario Padre Ottorino, ambos en la zona 7 capitalina. Asimimo, ha impulsado cientos de retiros con diversas instituciones educativas.
Luego de 32 años en nuestro país, Creazza regresará a Italia el 13 de octubre, pero deja un rico legado.

¿Cómo contribuye la obra misionera en contrarrestar la pobreza?

Muchos piensan que desde el principio le decimos a la gente que vaya a misa o que le rece a la Virgencita, pero no es así. En cambio, lo primero que hacemos es tratar de erradicar la pobreza mental. Con esto me refiero a que los ayudamos a que recuperen su autoestima, a que despierten, a que sueñen y que se proyecten un futuro mejor. Es vital que se sientan dignos y que sepan que son capaces de hacer grandes cosas.

Desde el principio se ha enfocado en la pastoral juvenil, ¿por qué?

Porque los adultos me aburren —ríe—. Le voy a contar una anécdota. Cuando tenía unos 19 años frecuentaba un grupo misionero en la ciudad donde nací. Para entonces tenía novia, quien era bonita e inteligente, pero justo en esa época me di cuenta de que mi vocación era otra, pues quería dedicar mi vida al servicio de los demás a través de la obra de Dios. Por eso me volví diácono.

¿Cuál es la diferencia con el sacerdocio?

Lo que pasa es que el sacerdote sabe bastante de la Biblia, de la ley de Dios, pero yo sentía que ellos estaban lejos de la gente y yo no quería eso, ya que deseaba permanecer cerca mediante el servicio. De esa cuenta, ingresé a la congregación Pía Sociedad San Cayetano, que fundó el padre Ottorino Zanon.

¿Cuáles son los votos del diaconado?

Pobreza, castidad y obediencia.

¿Cuándo vino a Guatemala?

En 1986. Estuve en la parroquia de San Cayetano y luego en La Verbena. Me enfoqué, primero, en formar a seminaristas, y luego en la pastoral juvenil.

De hecho, a usted lo conocen bastante por sus retiros.

Sí; en estos 32 años calculo que llegaron a ser unos 10 mil chicos los que se inscribieron. Entre otras actividades, quizás otros cinco o seis mil.

¿De qué sirve un retiro?

Se lo voy a responder con esta anécdota. Iba con las estudiantes de último año de diversificado y les preguntaba: “A ver, ¿qué es lo más importante para ustedes este año?”, y me respondían que graduarse. Les replicaba “tontas que son”, y se me quedaban viendo con incredulidad. Les aclaré que lo más importante en ese año o en cualquier otro son ellas, porque solo tienen una vida y si la juegan mal, estarán fregadas para siempre.
¿A qué voy con esto? A que los retiros sirven para que los jóvenes se preparen en muchos ámbitos, a tener valores y a ser novios, esposos…. Son espacios en los que Dios te confirma que eres lo máximo y en el que vas a saber que no te va a mandar al infierno solo porque tu pareja te toca.

¿Es así de directo con ellos?

¡Claro! De hecho, me divierto cuando los padres están cerca. Les digo: “Si sus hijas tienen novio, deben saber que se tocan”. Ellos se quedan boquiabiertos y les respondo: “Y no me digan que ustedes, papá y mamá, que cuando estaban saliendo se quedaban sentaditos en postura de oración y recitando Dios te salve María…”.

¿Ha tenido problemas con alguien debido a ello?

Sí. Hubo colegios en los que, por ciertas charlas que imparto, me dejaron de llamar. Incluso, hay padres que no quieren que hable de ciertas cosas… ¡Tontos que son muchas veces! Se escandalizan por cosas que son naturales.

¿Como la sexualidad?

Exacto. Los muchachos necesitan saber que útero se llama útero, que vagina es vagina, que pene es pene o que penetración es penetración. La sociedad debe comprender que la educación sexual es educación en el amor; los patojos deben saber qué están haciendo. Si nadie les dice nada, las cosas terminan en embarazos no deseados, por ejemplo.

Entonces, ¿los padres de familia no están dispuestos a brindarles ese tipo de conocimientos a sus hijos?

No están preparados; tienen miedo. Incluso es un desafío que tienen que superar los colegios católicos.

¿Y los religiosos?

Bueno… voy a hablar por mí, y yo no soy una persona normal. Lo que puedo decir es que a los jóvenes hay que hablarles claro. Hay que educar y no condenarlos al infierno.

Muchos tienden a condenar cuando algo no les parece.

Una vez mandé a unos jóvenes con edad adecuada a que vieran cómo viven las prostitutas de la línea. Había una chica que, pese a su pobreza, compartió su comida con ellos. Al regresar se preguntaron: “¿Será que ella irá al infierno?”. La respuesta la dio Jesús al decir: “Los últimos serán los primeros”. Esto nos enseña que, por ningún motivo, debemos juzgar ni condenar a los demás.

¿Se puede vivir feliz y con valores aún sin buscar a Dios o una religión específica?

Por supuesto. Conozco ateos que son felices porque viven con valores, porque donde hay valores, está Dios.

Cuénteme acerca de las otras actividades que efectuó con la pastoral.

El objetivo principal es sacar a los chicos de la calle, ya que esta es la maestra de la delincuencia. De esa cuenta, es importante enfocarlos en el deporte y las artes. Me gusta usar una frase de Dostoyevski: “La belleza salvará al mundo”. Por eso quiero llevarles cultura. Pero mire cómo son las cosas… En una ocasión una maestra propuso impartirles danza árabe a las chiquillas y me pareció bien. La cuestión es que algunos papás se opusieron… pero bueno, eso es parte del arte y muchas otras familias inscribieron a sus hijas en esa rama. También hay clases de zumba, música, teatro, etcétera.

¿Lo reconocen en la calle?

Sí, me quieren muchísimo. Ahora que regreso a Italia me están haciendo muchas despedidas.

¿Está feliz de volver a su país?

No, porque pensaba morirme acá, pero en noviembre pasado estuve grave por una neumonía. Los superiores de la congregación, que están en Italia, me dijeron que me acercara. En realidad, estoy listo para dar ese paso.

¿No era posible decirles que prefiere quedarse?

No quiero serle un peso a la comunidad. Mejor me voy porque allá tengo dónde vivir y hay un hospital. Pero ojo, que no voy a jubilarme, sino que voy a trabajar. Si no hago nada, me muero en 15 días.

¿Seguirá entre jóvenes?

Siempre con ellos.

Para usted, ¿qué es lo más importante en la vida?

Encontrar el zapato que mejor le sirva a tu pie; es decir, que cada uno encuentre su vocación, pues así podrá sentirse en su lugar.

¿Le ha hecho más feliz dar que recibir?

Sí, eso le da sentido a la vida. Por la cercanía con la gente, hay quienes me han venido a decir: “tú has sido más papá para mí, que mi propio padre”.

¿Qué situaciones fueron las que más le impactaron durante su estadía en Guatemala?

En general, saber que varios han tenido cambios para bien. Otros se han acercado y me han dicho que, si yo no hubiera estado con ellos en determinado momento, quizás hoy serían delincuentes. Creo, con humildad, que le salvé la vida a muchos.

Supongo que extrañará nuestro país.

Sí. Me encariñé muy rápido con los guatemaltecos. Es una tierra que amo, tan linda; aquí me hice más humano y, por tanto, más cristiano. De aquí me despido con un fuerte abrazo y deseando una enorme bendición para todos.

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