Esta cita del maestro Rudy Yan Carlos Peña Hernández —su nombre completo— se encuentra en la revista de la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla de 1993, en un artículo en el que narró sus experiencias en el Instituto Centro de Cooperación Profesional Internacional, en Carrara, Italia, donde estudió becado de 1982 a 1983.
Fue en este centro donde perfeccionó su técnica, dirigido por connotados maestros italianos de la escultura. Por aquella época, la institución contaba con el equipo más avanzado para la talla directa. “Tuve el honor de escuchar que era el primer estudiante guatemalteco del centro, ya que —Rodolfo— Galeotti Torres estudió en Italia, pero en la Academia de Bellas Artes de Carrara”, agrega Peña en el mismo artículo.
Durante su estancia en ese país tuvo la oportunidad de visitar los talleres y ver el trabajo de artistas de la talla de Gio Pomodoro, Marino Marini, Carmelo Capello y los colombianos Ramón Carreño y Botero, entre otros.
En el taller más grande y antiguo, que se llamaba Nicolli, se sorprendió cuando vio el proyecto de la escultura ecuestre de Justo Rufino Barrios que se encuentra en la plazuela Barrios, zona 1 de Guatemala.
Legado
Rudy Yan Peña nació con vena de escultor, lo que manifestó desde muy pequeño en su natal Nuevo Progreso, San Marcos. “Cuando era niño hacía torsos, bustos y otras figuras con lodo. Su abuela lo veía y le decía: ‘ya te volviste a enlodar’. Ella no comprendía su arte”, cuenta el artista Adán López, quien fue su amigo y compañero de estudios.
Durante más de tres décadas, Peña irradió de su arte el país. Uno de sus primeros trabajos fue una serpiente sostenida por una mano, tallada en piedra volcánica, con la cual ganó el primer lugar en el certamen de escultura Fuerza y Poder, patrocinado por la transnacional Esso, antes de marcharse a Italia.
Héctor Velásquez, compañero de Peña en la Escuela Rafael Rodríguez Padilla, del Cerrito del Carmen, recuerda que la primera obra dualista del escultor, en 1980, fue un pie con un zapato de futbol que al llegar a la rodilla se convertía en un brazo con una pelota de juego maya. “También esculpió mucha imaginería religiosa en madera, yeso y otros materiales, en su taller de la zona 1”, agrega.
Uno de sus aportes más apreciados por los guatemaltecos se encuentra en el parque Xetulul, del Instituto de Recreación de los Trabajadores, pues fue parte del equipo que hizo las réplicas del David y la Fuente de Trevi que embellecen este centro turístico.
José Luis Carrillo, también artista y amigo de Yan Peña, cuenta que este basó su obra en la escultura figurativa, realista e imaginería y empleó marmolina —mezcla de mármol con resina— y bronce. “Durante los últimos años trabajó mucho el yeso y la madera en su taller de imaginería, donde daba forma a vírgenes, niños dios y cristos”, comparte.
La vida del maestro Yan Peña empezó a languidecer hace unos tres años, cuando la diabetes que padecía se agudizó. Dejó de llegar de manera regular a la escuela del Cerrito del Carmen, donde colaboraba en la Dirección y con los estudiantes. Sus amigos cuentan que ese padecimiento se le complicó después de haber sufrido en su taller los embates de la violencia que azota al país. Falleció a finales de mayo de este año. Con ello, “no solo se perdió a un gran artista, sino también a una persona que creía que el arte debía llegar a todos”, dice Carrillo.