Revista D

Espacio 556, un ejercicio plural de arte contemporáneo en Guatemala

Como lugar de encuentro, Espacio 556 fue fundamental en la trayectoria de un grupo de artistas nacionales. Sus integrantes recuerdan las experiencias en ese proyecto, como tributo a uno de sus integrantes, recientemente fallecido.

Lluvia de balas, obra de Raúl Torres. (Foto: Espacio 556).

Lluvia de balas, obra de Raúl Torres. (Foto: Espacio 556).

En el 2010, tres amigos comenzaron a reunirse con la intención de someter a criterio grupal los resultados de sus inquietudes artísticas. La mayoría de obras que crearon quedaron documentadas en videos y fotografías. Luego de las primeras semanas invitaron a más personas afines al arte contemporáneo, de ellas, un núcleo de ocho fueron las constantes en este ejercicio que duró 93 semanas, la mayoría cuenta ahora con una trayectoria definida.
Cada viernes el hogar de Raúl Torres, uno de los fundadores, fue el lugar que cobijó el proyecto. Por casi dos años abrió ininterrumpidamente las puertas de su casa para estos encuentros semanales que llegaron a tener hasta 40 participantes.
 Al principio los asistentes se referían al sitio como “la casa”, posteriormente lo nombraron Espacio 556, en atención a la nomenclatura de la sede. Recientemente algunos de los primeros integrantes se reunieron para recordar la génesis de Espacio 556, pero, fundamentalmente para perpetuar el legado de Torres, quien fue desaparecido y asesinado en abril de este año. Él fue artista, diseñador gráfico y textil, emprendedor y defensor de la apropiación de los espacios públicos.

Plataforma

 Si bien los encuentros de Espacio 556 sucedieron en una atmósfera muy íntima, fueron determinantes para sus participantes más activos y gracias a la documentación se puede conocer su sistematización: cada viernes, de 17 a 19 horas, montaban sus piezas. Luego, cada invitado criticaba las propuestas. Las opiniones se extendían incluso a la una o dos de la madrugada. Los aportes no se limitaron al círculo artístico, pues a los fundadores les interesó desde el inicio conocer la opinión de sociólogos, antropólogos y de otros académicos o expertos.
En ese contexto está el valor de este peculiar pero sólido ejercicio artístico de arte contemporáneo que, sin serlo o pretender ser uno, recuerda al trabajo de colectivos y movimientos artísticos representativos de generaciones pasadas. 
“Espacio 556 cuestionaba la academia. Planteaba en cada encuentro un ejercicio de reflexión  muy crítico. Sus integrantes exploraron nuevos horizontes y como artistas trabajaron distintas disciplinas, no solo la plástica. Integraron también la poesía y la música”, analiza Silvia Trujillo, socióloga y gestora cultural.
Trujillo valora  la deconstrucción que se  le hizo a las piezas. “Tenían una compleja discusión del proceso de creación. Fue un ejercicio plural muy abierto donde las opiniones llegaron a ser viscerales, incluso crueles. No hubo eufemismos, se rompió el ego del artista”, agrega Trujillo.
Espacio 556 contó en algunas de sus sesiones con artistas de México y El Salvador. Alcanzó un nivel consistente de trabajo poco antes de que el proyecto se disolviera, debido a viajes que el anfitrión hizo fuera del país. “Para el arte contemporáneo guatemalteco, 556 fue un proceso importante y es valioso rescatar su aporte del ostracismo. Hay muy poco escrito al respecto, pero se cuenta con un rico material documental. Es meritorio que los artistas involucrados quieran evidenciar este ejercicio. Muchos de ellos encontraron en esta plataforma una parte vital de sus actuales carreras”, puntualiza la socióloga.

Artistas

Rolando Madrid, uno de los tres fundadores, cuenta que alrededor de 300 obras de arte fueron presentadas en Espacio 556 entre los años 2010 y 2012. “Hubo viernes donde solo exhibimos una pieza, pero otros donde habían hasta 15”, recuerda. No obstante esta fluctuación, el núcleo que permaneció constante fue de ocho personas. Todas, persisten de forma individual con sus intereses artísticos.
Además de Torres, los asiduos fueron: Inés Verdugo, quien dirige Puro Arte, un centro de creación artística dirigido a personas con necesidades educativas especiales; Diego Sagastume, al frente de su propio estudio de diseño, tiene además, una faceta artística en el ámbito contemporáneo; Jenny de León, ahora es asistente de artistas como Darío Escobar y Naufus Ramírez-Figueroa; Jorge Linares, artista activo en los circuitos contemporáneos; Jacobo Castellanos, dedicado ahora a la ilustración y el diseño, cuando antes desarrolló una faceta musical; Deryc Papadopolo, quien continúa con su faceta musical a la que suma la performance y Madrid, al frente del bar y espacio alternativo de arte Proyecto Poporopo.
 

Centro de arte

Inés Verdugo es licenciada en Educación Especial y tiene una maestría en Educación Artística. En los primeros años del centro que dirige, Puro Arte, conoció a Rolando Madrid, cuando él impartía clases en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. En esa sede, Verdugo expuso las primeras colecciones de obras de sus alumnos. Fue cuando Madrid la invitó a unirse a Espacio 556.
“La Educación me llevó al arte. Cuando me integré a ese espacio terminé de comprender cómo un proceso artístico se puede utilizar con un método educativo. Al comienzo de Puro Arte no tenía clara esa idea, pero la experiencia en 556 me ayudó tanto con esa iniciativa como en mi trabajo como artista”, cuenta Verdugo.
Puro Arte atiende las necesidades educativas especiales. “Empleamos una metodología individual. Con cada alumno se trabaja algo específico, dentro de sus propios intereses, por medio de la pintura, el dibujo, la escultura y la instalación. Nuestras referencias son artistas contemporáneos”, explica.
Dos veces al año   exhibe el trabajo de sus estudiantes. La colectiva  más reciente fue en febrero y la próxima será en octubre.
 Verdugo recuerda a  Torres como una parte fundamental de Espacio 556. “Primero, por abrir por tanto tiempo las puertas de su hogar. Y luego, por hacerlo de una manera muy cariñosa y sincera. Permitió crecer la frontera de nuestras inquietudes artísticas al dejarnos hacer toda clase de propuestas en su casa. No olvido la ocasión en que se abrieron zanjas en el piso para una pieza que involucraba el uso de llamas. Él, siendo tan creativo, construyó el mecanismo para utilizar correctamente el fuego”.
Agrega: “conocer a Raúl nos marcó a todos. En mi trayectoria tanto artística como profesional, debo mucho de lo que soy a esos días en Espacio 556. Si no hubiera sido por ese proyecto no estaría haciendo nada de lo que a hoy en día me dedico. La experiencia  marcó mucho el camino que tomé en el arte, pues las dudas de lo que venía haciendo con Puro Arte se disiparon. Pasó de ser un centro de terapias a uno artístico”.
 

Miembro fundador

Diego Sagastume, junto con Torres y Madrid, participó en la primera sesión del proyecto. Se reunieron para cuestionar la dinámica de  pasar por criterios curatoriales y la escuela convencional para ser admitidos en el círculo de expositores de las galerías de arte.
 Sagastume conoció a Madrid,  su maestro de arte en el establecimiento donde estudió. Fue él quien lo presentó con Torres. Los tres fueron los únicos participantes la primera vez que hubo una reunión de Espacio 556, pero consideraron prudente tener la opinión de otras personas y fue así como el proyecto se nutrió con más obras  y puntos de vista.
Ahora Diego tiene su propio estudio de diseño y es uno de los artistas que representa la Galería 9.99. Expone en el ámbito  contemporáneo desde el 2009.
“En 556 hallé el espacio multidisciplinario que desde mi época del colegio busqué. En primera instancia la experiencia fue bastante enriquecedora. Rescato el intercambio de información y el dinamismo que tuvimos en cada sesión. Si vemos el presente como una síntesis del pasado, sí, mi paso por 556 repercutió en mi actual trayectoria artística”.
 

Espacio alternativo

Cuando la primera reunión de Espacio 556 terminó, “esa misma noche, Raúl, Diego y yo, decidimos continuar con el ejercicio cada viernes e invitar a más personas. A la siguiente semana llegaron Jacobo Castañeda, Jenny de León e Inés Verdugo”, comenta  Madrid. “En menos de un mes pasamos de seis a 40 integrantes. Algunos llegaron solo un par de ocasiones, otros fueron mucho más constantes. El grupo núcleo de artistas fue de ocho, aunque hubo noches que se tuvieron hasta 15 piezas. Durante las 93 reuniones que tuvimos, estimo que presentamos alrededor de 300 obras”, recuerda.
Madrid, además de continuar dando clases en centros de arte, dirige Poporopo, un bar en el Centro Histórico que cuenta con un espacio alternativo de arte. El lugar abrió sus puertas hace tres años y casi desde el inicio ofrece mensualmente una exposición, relacionada al arte contemporáneo. El museógrafo Manuel Urbina colabora estrechamente en la agenda cultural de Poporopo.
En ese recinto, como en muchos más del casco antiguo, era frecuente hallar a Torres, pues tuvo mucho interés por el arte local. Usualmente se desplazaba en bicicleta.
Él, indica Madrid, “fue el único que en todo el tiempo que duró Espacio           556 llevó una obra diferente a cada sesión, incluso, hubo noches que mostró más de una. Era muy inquieto y talentoso”.
De Torres, Madrid aprendió que la presentación de una pieza es tan importante como su conceptualización. “Raúl era muy dedicado en esa parte y se esmeró mucho en los acabados de todas sus propuestas”.
Aunque está al frente de un proyecto que da espacio al arte contemporáneo, Madrid considera que el mismo no es continuación de Espacio 556. Pero en donde sí halla un nexo es en la trayectoria individual que tiene como artista contemporáneo. 
Fue en Poporopo donde varios exintegrantes de 556 se reunieron, en junio, para rescatar los procesos semanales que tuvieron de finales del 2010  hasta el 2012. Hablaron también de organizar eventos para recordar a Raúl Torres y sus aportes.
 

El anfitrión

Rúl Torres fue quien abrió las puertas de su hogar a los integrantes de Espacio 556. Además de ser uno de sus fundadores, fue quien más obra presentó en las reuniones. Sus intereses no se limitaron al arte. Fue creador y acucioso observador, iba a cuanta actividad cultural podía y después de utilizar  una motocicleta, adoptó la bicicleta como su medio ideal de transporte.
Como emprendedor, pensó en usar varias como medio publicitario alternativo para que circularan por la ciudad. Se hizo de varias de segunda mano y las comenzó a reparar. El resultado hizo que muchas personas llevaran sus propias bicicletas para que renovara la pintura o reparara. Era usual que a sus visitas las animara a dar un recorrido por el Centro Histórico, pues llegó a tener varias, que él mismo reparó.
Su faceta de ciclista estuvo muy  unida a su idea firme de reivindicar el uso del espacio público. Por ello, también solía cada mañana tomar una taza de café en el área verde frente al Conservatorio Nacional. De hecho, tuvo la inquietud de involucrar ese pequeño parque en los eventos de Espacio 556.
Aparte de las reuniones de los viernes, los jueves organizaba en su casa tertulias. Eran encuentros más íntimos y a sus invitados los agasajaba con un pache o les cocinaba. Esas noches  las dedicaba a conversar de todo tipo de temas.
Torres falleció en abril, a los 43 años.

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