Revista D

Espantos del Centro Histórico

Existen relatos de que al nada más caer la noche, espantos deambulan por el corazón de la capital.

El Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala, durante el crepúsculo, se tiñe con extrañas tonalidades que resaltan todos los elementos del paisaje. Los ventanales perturban la vista y las paredes de los viejos inmuebles parecen tener una textura más áspera, quizás por el efecto de la luz y la sombra. Es un ambiente que se torna hostil. Raro. Misterioso.

Ahí, en el corazón de la capital, se cuenta que espantan en muchas de sus vetustas pero elegantes residencias. También hay historias de aparecidos en el Palacio Nacional de la Cultura, en el Paraninfo Universitario y en las mismísimas iglesias. Por supuesto, los relatos son recurrentes en el Cementerio General.

Contaba el fallecido historiador

Héctor Gaitán que, precisamente en ese camposanto, la noche del Jueves Santo de 1946, apareció una señorita vestida de blanco para abordar un taxi. “Lléveme a visitar los siete sagrarios”, solicitó, y así lo hizo el piloto.

De regreso, la dama dijo que no tenía con qué pagar, pero le entregó al taxista una medalla de oro y la dirección de su casa, que se encontraba en el cantón Barrios, y que ahí le pagarían por la “carrera”. Se bajó y desapareció en la oscuridad.

Al siguiente día, el piloto llegó a la residencia por su pago. Vio a mucha gente vestida de luto. Alguien le dijo que estaban rezando el novenario por una mujer fallecida. Le enseñaron la foto. Era aquella dama que la noche anterior había subido a su taxi. “Pero ella me entregó esta medalla”, exclamó desesperado. “Muchas gracias, señor”, le respondieron.

“Ella la llevaba en su cuello el día que la enterramos”.

Dicen que el conductor enloqueció y que murió en el incendio del antiguo manicomio, en 1960. De esta historia hay varias versiones.

También cuentan que en una casa de la 13 calle, entre la 3a. y 4a. avenidas, se escucha el llanto de niños, quejidos y risas. Dicen que allí un albañil misterioso, de quien no se supo nunca más, instaló un bonito piso de mármol que presumiblemente era de lápidas que había robado del cementerio.

Asimismo, comentan que en el inmueble donde hoy funciona el Liceo Francés, 5a. avenida y 10a. calle, zona 1, han escuchado la voz grave de un señor que, según se cree, es Gabino Gaínza, quien la habitó hace unos 200 años.

En otra historia se dice que un general mexicano le obsequió un sombrero charro a Jorge Ubico. Este, a su vez, se lo entregó a Roderico Anzueto, entonces director de la Policía. Contaba Gaitán que el sombrero “caminaba solo” por los pasillos del antes llamado Palacio de la Policía Nacional, hoy Palacio de Gobernación.

En las catacumbas de las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, La Merced y en la Catedral Metropolitana, algunos afirman haber visto a un sacerdote que camina en el aire y que, además, no tiene cabeza.

En el Museo Nacional de Historia también hay relatos espeluznantes. Uno de ellos se ambienta en la época de Ubico. Cierto día, el guardián escuchó el grito de una mujer. Resulta que una dama había caído de las gradas de la entrada y la encontró sobre un enorme charco de sangre. El guardia de inmediato avisó a la Policía, pero al regresar no encontraron a la mujer.

Relatos como estos hay muchos en el Centro Histórico. La mayoría, en la trémula oscuridad que le sigue al crepúsculo.

Cazafantasmas

“Hace siete años fui al velorio de un tío. Estaba tan cansado que fui a dormir a su cama. De repente sentí que me agarraban un pie”, recuerda Gilberto Soto, quien dirige Guatespantos, un grupo que desde el 2012 se dedica a la investigación y estudio de los fenómenos paranormales.

Su equipo consta de grabadoras de voz, cámaras de fotografía y video, sensores de movimiento, termómetro digital, láser y un detector de campos electromagnéticos.

Cierto día, afirma Soto, Guatespantos llegó a una casa humilde, en la zona 3, donde reportaban haber visto las siluetas de varios niños. “En un pequeño cuarto nuestros aparatos se volvieron locos”, comenta.

En el Paraninfo Universitario, en la zona 1, asegura que algún ente lo tocó en los brazos y el rostro. “Sentía como si tuviera encima una tela de araña”, afirma.

En otra ocasión, en el Museo Nacional de Historia, en la sala dedicada al músico José Ernesto Monzón, sintió corrientes de aire frías, donde es imposible que las haya. “También nos han contado que en el Teatro Abril aparece una mujer vestida de blanco que baila en el escenario”, relata Soto.

“Nuestra intención es documentar los fenómenos extraños. No lucramos con esto, lo hacemos por satisfacción personal”, expresa Estuardo Cordón, otro integrante del grupo.

Sus actividades se pueden seguir a través de Facebook con el usuario guatespantos.

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