¿Cuál es su visión sobre la equidad de género en el país?
Guatemala, a nivel de América Latina, está a la cola de las naciones donde se han aprobado reformas legales para promover la participación de la mujer, por ejemplo, las cuotas de poder. Por eso tenemos poca participación en los organismos del Estado, como el Congreso de la República o las municipalidades.
¿A qué se debe esto?
A que somos una sociedad machista, muy centrada en la participación y el poder de los hombres, tenemos un rezago en términos de participación democrática, porque vivimos en un pueblo muy cerrado a la apertura de espacios, lo cual se refleja en la poca implicación de ellas en los partidos políticos, que son los que deberían generar esas oportunidades, pero no lo han hecho. Se privilegia a los hombres blancos, citadinos y mestizos.
Aparte del machismo, ¿qué más ha descubierto?
La principal barrera para la participación, además de esa lógica que está en el imaginario colectivo pues se cree que las féminas no están aptas para ejercer el poder político, es el tema económico, sobre todo en un sistema político que funciona a través del financiamiento privado, lo cual provoca que las mujeres tengan menos capacidad para invertir en la política, porque tienen menos recursos, trabajo y propiedades, entre otros temas. Si alguien pretende una candidatura y ocupar uno de los primeros lugares del listado tiene que aportar fuertes cantidades de dinero para la compaña y las mujeres no las tienen, y si tienen recursos, muchas veces lo comparten con el hombre.
También está la violencia política. Se menciona de manera frecuente el maltrato y acoso contra las mujeres, pero la política es muy fuerte, incluso, en algunos países han matado a algunas candidatas. Durante la campaña electoral de EE. UU, por ejemplo, pudimos observar muchos prejuicios, ataques a la autoestima y la degradación de Hillary Clinton.
Otro tema clave son los horarios de cómo funciona la política, no son aptos para ellas, ya que tienen que cuidar a los hijos y encargarse de muchas cosas del hogar, lo que hace que la política sea muy difícil de compatibilizar. En cambio, los hombres pueden viajar los fines de semana a mítines, pero las mujeres si tienen hijos les es más difícil hacerlo. Se pueden poner cuotas, pero ¿cómo hacemos para que haya mejores condiciones para las mujeres?
¿Ellas son víctimas de la manera como está estructurada la política partidista?
Tal como está, definitivamente, porque fue hecha por los hombres. Me refiero a las reglas de juego, a los horarios en los que se llevan a cabo las actividades, todo eso al final ha quedado como costumbre y tienen una lógica machista y un actuar discriminativo, porque se las ve de menos, no se les da importancia como ciudadanas para participar al mismo nivel que a los hombres.
¿Cuál es su evaluación del trabajo desarrollado por las mujeres que han llegado a puestos claves?
Lastimosamente hay varias mujeres que han llegado a puestos importantes pero su desempeño ha sido negativo… Lo que sucedió con la ex vicepresidenta Roxana Baldetti, por ejemplo, fue un revés para la participación política de la mujer porque se piensa: “Llegan mujeres e igual son de corruptas, hacen lo mismo que los hombres”, y definitivamente no podemos negarlo, ni tapar el sol con un dedo.
Creo que el tema, finalmente, es la cultura política, y esta se maneja bajo las mismas reglas y normas sea hombre o mujer.
La equidad de género nunca fue una de las prioridades de Baldetti, de hecho estuvo en contra de las cuotas de elección en los partidos.
Pero implementó las Unidades de Género en los ministerios y secretarías del Ejecutivo —Acuerdo Gubernativo 260-2013—.
Sí, pero su lógica no fue generar los avances que requiere Guatemala en este tema. Cuando hablamos de que las cosas deben cambiar tenemos que pensar en que hayan más mujeres en puestos de toma de decisiones y eso se logra a través de una mayor participación, porque tenemos algunas que han llegado a puestos claves, pero siguen siendo más de lo mismo, pero si llevamos más, en la actualidad son 20, puede ser que una o dos dentro del Parlamento tengan otra lógica y busquen el cambio.
Durante los últimos años más del 50 por ciento de la matrícula de las universidades corresponde a mujeres, ¿qué opina?
Esas cifras son correctas, la tendencias es que cada vez hay más mujeres universitarias, por márgenes de 3 o 4 puntos.
Obviamente es muy positivo porque dice que se están profesionalizando y que cada vez hay más preparadas, pero el tema es que cuando hablamos de la población universitaria estamos analizando solo el siete por ciento de la población, que estaría en época de estudiar, mientras que casi un noventa por ciento no llega a este nivel académico, entonces la gran mayoría continúa en condiciones muy precarias reproduciendo el sistema que hemos tenido hasta la fecha.
Se embarazan a los 20 o 25 años y ya tienen uno o dos hijos. Además, están ocupadas en trabajos poco remunerados, sin posibilidades reales de sobresalir, con lo cual se continúa reproduciendo el círculo de la pobreza.
Dado el trabajo que llevan a cabo, ¿cuál es su opinión del Congreso de la República?
El Instituto trabaja desde hace ocho años con algunas bancadas y comisiones del Legislativo, siempre a petición de los partidos políticos, en el fortalecimiento y asesoramiento político y técnico. En los últimos años nos hemos propuesto abrir el Parlamento a la población a través de las organizaciones sociales que quieren incidir en proyectos que van desde la Ley de Aguas hasta la Ley Electoral y de Partidos Políticos con el tema de la paridad.
Creo que el trabajo con el Congreso depende mucho de las personas y no de la institución. Debe ser más abierto y participativo.