En su redacción participaron los hermanos Mariano y Juan José de Aycinena, Pedro Molina, Mariano de Beltranena y José Francisco Barrundia.
Dicho escrito fue encontrado en los archivos de la familia Aycinena por el periodista e historiador guatemalteco Enrique del Cid Fernández. Fue publicado íntegro por primera vez el 14 de septiembre de 1963, en el diario El Imparcial. Esta es la historia.
Gaínza
Antes de asumir el cargo de subinspector de las tropas veteranas y milicias de infantería y caballería del Reino de Guatemala, Gavino Gaínza estuvo en España y fue testigo de cómo el general Rafael del Riego obligó al rey Fernando VII a jurar la Constitución de Cádiz. Llegó a la Nueva Guatemala de la Asunción en enero de 1821, y dos meses después, el 9 de marzo de 1821, el presidente Carlos Urrutia delegó en su persona el cargo, pues las enfermedades le impedían gobernar.
Durante los primeros meses de presidente interino, Gaínza defendió el poder monárquico. Por ejemplo, al enterarse de que Agustín de Iturbide y el caudillo insurgente Vicente Guerrero firmaron el Plan de Iguala o Plan de las Tres Garantías, el 24 de febrero de 1821, mediante el cual se acordó la emancipación de México para crear un sistema oligárquico constitucional y establecer la unión entre criollos y peninsulares, sin distinción de castas y privilegios, Gaínza publicó el 10 de abril un manifiesto contra Iturbide, en el cual lo acusaba de traidor, de tener perversas intenciones y de haberse robado más de un millón de pesos.
Señaló: “Guatemalenses, que nada sea capaz de alterar vuestra paz y tranquilidad presentes; un Gobierno que os ama y protege; permaneced firmes en vuestra lealtad y resueltos a contrarrestar los tiros de la perfidia y del engaño ( ) Guatemalenses: si practicáis estas máximas que garantizan vuestra conservación y felicidad, solo encontraréis en mí a un Jefe pacífico, un padre, un compatriota vuestro, que os cuide, que os dirija y defienda; si alguno las desconoce y declarase contra ellas, me veréis un militar resuelto y firme, que procederá contra el agresor hasta el exterminio; me está encargado el conservaros la paz. Estos son mis deberes, he de cumplirlos”.
A finales de agosto de 1821, los maquinadores del Plan pacífico iniciaron una campaña propagandística a favor de la independencia entre los asistentes a las tertulias y a los juegos de naipes que se llevaban a cabo en casas particulares.
El 27 de ese mismo mes, Pedro Molina cambió el nombre de su periódico, El Editor Constitucional, por el de El Genio de la Libertad; al día siguiente, varias familias iluminaron sus casas y manifestaron su regocijo por lo que acontecía en México.
Por todo ello, durante el cabildo extraordinario celebrado el 4 de septiembre de 1821, Gaínza acusó a José Francisco Córdova de recolectar firmas en la Universidad de San Carlos y Seminario Tridentino Nuestra Señora de la Asunción en favor de la proclamación de la independencia. En tal ocasión, Mariano de Aycinena, síndico del Ayuntamiento de la Nueva Guatemala de la Asunción, pidió la palabra y defendió de forma abierta la necesidad de seguir la misma suerte de México. Además, invitó a Gaínza a reflexionar, argumentando que si andaba recogiendo firmas era para evitar una conmoción popular. Finalmente, con un interesante argumento ad hóminem, le indicó que no había interés alguno en cambiar a las autoridades constituidas.
De esa forma, iniciaron pláticas directas con Gaínza para convencerlo de que la emancipación pacífica de España y la anexión a México eran posibles. Es más, le enumeraron los beneficios que él mismo obtendría si apoyaba la ejecución del Plan pacífico, ya que no se trataba de “hacer novedades en las autoridades constituidas y sí de sostenerlas permaneciendo bajo esa dirección”. Para el historiador Horacio Cabezas Carcache, según cita en su libro Independencia centroamericana, gestión y ocaso del “Plan pacífico”, tal plan “no pretendía modificar o revolucionar el sistema económico y político, sino prolongarlo, dejando intactas las profundas diferencias sociales que mantenían en la extrema pobreza a la mayoría de la población del Reino de Guatemala”.
Luego del Cabildeo sostenido con la familia Aycinena, Gaínza cambió de actitud, lo que facilitó que el 9 de septiembre le fuera enviada y entregada en forma reservada una copia del Plan.
El 11 de septiembre, durante una tertulia en la casa de Felipa Montúfar, Gaínza hizo muestras públicas de su adhesión al Plan pacífico de independencia, lo que agradó a los Aycinena y a aquellos intelectuales que apoyaban la independencia.
Sin embargo, aún había un fuerte problema en el camino: el arzobispo Ramón Casaus y Torres, quien era un férreo defensor de la monarquía española. Así lo demostró a finales de 1810, cuando publicó la Cartilla de párrocos contra el sacerdote mexicano Miguel Hidalgo y Costilla, a quien tildó de traidor y hereje por sus “actos revolucionarios y conspiradores”.
Poco después de su llegada a la Nueva Guatemala de la Asunción, a principios de septiembre de 1811, Casaus y Torres hizo una investigación para descubrir a frailes y sacerdotes seculares que estuvieran involucrados en acciones sediciosas contra el poder real. Durante tales pesquisas secretas, el 3 de noviembre de 1811 mandó encarcelar al sacerdote Manuel Aguilar, originario de San Salvador, por haber desobedecido la orden de leer durante la misa una carta pastoral contra Hidalgo y Costilla. Tal castigo provocó dos días después una sublevación en aquella provincia.
El 8 de septiembre de 1821, Casaus y Torres afirmó en un sermón que derramaría hasta la última gota de su sangre antes que ser infiel a Dios, al rey y a España. En respuesta, los promotores del Plan pacífico difundieron pasquines en los que se criticaba la conducta del prelado.
El 13 de septiembre de 1821, el Ayuntamiento de la Nueva Guatemala de la Asunción recibió varias cartas en las que las autoridades edilicias de Tuxtla, Ciudad Real y Comitán comunicaban su separación de España y su adhesión al Plan de Iguala.
Al día siguiente se discutió el asunto y se acordó efectuar un cabildo extraordinario. Durante la reunión, efectuada esa misma tarde, Gaínza comunicó a las autoridades edilicias su decisión de convocar a una junta general en el Real Palacio para el 15 de septiembre, a las 8 horas, con la participación del Arzobispado, Real Audiencia, Ayuntamiento, Claustro Universitario, Colegio de Abogados, Auditoría de Guerra, jefes generales de los cuerpos militares, Protomedicato, órdenes religiosas, curas párrocos y Diputación Provincial, según las disposiciones del Plan pacífico.
La noche del 14 de septiembre, un mensajero de la Audiencia distribuía las notas de citación. También lo hicieron Mariano de Aycinena, Pedro Molina y su esposa, Dolores Bedoya; José Francisco Barrundia, Basilio Porras, entre otros partidarios de la emancipación.
Independencia
El 15 de septiembre de 1821 asistieron 53 personas, de las cuales 36 eran civiles y 17 eclesiásticos. Además de los asistentes oficiales, en la antesala del Real Palacio se encontraban el tercer marqués de Aycinena, presbítero Juan José de Aycinena y Piñol, José Francisco Barrundia, Pedro Molina, Basilio Porras y Dolores Bedoya de Molina. Otros vecinos estaban en los corredores, ventanas y en el portal. El tesorero Manuel Vela los calificaría, poco tiempo después, como una “gavilla de hombres comprados”.
Gaínza declaró abierta la junta extraordinaria, y solicitó a uno de los secretarios leer la correspondencia que había llegado dos días antes. Luego, pidió la opinión de los asistentes. Casaus y Torres fue de los primeros en hacer uso de la palabra para expresar su oposición a la emancipación. Esto provocó gritos de desaprobación entre los que se encontraban en la antesala. Después, dos representantes —posiblemente del Ayuntamiento de la Nueva Guatemala de la Asunción, institución en la que Mariano de Aycinena ejercía gran influencia—, en sus intervenciones, solicitaron a los asistentes declarar la independencia conforme al Plan de Iguala.
José Cecilio del Valle se pronunció a favor de la independencia, pero la condicionó a que antes se consultara a las provincias para no ser criticados de arbitrarios. El vicario general del Arzobispado, presbítero José María Castilla, propuso que se declarara la independencia absoluta. Esto provocó gritos de apoyo, pero los opositores abandonaran el salón principal.
Al salir Casaus y Torres del Real Palacio, integrantes de la barra lo insultaron, jalonearon su vestimenta hasta rasgarle el sobrepelliz y obstaculizaron su partida. Una vez que se retiró a la Plaza Mayor, la sesión continuó, pero la mayoría de los asistentes se retiró a sus casas, intimidada por lo que había acontecido en la Plaza de Armas y en el mismo interior de Real Palacio.
Según Manuel Montúfar y Coronado, político conservador e historiador, durante el resto de la sesión del 15 de septiembre ya no hubo formalidad alguna. “El Gobierno quedó de hecho en las manos de Gaínza, y la Diputación Provincial convertida en Junta Provisional Consultiva”.
Entretanto, en los corredores del Real Palacio, la gente que había acudido a la invitación hecha por la familia Aycinena exigía a gritos la independencia absoluta. A continuación, José Cecilio del Valle, con el apoyo de Miguel de Larreynaga, estructuraron el contenido del Acta de Independencia, haciendo uso del Plan pacífico, como lo evidencia el contenido y similitud de tales documentos.
Al final, solo 13 de los asistentes firmaron el Acta.
Consumado
Por la tarde de ese mismo 15 de septiembre, Ignacio Beteta imprimió el Manifiesto del jefe político a los ciudadanos de Guatemala y un número extraordinario de El Genio de la Libertad, por medio de los cuales se difundió la noticia de “la independencia proclamada y jurada para no depender del gobierno de la Península, y poder hacer en nuestro país todo lo que antes solo podía hacerse en aquel”.
Al siguiente día, Gaínza envió una circular a todas las municipalidades, para que tuvieran conocimiento de lo acontecido. Ese mismo día, con la asesoría de la Junta Provisional Consultiva, elaboró un Bando de buen gobierno, que salió impreso el 17. Su contenido era altamente coercitivo. Este señalaba “vigencia de todas las leyes, ordenanzas y órdenes que antes regían; pena de muerte a los que, directa o indirectamente, intentaran trastornar o desacreditar el sistema adoptado de independencia y restablecer el gobierno español; pena como perturbador público a los que promovieran la división entre los vecinos; y prohibición de realización de corrillos públicos”.
El 18, Gaínza escribió al emperador Agustín de Iturbide y lo denominó primer libertador de la Nueva España. En esa carta se retractó del Manifiesto que publicó en abril de ese año, cuando lo acusaba de traidor al rey, de tener perversas intenciones y hasta de ladrón. Ahora se expresó en términos opuestos: “Se conoció que su Plan era de defender los derechos y sostener la libertad de esa porción hermosa de la América; se percibió que las voces primeras de este plan eran el respeto a nuestra santa religión y sus dignos ministros, y la unión de todas las clases en el objeto grande de la independencia”. De ese modo, Gaínza empezó la campaña en favor de la anexión a México.
Respecto del alcance jurídico del Acta de Independencia, durante los meses que siguieron a la declaración se sostuvieron dos interpretaciones. Los republicanos, encabezados por Pedro Molina, consideraban que el pueblo declaró el 15 de septiembre de 1821 la independencia absoluta de México y de cualquier otra nación, y que el papel del Congreso era resolver la forma de gobierno y la ley fundamental. Muy distinta fue la interpretación de Gaínza, para quien todavía estaba por resolver la decisión de las demás provincias.
Jura
El 20 de septiembre de 1821, Casaus y Torres juró independencia ante el canónigo Mariano García Reyes. Al final cedió, según dijo, “por el bien de las almas”. Dos días después, el Ayuntamiento solicitó a la Junta Provisional Consultiva otorgar a Gaínza el grado de capitán general y condecorarlo con una banda de tres colores, alusiva a las tres garantías del Plan de Iguala, lo que fue aprobado.
Ese mismo día se celebró una misa de acción de gracias por la independencia. Al concluir se cantó el tedeum.
Al siguiente día hubo un desfile por las principales calles de la ciudad y concluyó con un acto frente al Palacio del Ayuntamiento. Luego, el pueblo juró la independencia, se hizo pública la medalla conmemorativa de tal acontecimiento y miembros del Cabildo arrojaron entre la concurrencia 300 pesos en moneda corriente, mientras había repique general de campanas y salvas de artillería.
Anexión
Luego de la declaración de independencia, los hermanos Mariano y Juan José de Aycinena, que ocupaban cargos en el Ayuntamiento, se mostraron activos en promover la anexión a México, empeñados en alcanzar el objetivo fundamental del Plan pacífico de independencia, es decir, contar con apoyo militar de México para que el statu quo no fuera modificado.
Los ayuntamientos de Quetzaltenango, Totonicapán, Sololá, León (Nicaragua) y Cartago (Costa Rica) también se inclinaron por la anexión, pero con objetivos totalmente opuestos a los de la familia Aycinena. De hecho, en esos lugares pretendían liberarse de la élite comercial guatemalteca que había controlado a terratenientes y comerciantes de las provincias.
En la Nueva Guatemala de la Asunción, los principales promotores de la anexión eran el marqués Juan José de Aycinena, Gaínza y el alcalde Pedro de Arroyave, que representaban a las principales familias de la aristocracia —los Aycinena, Larrave, Larrazábal, Echeverría, Piñol, Pavón, Croquer, Urruela, Irisarri, Arriaga, Beltranena, Batres, Asturias, Saravia, Arrivillaga, Arzú, Valenzuela, Barrundia y Nájera—.
De esa forma, entre finales de 1821 y principios de 1822 se consumó la anexión al Imperio mexicano, la cual, poco tiempo después, fracasó.
Fue el 1 de julio de 1823 cuando, en Asamblea Nacional Constituyente, se declaró la independencia absoluta de España, México o cualquier otra potencia, bajo un sistema político federal, y consideró la anexión a México “nula de hecho y derecho, violenta y tiránica”. Además, acordó que se formaría una nación soberana con el nombre de Provincias Unidas del Centro de América.
De acuerdo con Cabezas Carcache, así empezaba “un nuevo período político en que la farsa política montada por la familia Aycinena en 1821, cuando se maquinó el Plan pacífico de independencia, se transformó en una tragedia sangrienta, producto de cruentas guerras fratricidas fomentadas por el caudillismo militar criollo y un buen número de mercenarios o soldados de fortuna, lo que se prolongaría por varias décadas y desmembraría al otrora Reino de Guatemala en minúsculos Estados”.
Farsa histórica
La declaración de independencia del 15 de septiembre de 1821 fue parte de un plan de los Aycinena, una influyente familia que temía que las luchas de los vecinos de San Salvador, Granada y León pudieran cambiar el sistema económico imperante.
El objetivo principal, sin embargo, era la anexión del Reino de Guatemala a México, pues los Aycinena consideraban que así se preservaría el statu quo y que los grandes comerciantes guatemaltecos podrían continuar con el monopolio comercial.
Tras el fracaso de la anexión comenzaron los actos de corrupción y pugnas por el poder, lo cual hizo que la región centroamericana se desintegrara. Mientras eso sucedía, se “incrementó la pobreza y la marginalidad de las grandes mayorías, que nada tuvieron que ver con la farsa independentista”, consigna el libro Independencia centroamericana. Gestión y ocaso del Plan pacífico, escrito por Horacio Cabezas, el cual narra esos oscuros capítulos de la historia nacional.
Molina, señalado
El 3 de noviembre de 1820, José Cecilio del Valle, abogado, político e intelectual hondureño, denunció en su periódico El Amigo de la Patria las reuniones secretas que Pedro Molina mantenía con la familia Aycinena, y lo acusó públicamente de defender los intereses económicos de los grandes comerciantes de la Nueva Guatemala de la Asunción. “La ley prohíbe las calumnias y tu papel está lleno de ellas ( ) Te ostentas liberal y tu idioma propio de los tiempos de oscuridad es de un siervo que alaba a sus patrones”, escribió.