Revista D

8 guatemaltecas que con su trabajo pesado demuestran que son mamás luchadoras

Manejando un tráiler que jala carretones con varias toneladas de caña. Conduciendo un camión de volteo lleno de tierra y piedrín. Pilotando un Transmetro con decenas de usuarios. Caminando a diario varios kilómetros bajo las inclemencias del tiempo para limpiar la ciudad…

Cilda Morán ejecuta un trabajo fuerte, pero lo hace pensando en sus hijos.  Foto Prensa Libre: Esbin García.

Cilda Morán ejecuta un trabajo fuerte, pero lo hace pensando en sus hijos. Foto Prensa Libre: Esbin García.

Estos son algunos trabajos que usualmente no ocupan las mujeres, quizás por la fuerza física que se requiere en algunos casos, pero en los que han demostrado que son efectivas.

Así como estas aguerridas mamás que están detrás de un volante o recogiendo la basura, también hay soldadoras, mecánicas, maquinistas, carpinteras, albañiles, pavimentadoras, electricistas u operadoras de grúa.

Hoy, en el Día de las Madres, recopilamos las experiencias de algunas de ellas. Quizás las tareas sean bastante diferentes unas de otras, pero todas tienen un punto en el que coinciden, y es en el sacrificio que hacen para darles a sus hijos un buen presente y un mejor futuro. “Doy la vida por ellos”, “todo lo que hago es pensando en mis hijos”, “ser mamá es lo mejor que me ha pasado”, son algunas de las frases más frecuentes.

Pero, sea cual sea la actividad a la que se dediquen, a absolutamente todas hay que agradecerles por existir, pues, según dicen, “cuando son llamadas al cielo, ahí habrá acabado nuestra vida”.

“Soy una guerrera”

Cilda Morán Lemus ha trabajado 10 temporadas de zafra en el Ingenio Pantaleón, localizado en Siquinalá, Escuintla. Ahí empezó conduciendo pipas contra incendios y de riego; hoy maneja un camión de 18 velocidades que jala cuatro enormes carretones que, en total, cargan con más de 200 toneladas de caña. “Desde niña me llamó la atención ser transportista u operar maquinaria pesada”, comenta. “Mi madre me hizo una guerrera”, agrega. Esa fortaleza le ha servido para superar los obstáculos que ha encontrado. “Al principio, a los hombres les costó aceptar que hubiera mujeres que hicieran lo mismo que ellos, pero eso ha ido cambiando con el tiempo, pues la empresa ha procurado la igualdad de género. Ahora hay mucho compañerismo”, asegura.

Por supuesto, los motores que la impulsan a seguir adelante son sus dos hijos, Hilda Giselle (17) y Selvin Alejandro (9). “Son lo más hermoso que Dios me ha dado; entregaría mi vida por ambos”, indica. Asimismo, expresa su felicidad porque sabe que están orgullosos de ella. “Me han dicho que sus maestros me ponen de ejemplo en su salón de clases, pues, evidentemente, trabajo en una actividad que no es usual entre mujeres, pero yo me he puesto manos a la obra para demostrar que sí podemos”, dice.

Para Morán Lemus, tal como a muchísimas otras madres, la jornada laboral continúa al llegar a casa. “Toca hacer doble trabajo; es complicado pero satisfactorio, pues una sabe que todo este esfuerzo es para que ellos tengan lo necesario, para formarlos en el buen camino inculcándoles respeto, responsabilidad y honradez”, concluye.

Cilda Morán en uno de los tráileres cañeros que maneja en el Ingenio Pantaleón. Foto Prensa Libre: Esbin García.

 

Transporta a miles

Está despierta desde las 4 de mañana —a veces antes— ya que tiene que colaborar en el transporte diario de miles de guatemaltecos que utilizan el sistema de Transmetro. “Soy maestra de primaria y por algún tiempo ejercí como tal, pero siempre quise manejar una de estas unidades”, cuenta Íngrid Lourdes Moreno Lemus, una de las 17 mujeres que trabajan en ese puesto. Ella recién cumplió cinco años de estar detrás del volante.

Sus hijos se llaman Joseph Leonel (6) y Valentina (2). “Ser madre es lo más maravilloso que Dios me ha permitido ser”, afirma.

La piloto recuerda la vez que su niño la acompañó en un recorrido que hizo en el enorme bus articulado que conduce. “Estaba emocionado porque yo iba manejando. Quería irse a mi lado, pero eso no es posible, por seguridad de todos”, cuenta. “Sin embargo, no se me borra la imagen de felicidad que tenía al verme trabajar”, añade.

Moreno Lemus también escudriña en el pasado y confiesa que no era cariñosa. Por supuesto, eso cambió cuando tuvo a sus hijos. “Al estar embarazada una sabe que están ahí y desde entonces se les ama, pero cuando ya están en nuestros brazos hay una sensación diferente… Dan ganas de abrazarlos, de besarlos… Se siente muy bonito”, sonríe.

De esa cuenta, su relación con su mamá ha cambiado y asegura sentir la necesidad de decirle “te amo” con frecuencia. “Una no sabe hasta cuándo estarán; no hay que agradecer solo en los cumpleaños o en el Día de la Madre, sino siempre”, dice. Por eso mismo, “al entrar a la unidad me encomiendo a Dios y le pido por mi familia”, agrega.

La jornada laboral de Íngrid Lourdes Moreno empieza a las 4 de la mañana; ella conduce un Transmetro. Foto Prensa Libre: Carlos Hernández Ovalle.

 

Madrugadora

Los camiones de volteo producen una gigantesca polvareda tras su paso dentro de los cañaverales. Uno de esos automotores es conducido por Nuvia Ávila Ronquillo, de 40 años, quien labora para el Ingenio Magdalena. “Mi labor es apoyar en el mantenimiento de la red vial interna”, explica. Para ello recibió una capacitación previa en el Instituto Técnico de Capacitación y Productividad (Intecap). “La situación económica es difícil, por lo que ahora, para mantener a la familia, se necesitan los ingresos económicos tanto del hombre como de la mujer”, indica. De esa cuenta, decidió conducir uno de esos camiones. “Esto también lo podemos hacer nosotras”, refiere, con firmeza.

Ávila Ronquillo tiene tres hijos, Cinthia (20), Rubén (14) y Dayana (9). Expresa que gracias a su trabajo y al de su esposo han podido brindarles educación. “Mi rutina empieza entre las 2.30 y 3 de la madrugada; una hora más tarde tomo el bus que me lleva a mi puesto de trabajo y a las 5 ya estoy ahí. Desayuno y después hago una revisión completa al camión. A veces manejamos hasta 90 km, aunque eso depende de lo que haya que hacer en la ruta”, refiere. “Es cansado, pero al final una sabe que lo hace por los hijos, a quienes les inculco valores como la responsabilidad, la honestidad y el respeto”, dice.

La conductora se siente orgullosa de ellos porque todos los días demuestran deseos de superación. “La grande estudia Ingeniería en Sistemas en la universidad; el de en medio quiere cursar Agronomía y, la pequeña… bueno, ella aún no piensa en eso”, sonríe.

Ejemplar

La historia de Evelyn Álvarez Ramírez es inspiradora. Hace cinco años empezó a trabajar en el Ingenio La Unión, en Escuintla, donde se dedicaba a mantener limpios los sanitarios. “Aquí me han dado la oportunidad de ascender”, refiere.

Hace tres zafras —unos tres años— fue motivada a aprender otras tareas y hoy es encargada de las centrífugas. “Quiero ser un ejemplo para mi hijo, Estuardo Yahir, quien tiene dos años”, comenta. Su gran deseo de superación la ha llevado a estudiar Ingeniería Industrial en la universidad. “Toda la semana estoy ocupada, entre el trabajo y los estudios, así como en ser esposa y madre, pero todo es posible”, asegura.

Evelyn Álvarez, del Ingenio Magdalena, ha escalado puestos y ahora es encargada de centrífugas. Foto Prensa Libre: Esbin García.

 

Sus hijos, en el cielo

Doña Filomena Girón ha sufrido la muerte de su dos únicos hijos. “Eso es lo más triste que le puede pasar a una madre; no hay manera de superarlo, ni con el paso del tiempo”, refiere. “Pese a que ya no están, aún tengo la sensación de ser mamá; eso no se quita”, comenta.

El primero, a quien iba a llamar Juan Carlos, falleció a las pocas horas de nacido, mientras que el segundo, de nombre Francisco, murió en 1987 a los 18 años, luego de tener un fuerte accidente al jugar futbol. “Estuve en el hospital cuidándolo durante tres meses; los médicos no pudieron hacer nada”, se lamenta. “Es lo peor que he sentido; por eso, cada mes trato de visitarlo en el cementerio”, agrega.

Girón tiene 70 años y, a pesar de su dolor, mantiene una actitud positiva y así lo demuestra en sus labores diarias como integrante de Limpia y Verde, el programa de la Municipalidad capitalina que se encarga de mantener limpias las calles.

Aunque han pasado más de tres décadas desde que Francisco no está, suele recordarlo cuando barre o recoge la basura que encuentra tirada dentro de un sector de la zona 1. “Mis dos hijos viven en mi mente; tengo bonitos recuerdos de ellos”, puntualiza.

Filomena Girón trabaja en las cuadrillas de la comuna capitalina que procura mantener limpias las calles. Foto Prensa Libre: Carlos Hernández Ovalle.

 

Ser mamá es lo mejor

Desde hace 18 años, Rogelia Tzun González es parte de las cuadrillas de la comuna capitalina que procuran mantener limpias las calles de la Ciudad de Guatemala. “Una debe mantenerse firme, porque hay personas que nos hablan de mala manera y nos exigen que les tiremos la basura que generan en sus casas; eso no es así”, refiere. “Son cosas a las que hay que enfrentarse; se tolera al pensar que mi oficio es para apoyar a mis hijos”, añade.

Tzun González es madre de tres, Linda María (23), Jorge Vinicio (22) y Oswaldo (21). Tiene, asimismo, cuatro nietos. “Ser mamá —y ahora abuela— es lo más lindo; doy todo por ellos”, afirma.

Rogelia Tzun González es parte de Limpia y Verde, de la municipalidad de Guatemala. Foto Prensa Libre: Carlos Hernández Ovalle.

“El esfuerzo vale la pena”

Esta es la primera zafra en la que participa Madelin Melgar García, quien apoya en la señalización de las vías por las que transitan los tráileres cañeros; de esa forma contribuye en la reducción de posibles accidentes entre estos o con automóviles particulares. Hoy pertenece a la cuadrilla del Ingenio Madre Tierra, localizado en las cercanías del centro de Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla.

Su trabajo es fuerte, ya que debe soportar las inclemencias del tiempo, sobre todo el abrasador sol que cae durante gran parte de la mañana y la tarde. “Siempre hay que usar bloqueador”, dice, entre risas.

Melgar García es soltera y mantiene a sus tres hijos de 15, 9 y 7 años. “El trabajo de una madre no tiene fin; en mi caso, después de estar acá llego a mi casa para dedicarme a las tareas domésticas y ver si mis niños necesitan algo”, explica. “Es esfuerzo y el agotamiento valen la pena; ellos son el motor de mi vida y de tan solo verlos renuevo mis energías. Todo lo que hago es pensando en ellos; mi único deseo es que tengan un buen futuro; para ello, por supuesto, también trato de inculcarles valores como el respeto, la responsabilidad y la honestidad.”, expresa.

Madelin Melgar tiene tres hijos y colabora con el Ingenio Madre Tierra en la señalización de las vías. Foto Prensa Libre: Esbin García.

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