Revista D

Otra forma de poesía callejera

Jóvenes guatemaltecos se entretienen con el <em>skateboarding</em>.

Foto Prensa Libre: Paulo Raquec 

Foto Prensa Libre: Paulo Raquec 

Por la calle se ve a un grupo de jóvenes con gorra, playera y pantalón de lona holgado —o pantaloneta—, con una patineta debajo de sus brazos o practicando algunos movimientos sobre ella.

Alguien sostiene un teléfono celular a todo volumen para escuchar hip hop.

El lugar: la Sexta Avenida de la zona 1 de la capital. La hora: alrededor de las nueve de la noche, cuando esa extensa y famosa calle ya luce bastante solitaria, ideal para deslizarse sobre una tabla con cuatro ruedas. Para practicar skateboarding.

Esta disciplina surgió en California, EE. UU., en la década de 1960, pero en Guatemala cobró fuerza hasta mediados de los setentas. Decayó en la siguiente década, en detrimento de los patines, y volvió en los últimos 10 años del siglo XX. Hoy está vigente entre la juventud.

Es un deporte extremo y, como tal, solo apto para valientes, ya que es latente el riesgo de golpes en las rodillas, brazos y frente, así como de sufrir alguna quebradura. Un mal movimiento y al piso. A veces, hasta el hospital.

Pese a ello, los muchachos se sienten atraídos. Prueban una vez esa explosión de adrenalina y quedan atrapados con la velocidad y los saltos.

Con mucho entrenamiento hacen cosas impresionantes como deslizar la tabla sobre un tubo o girar la patineta en el aire y caer sobre ella.

Sombras

Los patinadores empiezan a ejecutar un recorrido sobre la Sexta.

Suben y bajan de la banqueta. Algunos ejecutan las maniobras a la perfección. Otros caen pero, como debe ser la regla de la vida, se levantan y vuelven a intentarlo.

Marlon, a quien le dicen el Fish, lleva casi cinco años de fogueo. “No tenemos miedo a decir nuestros nombres, pero hay gente que tiene estereotipos erróneos acerca de nosotros y piensan que delinquimos, pero no es cierto”, refiere. “Nos gusta el rock, el hip hop, las rancheras, el reggaetón o lo que sea; cada quien con lo suyo. También vamos a la iglesia y estudiamos”, agrega.

De hecho, hay videos en YouTube donde se ve a patinadores guatemaltecos que son intimidados por vecinos de alguna colonia, diciéndoles que tienen que irse, aunque estén en un espacio público. En otro, incluso, se observa cuando llegan agentes de la policía para apuntar los datos de los jóvenes. Uno de ellos, incluso, le dice a un menor que “debe tener la copia de su certificado de nacimiento”.

“Nos persiguen; por eso andamos por varios lugares”, se queja Fer, otro skater.

Ellos, sin embargo, siguen con su pasatiempo. “Claro, hay que aceptar que unos beben cerveza o fuman algo ilegal, pero de eso hay en todos lados y no necesariamente son patinadores. Entre mis amigos ninguno ‘se mete’ cosas así; por eso, creo que justos pagan por pecadores”, comenta el Fish.

Sitios para skaters

En Guatemala no hay escuelas para aprender skateboarding. Todo se hace a prueba y error, con los amigos. En la calle. Pero su radio de movimiento a veces se reduce. Antes iban a patinar a la Plaza Eucaristía, donde está el monumento a Juan Pablo II, al final de la Avenida de las Américas, zona 13. Ahí, la municipalidad sembró grama.

En la Roosevelt había un espacio para los skaters, pero ahora opera un restaurante.

Asimismo, los vecinos del barrio San Sebastián se quejaron con la comuna porque, según ellos, los muchachos alteraban la paz o llegaban para consumir drogas. La solución fue instalar jardineras en la banqueta del parque.

“La gente nos ve como delincuentes”, insiste Abdel García, quien practica ese deporte desde hace tres años. “Es solo una forma de entretenimiento”, aclara.

Sin embargo, no todo es negativo. De hecho, la Municipalidad de Guatemala ha organizado actividades al aire libre a través del programa Espacios Extremos, que incluyen al skateboarding.

También se construyó una pista especial para ellos en los jardines de San Pedrito, en la zona 5, la cual está habilitada desde el 14 de febrero del año pasado. “En el parque de la colonia San Rafael, zona 18, hay otro espacio para skaters”, comenta Fernando Pérez, encargado de ese programa municipal. “En la zona 3 también se ha remozado otro sitio para ellos”, agrega.

En la capital, además, está la pista La Bodega, dedicada exclusivamente a ese deporte, justo en la esquina de la 11 avenida y 21 calle de la zona 1. Sus paredes están pintadas con grafiti y adentro ruedan y saltan las patinetas de los habilidosos muchachos, quienes, a veces, también acuden a la Sexta Avenida del Centro Histórico o a la Zona Viva, zona 10.

Quetzaltenango es otra ciudad con gran cantidad de skaters. Uno de sus grandes eventos es El Bowlero, que el 13 de febrero de este año celebró su cuarta edición en el Parque Extremo Tanque del Soldado.

“En realidad, cualquier sitio es bueno para practicar skateboarding”, refiere Chito —solo así se identifica—, un adolescente de 17 años. “Nos expresamos con velocidad y saltos. Es nuestra forma de poesía… es poesía callejera”.

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