La subsistencia de esta familia, que vive en las faldas de la Sierra de las Minas, en pleno Corredor Seco, depende del barro. Cada comal y cada olla les representa un máximo de Q20.
“La desnutrición aguda afecta de manera regular y estacional a los hogares vulnerables del Corredor Seco, presentando picos todos los años, desde junio hasta agosto”
En la parte baja
“El núcleo de la Sierra de las Minas consiste en granito, bordeado al norte por rocas sedimentarias paleozóicas; al este y oeste por rocas metamórficas —las que se forman a partir de otras— y serpentinas (utilizadas para hacer lastres ferroviarios y materiales de construcción)”, así describe este territorio el Diccionario Geográfico Nacional de Guatemala.
La casa de Byron está rodeada de una vegetación agreste, de arepines, guayacanes, yajes y zarzas. Su familia, durante la época lluviosa, recolecta orégano. Completar un quintal de esta especia puede durar una semana. Si el precio se encuentra alto, recibe una paga de Q300; pero el año pasado apenas fue de Q200.
Byron es el más pequeño de los nueve hijos de Juvenalia Pérez. En la Sierra hay una alta tasa de crecimiento poblacional. En comunidades de origen maya supera el cuatro por ciento anual, según cifras de la la Fundación Defensores de la Naturaleza, la organización ambiental que tiene a cargo este lugar desde hace 25 años, cuando fue declarada Reserva de la biosfera.
En su extenso territorio, que cubre 5 departamentos y 14 municipios, están asentadas más de 200 comunidades habitadas por más de 180 mil personas que en su mayoría pertenecen a las etnias mayas representadas por queqchís y poqomchí en el norte, y asentamientos mestizos al sur de la reserva, según el estudio de la zona ejecutado por la organización ecologista.
Las cordilleras altas crean condiciones climáticas que inciden que en el valle medio del Motagua se reporte una precipitación anual de menos de 500 mm (Campbell, 1982), siendo entonces el más árido y seco de Centroamérica, según el Plan Maestro de Defensores de la Naturaleza 2010-2014.
Las condiciones de extrema pobreza y bajos niveles de educación son comunes. Byron es el séptimo de sus hermanos en completar el sexto grado.
Cuando se le pregunta qué le gustaría ser cuando crezca, sonríe como si buscara algo más detrás de las montañas. Está ausente, no se percata de los cerdos que deambulan en el patio y rozan sus piernas. Ni siquiera presta atención a su hermano mayor con discapacidad intelectual, que es epiléptico y además pareciera estar condenado a modelar el barro bajo el calor trepidante, pues según su madre, por él ya no hay más que hacer. De pronto Byron vuelve en sí: “¡Quiero ser pintor de paisajes!”, exclama.
En la zona prosperan algunos proyectos agroforestales, de siembra de árboles frutales y apertura de brechas contra incendios.
Armando Montecinos, presidente del comité de agua potable de la aldea Chanrayo, a seis kilómetros de Llano de Jesús, advierte que el líquido vital está agotándose. Desde hace dos años ingresaron 20 solicitudes de incentivos forestales al Programa de Incentivos Forestales (Pinfor) del Instituto Nacional de Bosques por los que aún esperan respuesta, cuenta. La comunidad sembró en un año, aproximadamente, 20 mil árboles, como parte de este proyecto.
Juan Pablo Guzmán, vocero del Ministerio de Agricultura Ganadería y Alimentación (MAGA), explica que el Pinfor concluye este año. “No se está dando trámite a ninguna solicitud porque estamos impulsando la ley de Probosque. El tema es esencialmente de presupuesto y no hay recursos”, agrega.
Hace pocas semanas, la clase de Manuel, estudiante de quinto grado de la escuela de Chanrayo, disputó un partido de futbol con la escuela urbana de San Agustín Acasaguastlán. Al ver a sus rivales, el pequeño preguntó asombrado al director: “Ellos en qué grado están?”. “En quinto igual que ustedes”, recibió por respuesta. Después de pensarlo un rato el niño volvió a exclamar: “¡Qué grandes! ¿Ellos comen frijoles los tres tiempos igual que nosotros?”.
Los habitantes del Corredor Seco consumen grandes cantidades de frijol, cuya media per cápita va desde 53 hasta 72 gramos diarios, mientras que la prevalencia de anemia entre los niños supera el 40 por ciento, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional. En el 2013 esa instancia propuso, incluso, introducir un proyecto de frijol fortificado.
“La desnutrición aguda afecta de manera regular y estacional a los hogares vulnerables del Corredor Seco, presentando picos todos los años, desde junio hasta agosto”. Tuvo serios repuntes en el 2001, 2004 y 2009, según datos oficiales del Instituto de Nutrición para Centroamérica y Panamá (Incap).
Las condiciones nutricionales y de salud de los niños que viven en la parte superior de la montaña también son precarias.
En la parte media
Olga Reyes Montesinos está en tercer grado y acaba de cumplir 13 años, aunque su apariencia es la de una niña de 10. Su educación, como la de sus ocho hermanos, ha sido interrumpida cuando su familia, que vive en la aldea Cuchilla de Paja, en la parte media de la Sierra, acude al corte de cardamomo (de diciembre a marzo).
Al igual que muchos los Reyes Montesinos sobreviven del corte de de café y cardamomo de las grandes fincas que ahí se encuentran. Olga devora cuanto libro cae en sus manos. Estudia en una escuela multigrado en la que una docente atiende al grupo de primero a tercero y la otra de cuarto a sexto. No sabe qué hará cuando crezca, “trabajar”, responde. Eso sí, tiene muy claro que no cortará cardamomo. Le gustaría laborar dice “en un lugar donde lea mucho”.
Pero mientras eso sucede, el grano verde que cortó hasta hace unos días, en jornadas que se prolongaron hasta las cuatro de la tarde, ayudará a la familia a subsistir durante la época de lluvia.
En esta área –que se sitúa entre los mil y mil 500 metros de altura, predominan los sarespinos y los guamuros. “Además de la función natural de la Sierra, sus recursos tienen un valor socioeconómico para los habitantes de la misma, debido al aprovechamiento que hacen del agua para uso doméstico, agroindustrial e hidroeléctrico. Más de cien mil hectáreas del terreno están destinadas a la producción y manejo agroforestal”, indican delegados de Defensores de la Naturaleza.
En las alturas
Álex Méndez del Cid tiene 23 años. Los recuerdos de su infancia están ligados a la tierra húmeda del bosque nuboso de la parte más alta de la Sierra de las Minas, en San Agustín Acasaguastlán.
Nació el 7 de abril, justo un año antes, murió su hermano mayor, uno de los primeros guardabosques del lugar, que hoy es un santuario de robles, encinos y pinos. La Sierra en esta parte va de los mil 500 a los 3 mil metros. Las últimas comunidades viven a una altura de mil 800 metros sobre el nivel del mar.
La dedicación de Carlos Méndez, su padre, para proteger la Sierra de los taladores, le valió que le otorgaran la Orden del Quetzal durante el gobierno de Óscar Berger, pero acabó con la vida de su primogénito.
La familia migró por las constantes amenazas y vivió más de una década en Quiché.
Álex, quien estudia ingeniería forestal, conoce muy bien el bosque que desde niño recorrió muchas veces con su padre.
La creación del Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas (SIGAP) contribuyó a garantizar la permanencia de los ecosistemas naturales. El Decreto 4-89 del Congreso originó las principales áreas protegidas como la Reserva de biosfera Sierra de las Minas. La coadministración de este territorio está a cargo de la Fundación Defensores de la Naturaleza desde 1990.
Actualmente en esa región hay programas para uso, manejo del fuego y control de los incendios forestales, además de la recuperación de áreas degradadas, por medio de Pinfor y proyectos similares.
“En el país los incendios forestales han afectado los bosques de coníferas y bosques mixtos de pino y encino en los departamentos de Chiquimula, Zacapa, Izabal y El Progreso. En la Sierra de las Minas anualmente y durante la época que principia en febrero y finaliza en junio, los incendios se convierten en una preocupante amenaza”, explica Francisco Hernández, coordinador en la zona de la fundación.
Pero los incendios no son las únicas amenazas, a estos se suman los deslizamientos, asolvamientos, el pastoreo extensivo, la tala ilegal, la actividad minera y la cacería entre otras.
La montaña rebelde
La Sierra de las Minas se conoce con ese nombre desde “el período hispánico”, cita el Diccionario Geográfico Nacional. George Alexander Thompsom, Comisionado para informar al gobierno británico sobre el estado de la entonces República Federal de Centroamérica, escribió de este lugar en el libro Narración de una Visita Oficial a Guatemala viniendo de México en el año 1825.
“Al día siguiente, 23 de julio, salimos a las nueve de la mañana para emprender el paso tremendo de la montaña. En todo tiempo es laborioso, pero durante la estación de las lluvias casi no se puede pasar por las dificultades que presenta… Las mulas se quedaban atascadas en el lodo y el camino era lo bastante variado para impedir un avance uniforme en cualquier dirección”, cita el libro.
Esa inaccesibilidad fue aprovechada por la guerrilla hace 52 años. A principios de diciembre de 1962 se instalaron tres focos rebeldes que operarían en San Marcos, Zacapa y en las montañas de Izabal.
A finales de diciembre de ese año, el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) propició la reunión entre dirigentes del Movimiento Revolucionario 13 de noviembre (MR-13), el M-20 de octubre (brazo armado de los comunistas) y el MR-12 de abril, y fundaron las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR).
“Los tres frentes que se habían acordado en el plan operativo para iniciar la guerra de guerrillas comenzaron a estructurarse. Cada frente tendría un comandante militar, que sería asesorado por un comisario político. Pero el campamento en Izabal fue descubierto por el Ejército y sus responsables se vieron obligados a internarse más en las montañas y comenzar a operar militarmente desde principios de 1963. Fue así como, señala Marco Antonio Yon Sosa, de forma apresurada se inició la lucha guerrillera en Guatemala a principios de 1963”, según el Informe de la Recuperación de la Memoria Histórica (REHMI)
“El segundo frente, al mando de Luis Trejo Esquivel, intentó establecerse en la montaña de La Granadilla, en Zacapa. El tercero, a mando de Luis Augusto Turcios, se ubicó en la Sierra de las Minas, en Zacapa”, agrega el REHMI.
El 29 de octubre de 1963, la columna de Turcios, que adoptó el nombre de Guerrilla Édgar Ibarra (GEI), comenzó el ascenso a la Sierra de las Minas desde el lago de Izabal, “buscando el macizo montañoso hacia Zacapa. Poco antes, en la capital, la policía descubrió unas casas de apoyo a la futura guerrilla, donde había mapas, planos y listas de colaboradores”, agrega el informe.
La zona también ha sido foco de conflictos relacionados con el medio ambiente. En septiembre del 2014 los pobladores de Teculután, Zacapa, entregaron un documento con firmas en señal de rechazo a la instalación de una hidroeléctrica en la cuenca del río Teculután.
Esta inconformidad aunada a la explotación ilegal de jade en la zona, y los conflictos de tierras son las principales problemáticas que aquejan a la Sierra, de acuerdo con Rafael Maldonado, director del área jurídica del Centro de Acción Legal, Ambiental y Social (Calas).
La vida en este lugar y su historia recuerda las líneas escritas por Otto René Castillo, una de las figuras emblemáticas de las FAR, que fue capturado en 1967 en sus montañas: “Somos la lágrima. La sonrisa. Lo dolorosamente humano. La unidad de lo mejor y de lo más deplorable. Lo que canta sobre la tierra y lo que llora sobre ella”.