Revista D

Un médico con mucha fe

Jorge Guillermo Puente Rosal es el director de la Unidad Uno de Cirugía del Hospital San Juan de Dios, y se caracteriza por el buen ánimo que transmite a sus pacientes.

“Qué Jesús y María lo bendigan”, en lugar del acostumbrado “Por favor deje su mensaje después del tono”, es el mensaje de voz que tiene en su celular el doctor Jorge Puente Rosal, especializado en cáncer de estómago, y jefe de la Unidad Uno  de  Cirugía del Hospital San Juan de Dios.
Es obvio con esta grabación de que se trata de un  profesional de la Medicina que comparte su profesión con la espiritualidad religiosa. También justifica porqué muchas personas que asisten a la consulta externa del hospital público cuentan que es un médico que trata de buena manera a sus pacientes. De hecho, esta entrevista se debe a los relatos de estas personas.    
Puente Rosal es especialista en cirugía digestiva y laparoscópica en casos de cáncer gástrico y tumores digestivos, y desde hace nueve años forma parte del grupo católico Hombres en Victoria. Todas las mañanas y tardes adora al Santísimo en la parroquia San Martín de Porres, zona 15. También ha escrito dos libros: Correr con Dios y Estar con Dios, Jesús mi primera cita.

¿Qué opina de la atención que presta el sector público a los pacientes?

El médico que trabaja en esta área debe tener el deseo de estar aquí y no por el sueldo, porque el pago no es acorde a las capacidades en las que nos hemos formado. Debe estar porque, pese a las carencias, quiere prestar un servicio de primer nivel a las personas. La mayoría tiene la buena intención, pero también hay algunos que entran en un estado de indiferencia y malestar, probablemente no están a gusto.

Y en su caso, ¿qué lo motiva?

Lo más importante que he aprendido en mi carrera, teniendo a Dios en primer lugar, es que poner las manos en el cuerpo de una persona es  un privilegio. El hecho de que alguien llegue a la consulta externa y que me confíe su vida  es muy importante. Hay personas que tienen algo muy sencillo, pero necesitan a alguien con quien conversar. Debemos permitir que la gente nos hable de sus problemas, porque muchas de las enfermedades son de origen psicosomático, y si encuentran a alguien que los recibe con gusto y alegría, se sienten bien, entonces creo que el fin primordial del doctor es atender la parte médica, pero también ser alguien que da confianza, alegría y esperanza a la gente. A veces es difícil, porque los médicos somos humanos y atravesamos por problemas económicos y familiares, pero  tenemos que intentar dejar esa parte privada y enfocarnos en que estamos ahí para ayudar a la gente.

¿Cómo  nació su adoración  al Santísimo?

Hace unos nueve años atravesé una crisis familiar muy seria. Yo era católico de los que van a la misa solo los domingos, pero me integré al grupo  Hombres en Victoria, que se deriva de Matrimonios en Victoria, y mis compañeros me invitaban a que fuera a ver al  Santísimo.   
Hace unos cinco años estaba con mi hija entrenando futbol en el Proyecto Goal  y decidí visitar la parroquia de San Martín de Porres, zona 15, y Dios me enamoró. Desde entonces tengo la necesidad de pasar todos los días a las cinco de la mañana. Tiempo después tomé un turno fijo los viernes, a las cuatro de la madrugada, y durante una hora adoro al Santísimo. Lo que se pretende con este acto es que Jesús no esté solo, no por seguridad, sino para adorar, alabar, hablar,  llorar, reír y planear con él. En las tardes también paso media hora.

¿Estar cerca de Dios es importante para servir mejor a los demás?

Definitivamente, muchos de los males que padecemos es por el divorcio entre Dios y el hombre. Todo se puede resumir en los mandamientos  “Amarás al señor tu Dios sobre todas las cosas” y “Amarás a tu prójimo como a tí mismo”. Si el servidor público tuviera a Dios como la razón principal de su vida, todo cambiaría.

¿Percibe la angustia de la gente cuando le explica que tiene cáncer?

Se nota la enorme necesidad de la gente y la escasez de recursos económicos es evidente. Si alguien visita la consulta externa del Hospital se da cuenta de que la mayoría son de condición socioeconómica muy baja, aunque también llegan de clase media y alta.

¿Hay algunas condiciones específicas que generan este mal?

Existen factores específicos como las sustancias y condiciones genéticas. Hay factores como el consumo de cigarrillos, el alcohol y las comidas muy saladas o ahumadas. En lo genético, alguien podría no consumir lo anterior, pero puede padecer un cáncer por su predisposición.

¿Los hospitales públicos cuentan con  tecnología adecuada?

Es una de las flaquezas de los hospitales nacionales, no la tenemos a disposición, es limitada. Algunos pacientes deben ir a los laboratorios privados, porque no tenemos los suficientes recursos para darle el enfoque global a los enfermos.
La tecnología es imprescindible para tipificar la patología de los tumores. La radioterapia antes tiraba un rayo ancho, ahora es más especializada, pues va directa al foco que queremos tratar.
El uso de medicamentos de quimioterapia también ha cambiado enormemente, pues se han mejorado los medicamentos ahora son menos tóxicos.

¿Y en el sector privado?

En estos centros hay más disponibilidad, pero también se debe tener capacidad económica para pagar. En endoscopía, por ejemplo, los nuevos aparatos tienen un sistema especial que ayuda a detectar el cáncer temprano en el estómago, esófago y colon. Tiene un sistema de luces para buscar lesiones muy tempranas. En la mamografía digital se pueden detectar lesiones tempranas. La tomografía y la resonancia también han avanzado.

¿Hay grupos más vulnerables a esta enfermedad?

Sí, pero va a depender del consumo de sustancias. En Guatemala, por ejemplo, no hay muchos casos de la vía biliar, pero sí de mama y cérvix, que afectan a las personas de escasos recursos. En el oriente del país hay un foco de cáncer de estómago, puede ser que se deba a las condiciones del suelo o de los minerales.

¿Cuál es su visión de cómo funciona el sistema de salud?

Tiene fracturas y serias debilidades; no es óptimo, porque se ha invertido muy poco, deberían de haber por lo menos tres hospitales del tamaño del Roosevelt y el San Juan en las áreas claves de la ciudad.
Es un sistema con deficiencias importantes, pero el contrapeso es la cantidad de cosas buenas que hace el personal médico y de enfermería.
Nuestro sistema de salud siempre trata de chapucear todo, nos hemos vuelto ingeniosos para adaptar las cosas. No hay  prevención primaria, a los hospitales solo deberían de llegar complicaciones como las de cáncer. Se puede cambiar, pero se necesita de la decisión de la gente que dirige y planifica y dinero para invertir.

¿Algún caso lo ha conmovido?

Todos me conmueven. Recuerdo el de una señora que ya debe estar con Dios. La operamos de un cáncer de estómago y vivió cinco años bien, le reapareció la lesión y la volvimos a operar, año y medio después le surgió nuevamente y ya no se podía hacer nada, ni quimioterapia, ni radioterapia, ni cirugía. Cuando se lo dije me preguntó ¿Qué hago con mi nieta —discapacitada auditiva—  porque no tengo con quién dejarla?  Aún pregunto qué pasó con la niña. Uno quisiera hacer mucho, pero en la vida privada no se puede, nosotros hacemos lo que podemos en la parte médica, fuera del hospital es imposible ayudar.
 

PERFIL ACADÉMICO

Médico y cirujano por la Universidad de San Carlos (Usac) (1984-1990).
Posgrado en Cirugía General en el Hospital San Juan de Dios avalado, por la Usac (1991-1995).
Especialización en Cirugía digestiva y laparoscópica por el Hospital José Joaquín Aguirre, Santiago de Chile (1996).
Estudios de cáncer gástrico y tumores digestivos, en  Japón (2001)
Jefe de la Unidad Uno de Cirugía en el Hospital San Juan de Dios (Desde 1997).

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