Las alianzas políticas que marcarán el rumbo del nuevo Congreso

La integración del próximo Congreso está definida, y la mayoría la tendrá la UNE. Partiendo que es el brazo político indispensable para la gobernabilidad del país, el Congreso acomodará sus fuerzas de manera muy distinta en función de quién sea el próximo presidente de Guatemala.

Legisladores tienen posturas encontradas sobre la posibilidad de iniciar un lobby con autoridades estadounidense. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)
Legisladores tienen posturas encontradas sobre la posibilidad de iniciar un lobby con autoridades estadounidense. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

La Novena Legislatura tomará posesión el próximo 14 de enero del 2020 y según los resultados electorales, aún no oficializados por el Tribunal Supremo Electoral, la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) se convertirá en el grupo más grande, con 54 diputados.

Sin embargo, la bancada verde no debe esperar hasta el próximo año para incidir en la agenda legislativa, ya lo hace a través de una alianza con el oficialista Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación), una unión política que permitió la elección del jefe de la Contraloría General de Cuentas (CGC).

La Octava Legislatura, una de las más criticadas, ha sido señalada de participar en actos de corrupción y muchos de sus diputados enfrentan o han enfrentado procesos de antejuicios por supuestos delitos penales.

Este grupo, donde 110 diputados ya no consiguieron su reelección, antes de abandonar el Congreso tiene en sus manos la elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y Salas de Apelaciones para los próximos cinco años. También deberá aprobar, entre otras cosas, el Presupuesto General de la Nación para el 2020 y conocer, en primera instancia, las reformas a leyes que al Ejecutivo le interesará aprobar para poner en marcha su plan de gobierno.

Este escenario, planteado por el jefe del área política del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos (IPNUSAC), el politólogo Christians Castillo, sostiene que la UNE y el FCN-Nación, con la suma de 63 diputados actualmente, ya dispone de la fuerza necesaria para decidir el futuro del Organismo Judicial y de ganar la presidencia Sandra Torres, contaría con el poder del Ejecutivo, con lo que aseguraría el control o, al menos, influencia en cada uno de los tres poderes del Estado.

Los votos de la bancada Todos, Compromiso, Renovación y Orden (CREO) y la Unión de Cambio Nacional (UCN), que actualmente son parte de la Junta Directiva, podrían negociar con el partido que gane la presidencia el próximo 11 de agosto, una alianza en el próximo Congreso. En el caso de la UNE, la convertiría en un poder absoluto, mientras que, si el Ejecutivo lo retiene Alejandro Giammattei, con sus 16 diputados en el Congreso no serían contundentes y se verían obligados a buscar más alianzas con el resto de las bancadas, si no quisieran depender de la UNE.

Para la politóloga Constanza Alarcón, directora de proyectos de Guatemala Visible, para un sistema democrático no es sano que un partido tenga la s fuerzas mayoritarias porque rompe el balance de poderes. En el caso que Vamos fuera la bancada oficial, Giammattei debería concentrarse en aglomerar a los otros partidos políticos a constituir una fuerza de oposición para generar ese contrapeso democrático, explica Alarcón.

Cuatro grupos, cuatro intereses

Los resultados de los comicios del pasado 16 de junio distribuyeron 160 escaños en 18 partidos políticos distintos. La mayoría es la UNE, mientras que el resto de los partidos, aunque conquistó espacios ningunos con la suficiente representación como para hacer contrapeso por sí solo a al bloque verde.

En el Congreso, según explica Castillo, no necesariamente se necesita tener muchos votos para conseguir pactos favorables.

“La efectividad electoral de un partido se mide en los puestos que gana, y la efectividad política de un partido en el Congreso se mide por los puestos que ocupa”, reflexiona Castillo, quien ve como bancadas importantes en su número de diputados son marginadas, mientras que otras son altamente efectivas adentro del parlamento y logran posiciones estratégicas.

De acuerdo a la forma en qué se han movido en el Congreso en los últimos años, qué sectores o intereses representan y la agenda política que impulsan, el Congreso podría dividirse en cuatro grupos:

  • Oficialistas:  Esta encabezada por el partido que gane el Organismo Ejecutivo, aunque no necesariamente significa que tengan el control por mayoría del Congreso de la República. A este bloque se suman los partidos que logran una negociación y se vuelven en indispensables para dirigir la agenda parlamentaria. Esos partidos “aliados” serían Todos, Creo, FCN-Nación, quienes en la última legislatura han demostrado su habilidad de negociar para mantenerse en la Junta Directiva y las principales Salas de Trabajo, además, es imprescindible para ellos negociar con el partido que gane la Presidencia y les procure inmunidad, ya que varios de los diputados de esos partidos perderán su curul y tienen señalamientos penales.
  • Bisagras:  Este grupo se caracteriza por ser pragmático y negociar a cambio de ventajas para su propio beneficio. Estos partidos no se mueven por ideología, clase o proyecto político, sino por incentivos reales y directos. Se podrían situar la Unión del Cambio Nacional (UCN), el partido Bien, Humanista y Victoria. En la próxima legislatura este grupo sumaría 29 votos.
  • Conservadores:  En este grupo se agrupan los partidos políticos con una agenda definida, principalmente a favor del sector que representan. Los diputados pertenecen a bancadas que ven como prioridad legislativa la agenda económica que beneficie a ciertos sectores que los financian. Se puede incluir en este grupo a Valor, Visión con Valores (Viva), Partido Unionista, Prosperidad Ciudadana, Partido de Avanzada Nacional (PAN) y Podemos. En la próxima legislatura este grupo sumaría 25 votos.
  • Progresistas:  Este grupo por primera vez tendrán una oportunidad real de tener un planteamiento pragmático en el Congreso. Se ha caracterizado por ser una fuerza marginal en la dinámica parlamentaria por los pocos escaños que ocupan. Estos grupos han mantenido criterios divididos por intereses particulares y nunca han posicionado una agenda ideológica. En este grupo se sitúa a la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), Winaq, Movimiento de Liberación de los Pueblos (MLP) y el Partido Semilla, que se caracteriza por llevar novatos al Congreso y podría significar una desventaja al momento de querer negociar con el resto de bancadas y diputados experimentados. “Es un grupo de novatos con buenas intenciones, pero si no logran articularse serán una fuerza marginal de siete votos, aorillados a oponerse a todos y sus capacidades serán desperdiciadas”, dice Castillo.

Historia repetida

Que el oficialista busque en el año electoral aliarse con quien más posibilidades tiene de ganar la presidencia no es nuevo. En Guatemala ya lo hizo la Séptima Legislatura controlada por el Partido Patriota pero que se unió al bloque Libertad Democrática Renovada (Líder) y juntos sumaron la fuerza mayoritaria para elegir la actual Corte Suprema de Justicia.

“Se pararon tirando los platos tres años, pero el último año fue la alianza perfecta. Lo mismo pasa ahora, quedó fuera de la Junta Directiva la UNE los últimos tres años, pero ahora dirige y orienta los principales temas del Congreso”, opina Castillo.

En este último periodo de sesiones de la Séptima Legislatura, entre agosto y noviembre, son 110 diputados que ya no fueron reelectos y se convierten en “negociantes de su voto individual, ya no responden a ningún partido o disciplina partidaria, solo salvar su pellejo”, explica Castillo.

El politólogo agrega que “esos 110 -diputados no reelectos- van a vender caro sus últimas decisiones y levantadas de mano, entonces, quien tiene la posibilidad de negociar con esos intereses son quienes tienen intereses a futuro”.

Según Alarcón, en este último período de sesiones del Congreso, se podría reflejar la apatía del grupo de diputados no reelectos y provocarían un estancamiento parlamentario, ya que se concentrarían en negociar otros puestos, asesorías o intereses particulares, dejando de lado los intereses de Estado.

En el caso que la UNE gane la presidencia, serían ellos quienes tendrían todas las condiciones para negociar cualquier pacto con los diputados no reelectos y afianzar alianzas para el 2020.

Si Giammattei alcanza la presidencia, tienen la desventaja de que por ahora no tienen representación en el Congreso y los dejaría fuera de los temas este año, mientras que a partir del próximo año las condiciones no serían tan favorables porque con 16 diputados serían dependientes todos los grupos parlamentarios para legislar, si no quisieran depender de la UNE, que sería una oposición con el control de un tercio del Organismo Legislativo.

El jefe de la UNE, Orlando Blanco Lapola conversa con el jefe del oficialismo, Javier Hernández, durante una sesión en el Congreso. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)