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Hay mascarillas y mascarillas. ¿Cuáles protegen realmente, y a quién?

La mascarilla se impuso. Pero no todas tienen la misma eficacia para evitar contagios con el coronavirus. Aquí pasamos revista a los distintos tipos utilizados en la actualidad y sus características.

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Mascarillas, cubrebocas, barbijos… tan variados como los nombres que se les da son estos adminículos, que se han vuelto indispensables en el curso de la pandemia del nuevo coronavirus. En múltiples lugares su uso es incluso obligatorio, son pena de multas de montos variados para quienes no cumplan las disposiciones de llevarlos. Pero, ¿qué grado de protección efectiva ofrecen? Depende de la mascarilla.

Mascarillas quirúrgicas

Ampliamente presentes en las calles están las mascarillas quirúrgicas, que antiguamente solían verse solo en hospitales. Estas mascarillas básicamente no ofrecen protección a sus portadores, sino a su entorno, y el personal sanitario las utiliza para no contagiar a sus pacientes. Suelen verse todas iguales, exceptuando a veces el color, pero hay distintos tipos, según su eficacia para filtrar bacterias, su resistencia la humedad que se expele y la resistencia que ofrecen a la respiración.

Su utilidad radica en que cuentan con filtros que retienen los aerosoles exhalados por la persona que la usa, de modo que, en el caso de estar contagiada, evitará en buena medida la propagación del virus. Las del tipo II R (las más resistentes) podrían llegar a proteger en un grado mínimo a su portador, pero no está comprobado. Una ventaja que sí resulta evidente es que son más cómodas que otro tipo de cubrebocas, porque no dificultan tanto la respiración, de modo que pueden usarse también al realizar tareas de más esfuerzo.

Las mascarillas desechables, que generalmente constan de tres capas de polipropileno, no deberían usarse más de una vez, porque podría haber virus y bacterias en su superficie. Muy mala idea es guardarlas en bolsitas de plástico una vez usadas, porque allí se conserva la humedad y es un excelente caldo de cultivo para esos microorganismos.

¿Ávido por saber más sobre el tema? Aquí le resolvemos las dudas sobre varías teorías que circulan alrededor de la mascarilla.  

¿Mascarillas de máxima seguridad?

Las que sí brindan más resguardo a sus portadores son las mascarillas FFP (Filtering Face Piece). Estas poseen filtros integrados que pueden impedir el paso de partículas diminutas y aerosoles. Las hay en tres categorías: la FFP1 filtra por lo menos un 80 por ciento de las partículas de hasta 0,6 micrómetros; la FFP2 al menos el 94 por ciento, y la FFP3, un 99 por ciento.

¿Ofrecen estas últimas una seguridad total? Lamentablemente no. Si bien la protección es mayor, mucho depende de cómo se la use. Por ejemplo, de que quede bien adherida al rostro, cosa que no funciona en el caso de los hombres con barba.

Hay cubrebocas FFP con y sin válvula de exhalación. Y eso marca una diferencia importante, no para quien los lleva, sino para quienes están a su alrededor. Las sin válvula protegen por igual a todos, pero las que sí la poseen facilitan la salida del aire que se expele y, de paso, también la de los virus. En consecuencia, no son un gran aporte a la salud de la comunidad, aunque quien las porte pueda respirar con mayor comodidad.

En Alemania, el Instituto Robert Koch (RKI), que ha llevado un papel rector durante la pandemia del coronavirus, recomienda para el personal sanitario el uso de mascarillas FFP2, que equivalen al estándar estadounidense N95 o N95 NIOSH.

Pantallas protectoras

Al comienzo de la crisis del covid-19 llamaban mucho la atención, pero entretanto se han vuelto bastante comunes, por lo menos en las peluquerías y en el sector de la gastronomía en Alemania: las pantallas de acrílico. ¿Qué opinan los especialistas sobre su eficacia? El RKI considera que no son equivalentes a las mascarillas y no las reemplazan. Claro que son más cómodas para quien las lleva, pero, a lo sumo, podrían detener el paso de los aerosoles que caigan directamente sobre el acrílico.

El aire circula en cambio libremente por los costados y al menos por la parte inferior. Un político alemán especialista en salud comentó en su cuenta de Twitter que “la pantalla facial dirige directamente los aerosoles al pastel del cliente”, aludiendo al uso frecuente que hacen de ella los meseros. Y agregó que, por suerte, se trataba en el caso comentado de un café al aire libre.

Una cualidad que sin embargo sí tienen las pantallas es que, a diferencia de las mascarillas, cubren también los ojos. Y eso no viene mal, teniendo en cuenta que, según lo que se sabe, el coronavirus podría contagiarse también a través de la membrana conjuntiva. Pero eso no basta para sustituir a las mascarillas, sino que, a lo sumo, sería un factor en pro de utilizarlas como complemento.

Mascarillas caseras

De poco sirven para resguardar la salud de quienes las lucen, a veces hasta con un toque de buen humor. Las mascarillas de género, de confección casera o ya más sofisticadas, compradas en una tienda, no impiden el contagio. Pero sí protegen en cierta medida a las demás personas, ya que dificultan que un potencial infectado esparza el virus a su alrededor. Y eso no es algo de subestimar.

La eficacia de estas mascarillas caseras no es mucha, porque en general las telas empleadas para hacerlas no tienen propiedades de filtro y sus tejidos dejan pasar los aerosoles. Lo mismo ocurre con chales y bufandas. Aunque, como dice el viejo dicho, peor es nada.

En todo caso, ninguno de los cubrebocas, nasobucos o barbijos ofrece una seguridad absoluta. Por eso, los expertos insisten siempre en que, además de usar mascarillas, es imprescindible mantener la distancia recomendada de 1,5 metros (o mejor 2) de otras personas y atenerse a las reglas de higiene que ha impuesto esta pandemia, comenzando por lavarse las manos minuciosamente, durante al menos 30 segundos.

Una buena costumbre que, por lo demás, puede ayudar a evitar también la propagación de otras infecciones y probablemente sería bueno mantener cuando por fin el mundo deje de ser acosado por el covid-19.

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