Escenario

Azul 2020: Una conmemoración del Festival Octubre Azul y la toma del espacio público

En el marco conmemorativo del Festival Octubre Azul, realizadores guatemaltecos dialogan acerca de la importancia de la activación artística y cultural en espacios públicos.

Una de las intervenciones que se realizaron durante el Festival Octubre Azul, en el 2000. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Una de las intervenciones que se realizaron durante el Festival Octubre Azul, en el 2000. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Hace 20 años calles, banquetas y plazas en la Ciudad de Guatemala fueron tomadas por el arte. Creadores, instalaciones, performances, y hasta una vaca, ocuparon el espacio público con un solo fin: expresarse. Bajo una premisa que pretendía romper con la idea de las galerías e innovar luego del periodo de guerra, surgió el Festival Octubre Azul.

En la propuesta, que fue desarrollada durante todo octubre del 2000, se pudieron apreciar intervenciones de teatro, danza, literatura, pintura mural, foros y conciertos. Las calles se convirtieron en un escenario multidisciplinario.

Dos décadas después de aquel acontecimiento, el Centro Cultural de España en Guatemala (CCE) lo revisita mediante Azul 2020, una serie de conversatorios para abrir un debate en referencia “a la diversidad, la inclusión, la formación artística y la democratización del acceso a la cultura en la capital”.

Organizaciones y representantes de varios colectivos de la actualidad integran los diálogos para reflexionar y compartir su perspectiva acerca de acciones realizadas en el espacio público, así como lo fue Octubre Azul.

Las actividades en torno a la conmemoración se llevan a cabo de manera virtual. (Foto Prensa Libre: Cortesía CCE)

Con esta actividad, también se pretende evidenciar cómo varias generaciones han mantenido la gestión cultural independiente en la ciudad de Guatemala. Azul 2020 se complementará de otros conversatorios que serán realizados el 21 y 28 de octubre, a través del perfil de Facebook del Centro Cultural de España.

“Más allá de hacer una celebración de la nostalgia (…) se trata de ubicar voces que están aportando su trabajo en el presente. Representan una muestra de una cantidad importante de colectivos que hoy trabajan por la cultura y el reconocimiento de temas importantes”, dice Javier Payeras, poeta que participó en Octubre Azul y quien actualmente es coordinador del CCE.

Solidaridad en el espacio público

La olla comunitaria, una iniciativa que surgió en marzo de este año y que se extendió hasta septiembre, llevó alimentos a los alrededores de zona 1 con el fin de sustentar a miles de personas en situación vulnerable.

Byron Vásquez, miembro de dicha iniciativa social y cultural, es uno de los participantes de Azul 2020. Cuenta que el proyecto surgió del Café pendiente, otra iniciativa similar que se había propiciado desde el restaurante Rayuela, que él coordina.

Con la llegada del Estado de calamidad, el restaurante tuvo que cerrar. No obstante, los involucrados siguieron preparando alimentos y optaron por salir a las calles a entregar desayunos y almuerzos bajo la iniciativa de La olla comunitaria.

Las entregas se realizaban en la zona 1, alrededor de la Plaza de la Constitución. Byron cuenta que al inicio se acercaban entre 20 y 30 personas a recibir alimentos, pero con el tiempo terminaron surtiendo cerca de 2 mil platillos.

Vásquez considera que además de tratarse de una acción solidaria, la iniciativa era una “denuncia por visibilizar a las personas que tenían necesidad de un plato de comida”.

La olla comunitaria se convirtió en una acción de protesta y ayuda social en Guatemala, durante 5 meses de pandemia. (Foto Prensa Libre: Cortesía Byron Vásquez)

Para el también DJ y realizador audiovisual hay una estrecha relación entre la propuesta de La olla comunitaria y el Festival artístico Octubre Azul. “En aquel entonces [2000] había una necesidad de expresarse. La olla vino a ser eso también: una expresión para las personas que no tienen una voz”, dice.

Vásquez participó en Octubre Azul como integrante de uno de los primeros grupos de zancos en la capital y recuerda tener una sensación de libertad en el exterior. Cuenta que dicho sentimiento se replicó este año con el desarrollo de La olla comunitaria.

Para el artista, esta actividad en beneficio a los más necesitados fue una manera de recuperar espacios “que son de todos los guatemaltecos” y a la vez, de denunciar injusticias.

Byron asegura que después de la experiencia, entendió que la solidaridad no es sinónimo de caridad, sino de convertirse en una voz para quienes no la tienen.

Crear para la ciudad

Luis Fernando de León es arquitecto, pero desde hace más de 10 años se ha dedicado a la activación cultural desde el colectivo Pie de Lana. La agrupación surgió en 2009 a partir de una convocatoria de gestión realizada por el Centro Cultural de España y la Unidad de Urbanística de la Municipalidad de Guatemala.

De esa cuenta, y sin concebirlo previamente, de León cuenta que empezó a trabajar en la agrupación que se formó por 15 personas que vivían alrededor del Centro Histórico de la zona 1 capitalina. “Ahí decidimos empezar a trabajar como un grupo por el arte”, cuenta.

Inspirados por el relato de José Milla, los integrantes bautizaron el colectivo como Pie de Lana. Desde aquel entonces, y antes de la pandemia, se han dedicado a activar espacios públicos para que vecinos y transeúntes salgan a las calles para acercarse al arte.

A la fecha han realizado pequeños festivales de cuadra, conciertos, obras de teatro, presentaciones del Ballet Moderno y Folklórico, entre otros.

Una de las actividades realizadas por el colectivo Pie de Lana, previo a la llegada del covid-19 al país. (Foto Prensa Libre: Cortesía Luis Fernando de León)

A decir del gestor cultural, activar desde el arte en las calles ha sido un gran reto. Durante estos años, entre solicitudes de apoyo a varias entidades y la búsqueda de financiamiento, la creación resulta ser una gran misión que pretende la conciencia social y cultural.

Para de León, quien además se encarga del espacio cultural Casa Roja, la ocupación de las calles puede ser muy beneficiosa para los creadores y los habitantes de la ciudad.

Aunque en la actualidad muchas de esas actividades quedaron restringidas por la pandemia del covid-19, el arquitecto asegura ha sido importante que los artistas se muestren para dejar el anonimato y así, acercarse a nuevos públicos. Esto permite más información y conocimiento artístico, infiere.

“El propósito es el de un cambio para un país como este”, expresa el gestor cultural. Además, esto se complementa con una de las primicias que también ha perseguido el colectivo Pie de Lana: recuperar espacios públicos que han estado degradados por la violencia y en los que personas han podido apropiarse desde el sentir artístico, así como lo fue el Festival Octubre Azul.

Huella contracultural

El festival que por estos días conmemora el Centro Cultural de España fue el resultado de grupos de cooperación que pretendían “un proyecto cultural de gran magnitud”, cuenta Rosina Cazali, quien fungió como una de las curadoras de aquel evento.

Cazali narra que, aunque no se pretendía que fuera una actividad meramente en el espacio público, fueron los artistas involucrados quienes tomaron las calles por su necesidad de interacción.

El performance “Boda con una vaca” del artista Alejandro Marré buscaba cuestionar los roles del matrimonio, en el marco del Festival Octubre Azul. (Foto Prensa Libre: Cortesía CCE)

Además, estos se veían motivados por la energía de una escena rock cultivada en la década de 1990, así como por la apertura de nuevos espacios para creadores. “Esta generación se reconoció y arraigó en el espacio urbano. Se identificó con una ciudad caótica pero llena de oportunidades para establecer narrativas, imágenes y acciones interesantes”, complementa.

La desobediencia artística habría tomado las calles. En ese sentido, también figuraban las mujeres que salían a expresarse y visibilizarse en tiempos convulsos.

“Las artistas que participaron en Octubre Azul desafiaron las miradas convencionales, definieron y ganaron el derecho de expresarse desde sus propios territorios (…) a través de sus cuerpos, algunos desnudos, las artistas mujeres se sumaron a la larga historia que reivindica el argumento de lo personal es político”, cuenta Rosina.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.