La mayoría de los trastornos de la voz (disfonías) se atribuyen a infecciones víricas o por un uso deficiente, y casi nunca se señala al estrés como culpable. En este artículo se describe por qué, ante una situación de estrés, no es útil tratar la disfonía con medicamentos o educación vocal si no se pone solución al problema subyacente, la tensión psicológica que bloquea las cuerdas vocales.
Las situaciones estresantes provocan una tensión generalizada en cabeza, cuello, garganta y mandíbula, así como en la parte superior del pecho, la espalda y los hombros, que fluye a través de todo el mecanismo de la voz. Cuando la presión es demasiado grande, las cuerdas vocales dejan de trabajar de forma eficiente. Esto conduce a cambios en la calidad de la voz, sobre todo, respecto al tono, el volumen y la resonancia.
Así, parece indiscutible que cualquier desempeño profesional en el que se asocien el estrés (conflictos psicológicos) y el uso de la voz, como el ámbito educativo, puede conducir a la fatiga vocal o, incluso, a la disfonía. Ambos trastornos tienen en común la generación de una tensión psicosomática excesiva. Ante una afonía o disfonía, hay que acudir a un especialista para que dé el diagnóstico y tratamiento adecuado.
También los cuadros alérgicos y algunas infecciones víricas pueden provocar disfonías. Las infecciones que afectan a las vías respiratorias superiores, sobre todo, se centran en la garganta. El sistema inmunológico, el responsable de combatir estas agresiones, puede estar deteriorado por culpa del estrés y no ser capaz de enfrentarlas.
En los grupos de mayor riesgo de sufrir estrés, como el sector educativo, es fundamental proteger la voz. No se trata tanto de incidir en ella, que también es importante, como sí de poner remedio a lo que provoca tensión.
Así, aliviar o reducir el estrés mediante ejercicios relajantes y suaves o la meditación, que se ha constatado que puede rebajar la tensión; utilizar otras herramientas educativas, además de la voz; y mantener una buena aclimatación en el lugar de trabajo, poniendo atención en las zonas de cuello y garganta.
El cuidado de la voz es esencial. Más aun en invierno, cuando se ve sometida a contracciones y tensiones musculares y a las bajas temperaturas. Por eso, es importante abrigarse bien y tener un cuidado especial con la garganta: intentar hablar de manera que uno se sienta cómodo, sin forzarla, y llevar una dieta saludable, sobre todo a base de bebidas y alimentos que no se estén a temperaturas extremas (ni muy frío ni muy caliente).
Medicaciones habituales para alergias estacionales pueden arriesgar el buen estado de la voz, como algunos antihistamínicos y fármacos para la tos y los resfriados, que pueden resecar la garganta. Por lo tanto, hay que tomarlos siempre bajo prescripción médica y con suficiente agua.