Escenario

Los cinco sentidos de la Semana Santa

La Semana Santa de Guatemala, que conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, teje numerosas tradiciones, sumadas a la fe, que atraen a locales y extranjeros.

La Semana Mayor da la oportunidad de vivirla a través de los cinco sentidos. (Foto Prensa Libre: Edwin Castro)

La Semana Mayor da la oportunidad de vivirla a través de los cinco sentidos. (Foto Prensa Libre: Edwin Castro)

En nuestro país destacan las solemnes procesiones en la ciudad capital, la Antigua Guatemala y Quetzaltenango. Sin embargo, esta tradición, Patrimonio Intangible de la Nación, no es exclusiva de estas ciudades, pues a varios municipios y aldeas también llega el esplendor de esta conmemoración.

Miguel Álvarez, cronista de la ciudad, explica que durante la Semana Santa los sentidos se abren a un mundo lleno de sincretismo donde la vista, oído, gusto, olfato y tacto pueden experimentar en esta época de devoción.

El ambiente también se colma de aroma el cual constituye parte del ritual del catolicismo.

Fernando Urquizú, doctor en Historia del Arte, revela que el incienso que se usa en las procesiones ha sido utilizado para purificar el ambiente y hacerlo propicio para las plegarias. A esto se suma la gastronomía de estos días, las marchas fúnebres y las alfombras que son parte de esta tradición llena también de arte, en la cual convergen los sentidos para ofrecer un universo de signos y recuerdos que hacen que las personas la aprecien y vivan, aun sin compartir la misma fe.

En esta edición se incluyen diferentes aspectos que forman parte de las tradiciones de Semana Santa.

Exquisitos aromas
El olor del corozo,  incienso, el pino, las flores y frutas, son todo un código para establecer la identidad de la Semana Santa.
Cuando un  guatemalteco huele una ramita de corozo inmediatamente piensa en la Cuaresma.
Las rosas abandonan su característico aspecto romántico, y transforman sus fragancias enamoradas en tenues vahos  de muerte santa y resurrección durante la Semana Mayor.
El ambiente se colma de fragancia a incienso que prepara a los penitentes, peregrinos y devotos para esos  instantes de contemplación.

Armonía
En todo el país, las calles se encadenan unas a otras con  las alfombras que reúnen los elementos de   la tierra y despiden una fragancia  única en el país. Con ellas, además del sentido del olfato se mezcla el de la vista, al apreciar tal arte, y el del tacto, al elaborarlas.
El sentido del olfato también  se enriquece con el olor a tamalitos  que aparece en las mesas vestidos con tusa. El aroma de la pimienta gorda y rapadura mezclado en el dulce de ayote también es un festín para los sentidos.

Notas de devoción
La música del ciclo cuaresmal en el  país tiene rasgos idiosincráticos, que por las  peculiaridades artísticas  muestran la enorme vocación de los pueblos prehispánicos. Una de las muestras más interesantes que respalda esta característica es el hallazgo arqueológico de una gran cantidad de instrumentos autóctonos, entre los que sobresalen pitos, flautas,  chinchines, maracas, tambores, trompetas de madera, caparazones de tortuga, cañas tubulares con percusión interna, raspadores hechos de huesos y caracoles.

Veneración
La música que acompaña a las procesiones tiene su origen en el siglo  XVI, cuando se sincretizaron las religiones de los indígenas del actual territorio de Guatemala con la  católica romana.
En el país existen aproximadamente dos mil 500 obras fúnebres originales escritas por guatemaltecos. Las marchas procesionales constituyen el mayor aporte que se ha dado al desarrollo de la música occidental surgida en el seno de la sociedad a finales del siglo XVI, con el objetivo de acompañar los cortejos procesionales de sepultados y nazarenos durante la Cuaresma.
La música sirve de fondo, como presencia inconsciente de todo lo que acontece  en esa semana llena de contemplación. Se dice que esta es la conexión a lo sagrado y permite apreciar la experiencia estética de unir la imagen y sonido en una sola.

Arte y fervor
El sentido del tacto también se hace presente en la Semana Santa tanto con la elaboración de alfombras como los penitentes que cargan el anda.
Flores, aserrín, pino, corozo, frutas y vegetales se extienden  en colorida armonía, delimitando el espacio por donde  pasará el cortejo  procesional, no solo una imagen devocional, sino la misma historia de un pueblo que el cristianismo marcó.
Estas alfombras por donde pasa el cortejo procesional  son  un  elemento singular, creativo y colorido. Representan una  manifestación artística, considerada  expresión del arte popular que incorpora  una simbología cultural.
Sello
“Son un vivo ejemplo del mestizaje cultura.  Destaca su belleza, majestuosidad y un sentir popular, único que adquiere diversos matices según el lugar  al que se representa”, dice  Miguel Álvarez, Cronista de la Ciudad.
Entre las más famosas  se encuentran las que se elaboran en la Capital, Antigua  Guatemala y la ciudad de Quetzaltenango.
La alfombra de mayor extensión es la que cada Viernes Santo se elabora en San Cristóbal, Alta Verapaz, donde a lo largo de un kilómetro se tiende una  multicolor de variados diseños que sin interrupción baja desde el templo del Calvario hasta el parque central.

Inundan las pupilas
La Semana Santa despide un tono morado, un color litúrgico que representa penitencia y dolor.
Es este color el que portan en su vestimenta los cucuruchos, pero también el de  las flores que acompañan a la mayorías de andas y sobre estas se levanta un decorado, como cuadro portátil en donde se coloca la imagen venerada.
Estos adornos han evolucionado a través del tiempo. Lo que ahora se ve son creaciones de  escenas o momentos conmemorativos  que, en conjunto con la imagen,   integran los materiales  adecuados que proporciona la época, así como la tecnología de punta.

Naturaleza
Las vallas que forman los árboles de jacaranda y buganvilias armonizan con las  andas llenas de  detalles, así como   los penitentes, la venta de chupetes, empanadas, y el color morado blanco y negro ofrecen un escenario único en el país.
Todo este espectáculo es un agasajo visual propio de la época cuaresmal. Por eso se dice que el sentido de la vista también disfruta con estas tradiciones, tal y como en el caso de las frutas, que son elemento principal de los huertos, que acompañan las imágenes pasionarias además de flores y velas.
Las casas y edificios también se visten de Semana Santa con moños o cortinas de  color morado, rojo y negro.

Seducción para el paladar
La gastronomía de la Semana Santa  es un fenómeno cultural que evidencia el apego de la sociedad a los rituales.
Las ollas cargadas con cuadros de panela disueltos en agua, con clavos de olor, trozos de jengibre machacado, pimienta gorda que envuelven los trozos de ayote que lentamente se cocinan, son muestra de ello.
En otro lugar,  el pescado seco  en remojo, la flor de izote preparada de distintas maneras,  los llamados encurtidos que son una especie de ensalada de remolacha zanahoria, arveja, ejote y repollo y  el garbanzo guisado se suman a la lista.
La lista gastronómica continúa con los tamalitos de viaje, el batido la bebida tradicional de las velaciones en Antigua Guatemala a base de cascara de piña, jengibre, panela y pimienta gorda.
El chocolate caliente propio del desayuno de Jueves Santo, especialmente en el altiplano acompañado de pan de yemas untado con miel de abeja, es parte de la tradición que agasajan el paladar, así como las  torrejas, molletes, hojuelas, dulces de chilacayote y garbanzo y  empanadas.

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