El diablo judeocristiano es la antítesis de Dios y representa la oscuridad y la maldad. De acuerdo con el cristianismo, proviene de una rebelión de Luzbel y de sus seguidores que quisieron parecerse al Creador, pero fueron expulsados del cielo, explica el cronista.
DESCARGA – Recorrido y simbolismo de esta festividad
El término demonio viene del griego daimon, que era un espíritu o protector, no maléfico, hasta que este término pasó al cristianismo con el significado actual. Los hebreos lo llamaban Satán, el enemigo, que se tradujo al griego como diabolos —adversario o perturbador— de donde procede el diabolus latino y el diablo en castellano. También se le conoce como Behemón, Mammon y Moloch.
Se describe como un tipo inferior de persona sobrehumana, considerada enemiga de la humanidad y que se describe en numerosas religiones, dice la tesis de licenciatura de Miguel Álvarez.
Los antiguos habitantes del país no tenían idea del diablo, aunque sí creían en los malos espíritus. Gustavo Correa, en su libro El espíritu del mal en Guatemala, afirma que el concepto del espíritu del mal, importado de España en el siglo XVI, desempeñó un papel importante. “Los evangelizadores con su Dios católico omnipotente y abstracto traían también un enorme diablo, devastador y poderoso”, expone.
Sin embargo, el concepto cobró otro significado. El diablo en las loas —montajes escénicos populares que se presentan el 8 de diciembre—, aunque sea el mal representado, tiene alto grado de comicidad. “Es un personaje gracioso y el más querido por el pueblo hasta el extremo de que una loa con diablo es éxito seguro”, afirma el historiador Celso Lara.
Tener más control
Monitoreos que se han hecho el día de la quema del diablo han revelado que esta práctica aumenta el número de sustancias que afectan el ambiente y la salud, afirma el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales. Por ello, se recomienda evitar quemar objetos como llantas, envases plásticos o de productos tóxicos o baterías.
“Esta es una tradición que no debe desaparecer, sino controlarse, ya que dura solo unos minutos, una vez al año. Convendría prevenir la contaminación perenne de la ciudad, contra la cual no existen campañas”, dice Álvarez.