“Queríamos mirar hacia delante, no hacia atrás“, explicó Antoni Burakowski. “Pintamos cosas, decidimos no mirar telas de nadie, hacer algo mucho más abstracto” , agregó.
Para producir esta colección crearon sus propios dibujos y cuadros con spray, acrílicos y pasteles, todo lo que tenían a mano, antes de plasmarlos en sus diseños voluntariamente sencillos.
Todo ello mientras escuchaban músicas que hasta entonces desconocían, como la de la banda de instrumentos de metal que, con sus integrantes vestidos con sacos rojos, pantalón azul y casco blanco, amenizó el desfile.
El resultado son unos vestidos fluidos, generalmente hasta la rodilla, en los que los grandes protagonistas son los estampados, geométricos, florales o a modo de grafiti, a veces sólo de adorno, aparentando un cinturón, un cuello, un lazo o grandes piedras preciosas.