La sesión comienza con una limpieza de cutis y una máscara de gel frío, que se aplica sobre la piel para inducir el movimiento de los caracoles una vez se colocan sobre el rostro.
Tras retirar la mascarilla, las esteticistas colocan entre tres y cuatro caracoles orgánicos importados de Suiza en la cara de sus pacientes durante alrededor de cinco minutos, según detalla el diario nipón Nikkei.
A pesar de que al inicio la sensación puede resultar algo extraña para algunos clientes, una vez superada esa primera impresión el movimiento lento y aleatorio de estos moluscos termina por ser agradable, según asegura la empresa tokiota.