La diseñadora británica Stella McCartney se decidió por el satén, la seda y la organza en una primavera-verano de fluidos tonos tierra. La opacidad fue variable en los primeros vestidos que combinaron la transparencia de la parte inferior con las formas holgadas.
Los trajes de chaqueta y pantalón fueron de corte sobrio, recto, casi masculino, en una colección que optó deliberadamente por los conjuntos de un solo color o a lo sumo combinaciones con blanco o negro.
McCartney experimentó con la dureza de una bomber -chaqueta originalmente usada por aviadores- larga que desfiló en solitario, y con la delicadeza de prendas inspiradas en la lencería y ropa de cama, como los vestidos de encaje.
En la primera fila del desfile, que se celebró en la histórica ópera Garnier de París, estaban el ex Beatle Paul McCartney, padre de la diseñadora, la actriz mexicana Salma Hayek, la directora de Vogue, Anna Wintour, y el artista Jeff Koons. Sobre la pasarela, destacaron la modelo británica Cara Delevingne y la australiana Miranda Kerr.
Los estampados se redujeron a una reproducción de la piel de cocodrilo, cuyas escamas también tuvieron una versión en delicado relieve. Entre los diseños más llamativos de una colección en tonos color teja, marino, tierra y rosados, destacó el traje de cazadora y pantalón de encaje.
La serie se complementó con pantalones de cintura muy alta, tirantes cosidos en forma asimétrica y escotes en V pronunciada o en escote recto por debajo de los hombros, sin tirantes y los hombros y el cuello despejados.