Salud y Familia

Cómo enfocar la felicidad

Durante mucho tiempo, los lectores me han hecho una serie de preguntas sobre el tema de la felicidad. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez qué es la felicidad? ¿Quién no la ha deseado? ¿Quién no sueña con ser feliz?

Yo —como muchos— también me he detenido a meditar sobre el verdadero sentido de la felicidad y he divagado sobre lo que es realmente este factor humano, tan enigmático para muchos, filosófico para otros… Y a la vez tan sencillo, porque la felicidad no es más que un modo de vida. Pero, sí, la pregunta, inmensamente importante, solo la puede responder Dios.

Hace ya unos años, un lector me escribió un interesante mensaje que aún recuerdo, lleno de preguntas como estas: ¿Quiénes son más felices, los que viven en el campo, en los pueblos, en las grandes ciudades, los que viajan por placer por todo el mundo, los que llegan a presidentes o reyes? ¿Será acaso más feliz el hombre más rico del mundo?

En otra de sus reflexiones se preguntaba: ¿O será más feliz el hombre que ama a Dios y sirve a su prójimo, los que creen y tienen temor de Dios? Y, sin ninguna duda, yo le respondí: El más feliz es el que ama a Dios y sirve al prójimo.

Es una cadena de divagaciones que comúnmente hacemos; lo cierto es que los momentos de felicidad a todos se nos presentan, solo que hay que aprovecharlos con sabiduría. Percibiendo las cosas buenas y haciendo a un lado las cosas negativas.

Lamentablemente, muchos seres humanos viven insatisfechos de la vida que Dios les ha dado. Complican cada momento de su vida sin darse cuenta de que la felicidad está a su alrededor, tocando las puertas de su corazón, para vivir en paz y en comunión con Dios.

Y la vida es como es y así la tenemos que enfrentar. Ni el poder ni los bienes materiales dan la felicidad. Cuando hay una mente sana y un corazón puro, allí sí está la felicidad, la paz, el amor, la esperanza y el optimismo.

El doctor Frank S. Caprio, un notable psiquiatra del siglo XX, aconseja en su libro Sea usted su propio psiquiatra, esta técnica de autosugestión, para repetirse cada día, y adquirir mayor confianza en sí mismo: Creo en mí. Estoy conquistando mayor paz espiritual. Puedo ser más feliz. Soy más feliz.

Así, ayudándonos con tantas cosas —muchas veces sencillas— se puede llegar a ser feliz como un niño. Lo que las personas necesitan es buscar siempre la solución a sus problemas.

Yo siempre escuché a mi padre decir un refrán, que no por simple y popular no encierra mucha sabiduría: Si tu mal tiene remedio de qué te afliges, y si no tiene remedio, ¿de qué te afliges? Por cierto, que para entenderlo me costó mucho… Entonces, ¡apostemos todos a la felicidad!

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