Salud y Familia

Cuando los familiares mayores muestran desdén por las restricciones del coronavirus

Aunque el virus plantea una mayor amenaza para las personas mayores, algunos hijos de mediana edad sienten que sus padres no se lo están tomando con seriedad suficiente.

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Lorenzo Gritti

Lorenzo Gritti

Quedé ronca de tanto gritarle a mi madre la semana pasada.

“¿De verdad entraste al elevador de tu edificio con otra persona?”.

Culpó a la otra persona por quedarse en medio del elevador; yo la culpé por entrar y ponerse en riesgo de contagiarse de coronavirus.

Para cuando mi padre de 88 años tomó el teléfono, recordé la teoría de la investigadora Brené Brown acerca de que la vulnerabilidad abre todas las puertas. Conmovería a mi padre compartiendo mi temor más grande.

Le dije que lo amaba y que la idea de perderlo me resultaba devastadora. Le pregunté: “Papá, ¿tienes miedo?”.

Se rio. “¿De qué hay que tener miedo? Si me contagio, les diré: ‘¡Sayonara!’”.

A pesar del mayor riesgo que representa el virus para las personas mayores, mis padres se muestran inexplicablemente tranquilos al respecto.

Y no soy la única. Desde cada rincón de nuestra comunidad virtual, a la hora del coctel de Zoom, en Google Hangouts y en los tableros de mensajes privados, he sabido de otros miembros de la generación sándwich que luchan por convencer a sus seres queridos de mayor edad para que se protejan de una posible sentencia de muerte a causa de la COVID-19.

“Mi madre sigue yendo al mercado y al servicio postal, aunque tenga un ayudante”, dijo Claire Muirhead, una escritora de Los Ángeles que hace poco se recuperó de COVID-19. “Tiene 90 años. Sabe lo enferma que estuve y, aun así, nadie la detiene. Ya no sé qué hacer”.

Tenemos buenos motivos para preocuparnos. De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, ocho de cada diez muertes reportadas en Estados Unidos han sido de adultos de 65 años o más.

“No podemos fingir que esto no es un asunto de vida o muerte”, comentó Tara Brach, psicóloga y autora de “Radical Acceptance. “Esto es real. Son personas que amamos y tememos perderlas”.

Para algunos hijos adultos, esto implica lidiar con la angustia de no poder ver a sus padres, que están en cuarentena en asilos para ancianos.

Para las personas cuyos padres viven de manera independiente, a menudo es un desafío hacer que nuestros seres queridos mayores se tomen los riesgos tan seriamente como nosotros. Vi a mi suegro, radiólogo, cuando iba camino a jugar a las cartas con sus amigos en Boca Raton, Florida, un día antes de que ese estado emitiera la orden de quedarse en casa.

“Solo porque son amigos no significa que no tengan el virus”, le dije. Se rio y respondió: “Apreciamos tu preocupación”. Y después se fue a jugar.

De acuerdo con los expertos, mi enfoque estaba destinado al fracaso.

“Si lo haces con ansiedad, y la intención inocente y amorosa de controlar, todos los seres humanos de la Tierra se opondrán a eso”, dijo la socióloga Martha Beck. “Hay algo acerca de la autodeterminación que es fundamental para todos los seres humanos”.

También hay una inversión de los papeles que resulta muy importante en la relación entre padres e hijos. “A principios de tu vida, estabas del otro lado de esta batalla por la autonomía”, dijo David Fish, un terapeuta que se especializa en terapia dialéctica del comportamiento. “Ahora los padres mayores son los que tienen problemas con los límites de su libertad y con que las otras personas les digan qué hacer”.

El efecto de la positividad con la edad

Parte del problema, de acuerdo con Claudia Haase, psicóloga y directora del Life-Span Development Lab en la Universidad Northwestern, es que los adultos mayores quizá no sientan el mismo nivel de amenaza que los jóvenes.

“Un gran número de obras científicas ha documentado cambios relacionados con la edad que hacen que las emociones negativas sean más pequeñas y las emociones positivas más grandes”, dice Haase. “Los adultos mayores a menudo son expertos en alejar su atención de información amenazadora, inquietante y negativa”.

La prioridad para los adultos mayores, explica Haase, es aprovechar al máximo su tiempo limitado en el mundo, y lo que más valoran es la conexión social. “Para ellos, quedarse solos en casa con sus pensamientos y sin ningún lugar al cual ir puede ser una situación aterradora”.

Y además está el hecho de que los adultos mayores quizá no se consideren viejos. “Es posible que los adultos mayores no crean estar expuestos a un mayor riesgo por la COVID-19 porque la vejez conlleva muchos estigmas. La gente se muestra muy reacia a describirse en esos términos”.

Cómo hacerte escuchar

¿Entonces cómo explicarles tus preocupaciones a los familiares mayores?

Brach cree que el comienzo es la autocomprensión. “Cuando les hables, pregúntate: ¿qué pasa contigo? En cuanto empieces a nombrar lo que está pasando debajo de toda esa agitación, llegarás a tu dolor preventivo: no quieres perderlos”.

Beck recomienda un enfoque sencillo y práctico para lidiar con ello, y gestionar la ansiedad, cuando los familiares mayores no ven los riesgos como tú. “La idea es invertir la situación: debes manejar tu propia ansiedad primero”.

Sugirió ser directo, proporcionar un razonamiento sólido y ser claro acerca de las consecuencias. “Puedes decirles que estás preocupado y por qué quieres que hagan lo que les pides”, comentó. “Debe ser un enfoque racional. No puedes solo decir algo como: ‘Yo conozco mejor la situación y deben hacerlo porque yo lo digo’”.

Y quizá debas reconocer la peor posibilidad. “Podría ser algo como: ‘Mamá, vives en Florida e irás a la playa. No puedo detenerte. Pero, si te enfermas, no podré ir a verte. Y, si mueres, quizá mueras sola, y no podré estar contigo’. Eso quizá suene hostil, pero es cierto. Deja que consideren la posibilidad real de lo que podría ocurrir”.

Aceptación radical

Cuando todo lo demás fracasa, Brach se ayuda del arte y el poder de la aceptación radical, tanto para nuestros seres queridos como para nosotros mismos.

“Debe haber una renuncia, porque, al final del día, no puedes controlarlos”, dijo. “Son responsables de su vida y de su muerte”.

En cuanto entiendas eso, dijo Brach: “Te dices a ti mismo: ‘Tengo miedo. Estoy indefenso. Siento el dolor de lo que podría ocurrir’. Y aquí es donde está el verdadero dolor. Te pones la mano en el corazón y ofreces compasión a esa parte tuya que se siente indefensa y teme la pérdida”.

El acto de poner físicamente tu mano en tu corazón es vital, dijo Brach, para tener paz. “Hay una red de neuronas en el área del corazón. Cuando hay calor y presión ahí, se calma el sistema nervioso simpático y se reducen los centros de temor del cerebro”.

¿Y qué pasa con esas ideas ansiosas y aceleradas?

“Debemos recordar que solo porque esto se sienta como una catástrofe, no necesariamente significa que lo es”, comentó Fish. “Lo que te molesta en este momento es tu imaginación. No es lo que está ocurriendo en realidad. Nuestras mentes pueden anticipar las consecuencias y convertirlas en algo muy presente para nosotros, lo cual es útil, excepto cuando no lo es”.

Aunque el virus plantea una mayor amenaza para las personas mayores, algunos hijos de mediana edad sienten que sus padres no se lo están tomando con la seriedad suficiente. (Lorenzo Gritti/The New York Times)

Julie Fingersh es una escritora y colaboradora regular de O, The Oprah Magazine.