Los menores que eran descritos por sus padres como “más especiales que los otros niños” o que “merecen algo extraordinario de la vida” tenían más posibilidades de registrar altas puntuaciones en los exámenes de narcisismo que los pequeños que no recibían este tipo de halagos.
Los investigadores también midieron la forma en que los padres sobrevaloraban a sus hijos al preguntarles si coincidían con declaraciones al estilo de: “Mi hijo es un gran ejemplo a seguir por los otros niños”.
Los niños tenían entre 7 y 11 años cuando comenzaron a ser parte del estudio. Ellos y sus padres fueron encuestados cuatro veces distintas, cada seis meses.
“Los niños les creen a sus padres cuando estos les dicen que son más especiales que los demás”, dijo Brad Bushman, coautor del estudio y profesor de comunicación y psicología de Ohio State University. “Esto tal vez no sea positivo ni para ellos ni para la sociedad”, agregó.
El apoyo y la calidez de los padres podría ser una estrategia mejor que la de inflarles el ego, halló el estudio.
Los jóvenes que dijeron que sus padres les decían a menudo cuánto los amaban, tenían más probabilidades de registrar alta autoestima, pero no narcisismo.
Los niños con alta autoestima no se veían a sí mismos como más especiales que los demás, pero sí se decían felices consigo mismos y contentos con su propia manera de ser.
“La gente con buena autoestima no cree ser mejor que los demás, mientras los narcisistas piensan que sí lo son”, dijo Bushman.
El líder del estudio, Eddie Brummelman, un investigador de posdoctorado de la Universidad de Amsterdam en Holanda, dijo que los padres probablemente tienen buenas intenciones cuando les dicen a sus niños que son especiales, pero que según su estudio todo lo que logran es fomentar el narcisismo y no la autoestima.
“En lugar de elevar la autoestima, las prácticas de sobrevaloración inadvertidamente elevan los niveles de narcisismo”, dijo Brummelman.
Pero los padres no son los únicos culpables. Como otros rasgos de la personalidad, la genética y el temperamento propio del niño también tienen que ver, según el estudio.
Pero Bushman, padre de tres, dijo que su estudio lo ha hecho más consciente de las palabras que elige.
“Cuando comencé a hacer esta investigación en los años 1990, solía pensar que mis hijos debían ser tratados como si fueran súper especiales. Ahora tengo cuidado de no hacer eso”, dijo.