Salud y Familia

Para las mujeres de ayer, hoy y mañana que la discapacidad no ha sido obstáculo para salir adelante

La Plataforma Nacional de Organizaciones de y para Personas con Discapacidad comparten este artículo sobre el papel de varias mujeres que han destacado pese a su discapacidad o han defendido los derechos de familiares con capacidades diferentes.

Hace 247 años, en Bonn, Alemania, María Magdalena decide no abortar a su quinto hijo, luego de cuatro embarazos complicados, dos de ellos finalizados con muerte. Solo hace 58 años en Lajatico, Italia, Edi toma una decisión parecida, no abortar a su hijo a pesar de la recomendación de los médicos, debido a la probabilidad de nacer con discapacidad.

En 1880 nace en Alabama, Estados Unidos, Helen, quien adquiere una deficiencia a los 18 meses, que la hace perder la vista y el oído de manera total. Años después se convierte en escritora, oradora y activista política. En 1907, nace Magdalena Carmen, quien contrae poliomielitis y años después es víctima de un accidente de tránsito que le agrava su condición. Se convierte después en famosa pintora y activista política.

Jane decide casarse, en 1965, con su pareja, a pesar de que había sido diagnosticado con una deficiencia severa, pero decide acompañarlo en la vida para que concluyera sus estudios de doctorado.

En las primeras décadas del siglo pasado, Elizabeth dedica años y décadas de trabajo para revolucionar el tratamiento de rehabilitación de la poliomielitis, hasta entonces campo dominado solo por médicos. Ella era enfermera formada en Australia y decide viajar a Estados Unidos y atender las secuelas de la infección.

Cuando se habla de discapacidad y mujeres, se tiene claro que existen varios escenarios en las cuales aparecen como madres, esposas, mujeres con discapacidad y acompañantes de luchas.

Escenarios complejos, porque desde épocas remotas las madres son las responsables del cuidado y acompañamiento de los hijos e hijas con discapacidad, no siempre por decisión propia. Algunas veces enfrentan el abandono, incomprensión y negligencia de los padres, porque ellas abandonan su proyecto de vida por el de sus hijos e hijas, y se resignan a vivir una vida en función del otro.

Tener una deficiencia no es ninguna ventaja, sobre todo si se es mujer en sociedades patriarcales y machistas, así como asumir la responsabilidad de acompañar la lucha por los derechos de personas con discapacidad con las incompresiones que pueda acarrear.

En todo caso, la historia nos deja claras lecciones: frecuentemente son las mujeres las que han montado una lucha incansable por la inclusión de sus hijos, hijas y esposos con discapacidad y por la reivindicación de sus derechos.

En estos escenarios existe una serie de injusticias, dolores, sufrimientos, pero también aprendizajes, enseñanzas, muestras de coraje y valentía. En muchas ocasiones, la adversidad ha sido la mejor escuela, la soledad la mejor consejera y la incomprensión la mejor guía.

Ante la indiferencia de esta sociedad y la falta de responsabilidad de la institucionalidad pública son las mujeres las que han abanderado la inclusión de personas con discapacidad.

Reconocemos que no existe diferencia entre María Magdalena Van Beethoven, o Edi Bocelli, madres de Ludwig y Andrea, quizás lo más evidente, es que no es en Bonn o Lajatico, es en Guatemala donde Caridad, Lilli, Rocío, Hellen, Kareen y Ana resisten al sistema, luchan, discuten por cambiarlo y por construir un mundo en donde todos seamos incluidos.

No es solo en el campo de la política y la pintura, como lo hizo Helen Keller o Magdalena Carmen Frida Khalo, en donde mujeres, a pesar de las grandes desigualdades, construyen un proyecto de vida digno para ellas, sus familias, comunidades y país. Así es como Albita lo hace en el deporte; María Eugenia, en el campo de la cultura, Isabel, en la moda, o Ericka en la docencia.

Esto nos hace pensar que estas luchas emprendidas por mujeres deben alentarse con mayor énfasis, acompañarse con mayor decisión y exigir con mayor fortaleza para que existan menos casos de vidas relegadas, como el caso de Jane Wilde Hawkin. En todo caso, reconocer la claridad y coherencia de las decisiones de Jane.

Elizabeth Kenny es la enfermera que dejó claro que existe un compromiso humano con el tema, más allá de la cercanía familiar o la responsabilidad profesional. La solidaridad, como gesto humano, es un aprendizaje valioso a considerar y que tanto como Elizabeth o Ann Sulivan, existen aportes encomiables como los de Anneliza, Marielos, Silvia y Karla.

Este 8 de marzo que sea un día para conmemorar estas luchas, este esfuerzo, plasmado de esperanza, alegría y, sobre todo, de ternura. Que nuestras miradas de madre, de mujer, de profesionales se sobrepongan a las diferencias y que la utopía de contribuir a la construcción de un mundo para todos siga latente, al reconocer los grandes obstáculos de la sociedad, pero, sobre todo, las grandes fortalezas.

Perdona, se que hace falta tu nombre …

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