Trastorno mala conducta
Para saber si una persona padece el trastorno en mención, los psiquiatras Coccaro & McCloskey (2010) proponen una serie de criterios diagnósticos procedentes de las observaciones clínicas y la investigación, en el libro Impulse Control Disorders. Por un lado, episodios recurrentes de descontrol de impulsos agresivos que llevan a la agresión verbal o física a otras personas, animales o propiedades, con un mínimo de dos veces semanales durante un mes. También puede tomarse el criterio de tres episodios de agresión física hacia otra persona o destrucción de la propiedad durante el curso de un año. Por otra parte, la agresión se da en grado desproporcionado a la provocación o estímulo precipitante, y no es premeditada o con la intención de conseguir un objetivo —dinero, intimidación, etcétera—.
Los autores también destacan que el comportamiento agresivo produce remordimientos una vez terminado el episodio explosivo y dificulta el funcionamiento social diario de la persona. Además, señalan que este comportamiento no puede explicarse por otros trastornos médicos, mentales o abuso de sustancias.
Qué ocurre
Las investigaciones han demostrado que el TEI está relacionado con una alteración de los niveles de serotonina e insulina, y con menor metabolismo de la corteza prefrontal; también con una mayor actividad de la amígdala.
La buena noticia es que puede tratarse con terapia psicológica cognitivo-conductual y farmacológica. A los pacientes se les enseña a que controlen sus impulsos, aumenten la conciencia sobre la ira y aprendan cómo controlarla, así como a tratar el estrés emocional que se presenta.
La relajación también forma parte de este tipo de tratamiento. Más novedosa es la práctica de entrenamiento cognitivo como con juegos de atención y control inhibitorio parece haberse mostrado eficaz en el tratamiento de otros trastornos de control de impulsos como el síndrome de Tourette o el déficit de atención con hiperactividad.
Con información de Muyinteresante.com
Más del tei
El trastorno explosivo intermitente afecta más a hombres que mujeres.
Los episodios son breves, no más de tres minutos, pero las consecuencias de lo que sucede en ese tiempo son desagradables y a menudo imprevisibles.
Desaparecen de manera brusca, de tal modo que los pacientes casi no perciben ni el principio ni el fin del episodio.
Una vez que este termina la agresividad desaparece pero surge mucha culpabilidad.
Lo más curioso de este problema es que choca con la personalidad que no es nada impulsiva o agresiva.