“El estrés agudo altera la forma en que nuestro cerebro funciona. Este cambio de estado cerebral se puede entender como una redistribución estratégica de los recursos que son vitales cuando la supervivencia está en juego”, explica el estudio.
Cuando el cerebro se altera, nuestros sentidos se agudizan y el temor crea un estado de alerta que fortalece los recuerdos de las experiencias estresantes, aunque perjudica nuestra capacidad de análisis.
Este tipo de estudio realizado con anterioridad sobre animales expuestos a estrés agudo marcó unas pautas sobre las reacciones neuroquímicas, pues se liberan varias hormonas y neurotransmisores que son capaces de alterar algunas propiedades celulares a gran escala en poblaciones neuronales en el cerebro.
La activación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA), lo que resulta en aumento de la liberación sistémica de los corticosteroides, es el sello distintivo de la respuesta a la tensión.
Sin embargo, el equipo de Hermans concluyó que el bloqueo del cortisol no influyó en la reorganización de la red celebral.
“Hemos mostrado que la actividad neuromoduladora noradrenérgica en la primera fase de respuesta a la tensión provoca una reorganización de recursos neuronales. Éstos establecen una red que contiene zonas involucradas en la reorientación de la atención, el aumento de la alerta perceptiva y el control automático neuroendocrino” , añade.
Los científicos expusieron a los participantes a materiales cinematográficos muy aversivos y a otros corrientes para comparar las reacciones cerebrales mediante resonancia y analizar los compuestos salivales en cada una de las situaciones.
Otra de las conclusiones del estudio es que las situaciones de estrés agudo hacen difícil deliberar lentamente, mientras que se activan en el cerebro las regiones implicadas en la atención y la alerta, así como el sistema neuroendocrino.
El experimento fue realizado a 80 voluntarios.