Querida amiga: Qué bueno que haya buscado el alero de esta columna para desahogar sus emociones, sus dudas y preocupaciones, que en esta época se le complican con soledad y nostalgia. Pero le diré, con sinceridad, que lo normal es sentir entusiasmo y alegría en estos días previos a la Navidad. Sobran razones para hacerlo, sobre todo cuando se ha llenado el espíritu con las cosas que vienen de Dios y se vive una vida cerca de Él. ¿Es que no guarda usted recuerdos gratos de familia, celebrando la Navidad cuando era niña? Sí, tiene razón, la juventud se va tan de prisa como la vida misma. Hay que vivirla, entonces, con sabiduría, y esta debe ser iluminada por Dios.
Vida
Soledad sin rostro
Estimada Rina: Le escribo, porque necesitaba desahogarme con alguien. Esto me hizo escribirle para compartir sentimientos y actitudes, que aunque son humanas, pienso que se salen de lo normal y que afectan seriamente la vida de las personas.
Lo que a mí me pasa —y siento pena confesarlo— es que desde que comienzan los anuncios de la Navidad en los medios, empiezo a sentir cierta nostalgia, que al final se convierte en tristeza y sentimientos de soledad. Y lo más difícil en mi caso es que soy una mujer sola, dedicada a un trabajo que me ha absorbido tanto tiempo que me ha robado la oportunidad de cultivar amistades y convivir con la familia. Y así, ha pasado el tiempo y me he ido quedando sola. Siento que mi actitud no es normal, tengo 38 años y muchas mujeres de mi edad disfrutan de todo lo que ofrece esta temporada y siguen su vida con sueños e ilusiones, aunque sigan solteras y no tengan un compañero para compartir.