Según el trabajador, cuya identidad no fue revelada, las aptitudes naturales de los hombres les llevan a inclinarse a ser programadores en informática, mientras que las mujeres son más proclives “a los sentimientos y a la estética que a las ideas”, lo que las conduce a elegir carreras en los campos “social y artístico”.
En respuesta al documento filtrado, Danielle Brown, la nueva vicepresidenta de diversidad de Google, dijo en un correo electrónico a los empleados que “no es un punto de vista que la empresa o yo misma respaldemos, promovamos o alentemos”.
Brown, llegada a Google hace apenas un mes proveniente de Intel, dijo en el mensaje obtenido por la AFP que el debate interno en la compañía promueve “los principios de igualdad en el empleo, que se pueden ver en nuestro código de conducta, nuestras políticas y nuestras normas antidiscriminatorias”.
La responsable destacó, sin embargo, que la compañía siempre ha defendido “una cultura en la cual aquellos que tengan puntos de vista diferentes, incluso políticos, se sientan seguros de poder expresarlos”.
“Suposiciones hirientes”
Resultaba difícil saber si el gigante de internet prevé tomar medidas contra el ingeniero.
Ari Balogh, un ingeniero ejecutivo de Google, dijo en una nota interna que “cuestionar nuestras creencias y compartir diferentes perspectivas es una parte importante de nuestra cultura”.
“Pero, en ese proceso, no podemos permitirnos emitir suposiciones hirientes o emitir estereotipos“, dijo. “Uno de los aspectos de la nota que me preocupó profundamente fue el sesgo que sugiere que la mayoría de mujeres, u hombres, sienten o actúan de una cierta manera”.
“Eso es un estereotipo y es hiriente”, agregó.
Alrededor de 69% de los empleados de Google son hombres, según los últimos datos de la compañía, una proporción que sube a 80% cuando se trata de trabajos tecnológicos.
En 2016, solo 27% de los altos ejecutivos de Facebook eran mujeres. Mientras que en Apple, cerca de 30% del total de empleados son mujeres.
La controversia sexista se ha venido intensificando en la medida en que un creciente número de mujeres han hecho públicas sus quejas de discriminación sexista en Silicon Valley.
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El jefe y fundador de Uber Travis Kalanick se vio obligado a dimitir en junio presionado por inversores que buscaban limpiar la imagen de la compañía, señalada bajo su gestión de prácticas dudosas, con denuncias de acoso sexual y discriminación laboral.
Ese mismo mes, el inversor Justin Caldbeck tomó una licencia indefinida de la compañía Binary Capital, en Silicon Valley, en medio de señalamientos de que abordó sexualmente a mujeres emprendedoras que buscaban financiamiento.
Unos días después, el también inversor del sector tecnológico Dave McClure confesó haber sido “un patán” por “abordar a muchas mujeres en situaciones relacionadas con el trabajo, cuando era algo claramente inapropiado”.
Estos casos se han hecho públicos tres años después de que Ellen Pao se convirtiera en un símbolo del debate sobre la cultura sexista en Silicon Valley, tras demandar por discriminación sexual a la prominente firma inversora donde trabajaba por cargos que finalmente fueron rechazados.