Ese día las autoridades la detuvieron y la llevaron a una vivienda, donde se le colocó una cadena, pero pudo liberarse y huyó; sin embargo, horas después fue recapturada por los vecinos.
Luego de cuatro días, en los que las autoridades determinaban el castigo a aplicar, Salvador caminó por las calles de Santa Cruz del Quiché junto a la res que había robado. Al llegar al Parque La Unión, la señalada se hincó y dio dos vueltas en el lugar.
Seguidamente fue azotada seis veces en la concha acústica, a la vista de los vecinos y visitantes de la cabecera, la mayoría documentaba con su celular lo que ocurría.
Última advertencia
De acuerdo con Zapeta, sí la mujer vuelve a ser detenida cometiendo algún ilícito será desterrada o si es detenida por la población, serán las personas que decidirán que castigo aplicarle.
Desde niños a personas de la tercera edad estaban a la expectativa del castigo que se le aplicó a Salvador, quien no quiso pronunciarse por lo sucedido.
Lucas Argueta, guía espiritual de Quiché, dijo que no hay una sola base histórica que demuestre que nuestros antepasados aplicaban castigos como azotes o moverse sobre sus rodillas.
“Nuestros abuelos decían póngalos a trabajar, porque a través del trabajo el hombre o la mujer recapacitan sobre sus malas acciones. No estoy de acuerdo con el castigo comunitario, las autoridades indígenas sabrán que están haciendo, pero no lo comparto”, señaló.
Flavio Ruíz, auxiliar de la Procuraduría de los Derechos Humanos, expresó su desacuerdo a esta práctica: “Esto es una violación a los derechos fundamentales de una persona y en especial de una mujer, he tenido varias reuniones con otras autoridades indígenas que no están de acuerdo con este tipo de castigo.
Zapeta aclaró: “Hay personas que no están de acuerdo con este castigo y otras que sí, cada quien puede tener su propia opinión, pero estos castigos fueron validados por la mayoría y seguiremos aplicándolos para que la delincuencia no se apodere de Santa Cruz”.
Después del castigo, la mujer fue entregada a sus padres.
No dejó los malos pasos
El pasado 7 de agosto de este año, Juana Salvador había robado un traje tradicional valorado en Q600. Acción que meritó el castigo maya.
Los padres de la señalada comentaron en ese entonces, que desconocía lo que hacía su hija, por lo que la azotaron con ramas de durazno.
Sebastián Canil, padre de la mujer, dijo que él trabaja como cargador en la terminal de la zona 4 de la capital y que sabía que su hija vendía manzanas en el mercado.
“Estoy de acuerdo con el castigo comunitario, ella robó y hay que castigarla”, comentó Canil.
Salvador es la primera mujer que ha sido azotada en lo que va del año en Quiché.