Guatemala

César Brañas, el escritor solitario

El 22 de febrero se cumplen 40 años de su muerte. 

El joven Brañas de 26 años posa junto a la familia del segundo matrimonio de su padre.

El joven Brañas de 26 años posa junto a la familia del segundo matrimonio de su padre.

César Antonio Brañas Guerra (1899-1976) fue un genio de la pluma que prefirió el anonimato y una vida solitaria. Se le identifica como una de las figuras señeras de la literatura guatemalteca.

Viento negro inmortalizó a este autor autodidacta que perteneció a la corriente modernista de la Generación de 1920.

En 1956 la Universidad de San Carlos (Usac) le concedió el título honorífico de licenciado en Letras. Este es un breve repaso de su vida, obra y legado.

Torre de marfil

Nació en la ciudad de Antigua Guatemala el 13 de diciembre de 1899. Hijo de Antonio Brañas Fernández, oriundo de Galicia, España, y de Rafaela S. Guerra, maestra antigüeña, quien falleció en abril de 1905, cuando él tenía cinco años. Desde muy pequeño quedó al cuidado de su abuela materna, quien murió en 1912, de acuerdo con la reseña sobre su vida y obra escrita por Catalina Barrios y Barrios.

Su padre compró la finca de café Los Diamantes en las faldas del Volcán de Agua.

Estudió en el Instituto Normal para Varones Antonio Larrazábal (Inval), de Antigua Guatemala. Muy joven arribó, junto con su mayordomo, a la capital para estudiar, pero lo abandonó, cuenta Arely Mendoza, encargada de la biblioteca César Brañas, ubicada en la zona 3.

Su vena de escritor se evidenció desde muy joven. Muestra de ello fue la publicación El pabellón escolar, un ejemplar estudiantil fechado en diciembre de 1918, del cual Brañas fue su director.

Quienes lo conocieron refieren que era tímido, solitario y en extremo modesto. “No permitía que lo entrevistaran, ni aceptaba participar en mesas redondas o conferencias”, explica Barrios y Barrios en su obra.

Brañas no se casó ni dejó descendencia. Su vida amorosa fue un misterio. Se sabe que estuvo a punto de concretar un enlace matrimonial con su novia Eugenia, pero desistió de la misma porque se negó a usar frac el día de la ceremonia. Al final ambos se quedaron solteros.

Su correspondencia íntima ya no existe pues dejó escrito que se quemara tras su muerte, de acuerdo con Barrios y Barrios.

El escritor Mario Alberto Carrera cuenta que en su etapa adulta el poeta tuvo pérdida auditiva, por lo que la comunicación con él se hacía por escrito. “Esta incapacidad la convirtió en su torre de marfil para negarse a hablar con quien no le interesaba. Defendió a toda costa su intimidad y silencio”, resalta Carrera.

Carrera recuerda dos fiestas muy tradicionales que celebraba Brañas en su casa. El fiambre del 1 de noviembre y su cumpleaños, el 13 de diciembre.

No tuvo automóvil, por lo que caminaba desde su casa al diario El Imparcial, en la 7a. calle, entre 10a. y 11 avenida, zona 1, donde trabajaba y fue socio fundador en 1922, junto con Alejandro Córdoba, Antonio Gándara Durán, David Vela y Carlos Wyld Ospina.

En su trayecto acostumbraba comprar libros en las ventas de usados, los cuales engrosaron la magnífica colección que legó.

Obra


Brañas fue un autor polifacético. Cultivó la poesía, la novela, el cuento, el ensayo filosófico, la crítica literaria y la crónica periodística.

La mayor parte de su obra fue publicada en la sección literaria de El Imparcial. En Glosario, su columna, empleó por algún tiempo el pseudónimo Alfonso Alfaro.

A criterio de Carrera, su faceta más excelsa fue la de poeta. “Su humildad lo hundió en el anonimato pues debió haber brillado muchísimo más. Todavía no se le hace justicia. En el campo de la lírica, donde más destacó, tendría que ser continentalmente reconocido”, afirma.

Sobre Viento negro, una elegía a la muerte de su padre, dice: “No hay otra similar en Hispanoamérica tan fuerte, tan potente como la de Brañas. Es una elegía única, perfecta. La comparo con Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique”, refiere Carrera, visiblemente emocionado, pues lo consideró un padre. “Lo quise muchísimo”, manifiesta.

Dos años después de su muerte, la revista Alero le dedicó la edición completa (No. 28, III época, 1978). Varios años antes, según Barrios y Barrios, el poeta no autorizó que se le dedicara un ejemplar.

Legado


Se sabe que sus libros tuvieron un tiraje mínimo, pues en lugar de venderlos los regalaba. Es por eso que muchas de sus obras son difíciles de encontrar. De manera que su legado fue recopilado después de su muerte por los amigos que lo apreciaron.

Los herederos donaron a la Usac su casa, ubicada en la 6ª. Calle 0-60 zona 3, y su colección de 43 mil volúmenes. En este inmueble funciona la biblioteca que lleva su nombre.

A esta colección especializada en historia y literatura, se sumaron las bibliotecas de los intelectuales Enrique Muñoz Meany, Luis Cardoza y Aragón y Mario Monteforte Toledo, que ahora suman alrededor de cien mil ejemplares.

Mendoza, encargada desde hace 34 años de este centro cultural, cuenta que parte de su trabajo ha sido rescatar y publicar la correspondencia con varios personajes ilustres que guardó el poeta.

Desde el 2007 la Editorial Universitaria de la Usac se ha dado a la tarea de rescatar y difundir su obra. El año pasado publicó el tercer volumen de Antología de Novelas.

Prolífico 

Poesía: Antigua en elogio de la augusta ciudad (1921), Viento negro —elegía paternal— (1938-1963), Tonatiuh (1941), Figuras en la arena (1941), El lecho de Procusto, Sonetos baladíes (1945), Zarzamoras, cantos menores (1957), Raíz desnuda (1952), El carro de fuego (1959), Jardín murado (1956), Palabras iluminadas (1961), El niño ciego y otros poemas (1962), La sed innumerable (1964) y El cancionerillo de octubre (1966).

Narrativa, algunas de estas son: Alba emérita (1920), Sor Candelaria (1924), Paulita (1939) La finca, monografía sentimental (1946), Cuentos (Editorial Cultura 1999), Casa en Antigua, ventura y fin de una aventura sentimental (1967).

También dejó varios diarios, biografías, crítica literaria y otros más.

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