Lo que más lo marcó fue ver agonizar a uno de sus trabajadores, quien sufrió una golpiza en manos de custodios y policías, precisamente el primer día cuando fueron llevados al penal de Izalco, según su relato publicado por el medio Infobae.
Al reconstruir los hechos, Zavaleta recordó la dureza con que fueron ingresados a la cárcel.
“Nos hicieron un pasillo donde se formaron dos filas de agentes, policías incluidos, para darnos el recibimiento; derecha e izquierda, dos filas. Nosotros, solo en bóxer, teníamos que pasar en medio de ese pasillo, ya prácticamente agonizando, sin tomar agua, bajo el sol, torturados con las esposas, hincados dos horas afuera del penal. Horrible, físicamente las fuerzas se terminan”, describió.
Según su relato, fue acusado de asociaciones ilícitas, pero sin ninguna prueba de estar vinculado a una pandilla. Tanto Zavaleta como sus empleados se dedicaban a repartir insumos a distintos barrios de San Salvador, y fueron detenidos en marzo de 2022, cuando el régimen de excepción apenas comenzaba.
Cuando lo iban a detener, intentó hacer llamadas a sus clientes para comprobar ante la policía que era comerciante, pero ni así pudo evitar que los apresaran. “Le hables a quien le hables te vamos a llevar, esto es régimen (de excepción)”, recordó que fue la respuesta de un oficial.
Severo ingreso al penal
Una vez dentro del penal, fueron recibidos a golpes. “Levántate perro, maldito…” escuchó decir a uno de los guardias, entre patadas y garrotazos.
“Empezó el golpeo de parte de los agentes, patadas, garrotazos, puñetazos por todas partes del cuerpo, solo zumbaban los garrotazos, fiusss, fiusss, fiusss, y los macanazos, plum, plum, plum…”, recordó.
Si soportó el maltrato, según cuenta, es porque jugaba futbol: “Si yo hubiera llegado en otras condiciones físicas quizá hubiera muerto como los demás compañeros que han fallecido, porque fallecieron muchos”.
Fue, precisamente, uno de sus trabajadores que murió después de esa golpiza. Él tenía dos meses de trabajar para Zavaleta cuando los capturaron.
Ambos habían quedado entre las filas de los custodios que los recibían a golpes a ellos y a cada reo. Zavaleta recordó que el trabajador puso su cuerpo para cubrirlo, pero los siguieron golpeando.
“A como pudimos dijimos “Ey, ya, déjennos”, y empezamos a caminar moribundos al lugar que teníamos que llegar, a la celda… Solo recuerdo que veíamos luces, como que estábamos en un desierto… vomitando, vomitando, solo echábamos una liguilla como saliva, como moquillo, todos golpeados, todos moreteados… ”. Según el comerciante, tanto él como sus trabajadores pasaron en agonía cuatro días.
Qué ocurrió tras la golpiza
En ese tiempo no recibieron comida y permanecieron en el suelo temblando por la fiebre y el frío. Al recuperar la consciencia, se percató de que el trabajador que recibió la golpiza empezó a sangrar.
Zavaleta aseguró que fue entonces cuando empezaron a pedir ayuda a los custodios, pero nunca lo atendieron ni llevaron a enfermería. “No había atención médica alguna, para nada… No había nada, ni agua para tomar. En los cuatro días que estuve en agonía no recuerdo haber comido nada, solo recuerdo que me llegaban a mojar los labios los compañeros de celda… Los custodios solo ofrecían garrote y gas”.
Otro de los vejámenes fue al recibir la comida. Según dijo, le llegaban a dejar las tortillas tiradas ahí en las celdas. “Caímos como que éramos perritos, como que éramos animalitos de la calle…”, relató. Incluso, en alguna ocasión, vio a otro compañero lamiendo restos de frijoles del suelo.
Además, Zavaleta recordó que los metieron a una carceleta junto a otros cincuenta presos. Según dijo, los policías salían con la misión de traer a más personas: “¡Misión cumplida, jefe, 20!” “¡Misión cumplida, jefe, 15!””, recuerda que decían los guardias al regresar.
Murió sin dejar la prisión
Su trabajador continuó sangrando y fue hasta un mes y medio después de permanecer en el penal de Izalco que lo llevaron a un hospital. Sin embargo, los custodios los regresaron a la cárcel y siguió con la hemorragia.
En tanto, Zavaleta fue trasladado a otro penal y luego salió libre, un mes y medio después, con medidas sustitutivas tras pagar una fianza.
José supo que al trabajador también lo sacaron de la cárcel en Izalco para llevarlo a otra, en Quezaltepeque, donde murió el 28 de mayo de 2022.
Régimen es objeto de múltiples denuncias
Otro caso similar fue el de Manuel*, un obrero y padre de familia.
El sujeto relató al medio digital El Faro su vivencia en la cárcel Mariona, otra de las prisiones significativas durante el régimen de excepción decretado por Bukele, que suspende garantías constitucionales como el derecho a una defensa y debido proceso. Bajo esta medida, hasta marzo de 2023, suman más de 66 mil detenciones.
Los más de 20 días en que estuvo encerrado en el penal se volvieron un episodio marcado por torturas y golpizas de las que fue testigo estando allí dentro.
El testimonio de Zavaleta o Manuel* reflejan lo que denuncian las organizaciones humanitarias sobre salvadoreños que son víctimas de las detenciones arbitrarias bajo el régimen. El gobierno de Bukele ha ignorado estas denuncias y niega también el trasfondo con el tema de la pandillas, aunque Estados Unidos señaló ya a dos de sus funcionarios.