La investigación se encuentra en una fase preliminar, pero, con los datos ya disponibles, el consorcio espacial Arianespace, operador del Vega, dejó claro este martes que no hubo un problema de diseño, sino “una cadena de fallos” en su montaje.
El cohete despegó según lo previsto a las 01.52 GMT desde el puerto espacial de Kurú, en la Guayana francesa, y desde su lanzamiento hasta la separación de los satélites iba a pasar una hora y 42 minutos.
Fallo de conexión
Todo fue acorde a lo programado durante la primera parte del vuelo. Pero “ocho minutos después del despegue, tras la ignición del motor AVUM de la etapa superior, se detectó un desvío en la trayectoria que provocó una pérdida de control del vehículo y por tanto la pérdida de la misión”, detalló la empresa en un comunicado.
El director general de Arianespace, Stéphane Israël, insistió a la prensa desde Kurú que ese problema relacionado con la integración del sistema de activación se justifica por errores humanos de los que se deberá investigar por qué no se detectaron a tiempo.
“Vamos a examinar mejor el fallo. Lo entenderemos, lo corregiremos y volveremos más fuertes después de esa corrección”, añadió en una declaración telefónica en la que no se admitieron preguntas.
Hasta ese problema en la cuarta fase, el lanzamiento se desarrollaba perfectamente y el cohete lanzador cayó en la zona deshabitada prevista, recalcó el comunicado.
Es la segunda vez en dos años que un cohete Vega experimenta un fallo, tras el de la misión VV15 en julio de 2019. En ese caso sí se debió a una cuestión de diseño, ya solucionada, y en este la comisión de investigación liderada por Arianespace y la Agencia Espacial Europea (ESA) ofrecerá las conclusiones definitivas más adelante.
Satélites de última generación
El satélite Seosat-Ingenio, considerado el mayor proyecto espacial desarrollado hasta ahora por la industria espacial española, tenía previsto observar la Tierra durante los próximos siete años, aunque llevaba combustible para diez.
Estaba desarrollado para ser capaz de acceder y tomar imágenes de cualquier punto de la superficie terrestre cada tres días, por lo que iba a resultar especialmente útil para elaborar mapas de desastres naturales impredecibles, como inundaciones o incendios forestales, así como para ayudar a comprender el cambio climático.
Por su parte, Taranis, del Centro Nacional francés de Estudios Espaciales (CNES), hubiera sido el primer satélite en observar, durante como mínimo dos años, los fenómenos luminosos y electromagnéticos asociados con las tormentas eléctricas y descubiertos hace unas dos décadas.
Ambos iban a estar en una órbita “heliosíncrona”, siguiendo la dirección del sol como si fueran un girasol, a una altitud respectiva de 670 kilómetros en el caso del español y de 700 en el del francés.
Lo sucedido “nos recuerda una vez más que hacemos un trabajo muy difícil en el que la línea entre el éxito y el fracaso es extremadamente delgada”, dijo hoy en un comunicado el presidente del CNES, Jean-Yves Le Gall.
Entre quienes también lo lamentaron estuvo el ministro español de Ciencia e Innovación, el exastronauta Pedro Duque, quien señaló en Twitter que, a pesar de ello, “las tecnologías desarrolladas han capacitado a las empresas españolas facilitando que accedan a nuevos contratos”.
Alta resolución
El satélite español hubiera sido capaz de tomar hasta 600 imágenes diarias con una resolución de 2,5 metros: sus cámaras de última generación podrían haber distinguido una moneda de 1 euro a 10 kilómetros de distancia.
Esa información hubiera estado a disposición de distintos usuarios civiles, institucionales y gubernamentales de España, pero también de otros usuarios europeos en el marco del programa Copernicus de la Unión Europea y del Sistema Mundial de Sistemas de Observación de la Tierra (GEOSS) del Grupo de Observación de la Tierra (GEO).
De Taranis, bautizado así en honor al dios del cielo, el trueno y el relámpago en la mitología celta, se esperaba que aportara datos únicos para entender los mecanismos en el origen de las transferencias de energía ligadas a las tormentas eléctricas.
Arianespace señaló este martes que, tal y como es habitual en misiones gubernamentales, no había un seguro contra el fallo del lanzamiento, y avanzó que trabajará con el Gobierno español “para explorar posibles opciones para reemplazar” el satélite perdido.