La mayoría de estos focos están fuera de control.
La primera ministra de Nueva Gales del Sur, Gladys Berejiklian, advirtió que las peores hipótesis previstas para este sábado 4 de enero “se estaban cumpliendo”.
“Estos fuertes vientos y estas temperaturas elevadas” tendrían que seguir por la noche, señaló el jefe de los bomberos de este Estado, Shane Fitzsimmons.
Temperaturas récord
Sídney alcanzó el sábado temperaturas récord, con 48.9 ºC registrados en Penrith, un suburbio del oeste de la ciudad.
Las autoridades advirtieron que se podrían producir cortes en el suministro energético en la mayor urbe de Australia, ya que el fuego ha destruido líneas de transmisión eléctrica. Por ello, pidieron a los habitantes que redujeran su consumo de energía eléctrica.
En Canberra, el termómetro subió hasta los 44 ºC, un cifra también sin precedentes, según un portavoz de los servicio meteorológicos australianos.
“Va a ser una larga noche y todavía nos queda lo peor”, advirtió Berejiklian.
En el sudeste del país, la región más poblada, se declaró el estado de emergencia. El viernes 3 de enero se había dado la orden de evacuar a más de 100 mil personas de tres estados.
Tres mil reservistas militares
“Literalmente hemos visto salir a decenas de miles de personas”, contó el jefe de bomberos Shane Fitzsimmons.
Los turistas y habitantes del sudeste del país se han ido. En las autopistas que conectan las ciudades costeras con Sídney y otras localidades importantes hay embotellamientos.
El primer ministro, Scott Morrison, llamó este sábado a tres mil reservistas militares para su despliegue, una movilización sin precedentes.
“Permite tener a más hombres en el terreno, más aviones en el cielo, más barcos en el mar”, declaró Morrison, muy criticado por la forma en la que está gestionando esta crisis.
El primer ministro se vio sin embargo de nuevo envuelto en una polémica después de que su Partido Liberal difundiera un video con el anuncio de estas medidas. Varias asociaciones acusaron entonces al dirigente de utilizar esta tragedia con fines políticos.
“Un campo de refugiados”
En Batemans Bay, una ciudad turística que normalmente bulle de actividad, los supermercados, las tiendas y los pubs estaban cerrados. Una calma extraña y preocupante reinó el sábado en esta localidad, envuelta en el humo de los incendios de los alrededores.
La única señal de vida era el centro de acogida para las personas evacuadas, donde cientos de habitantes obligados a abandonar sus casas han encontrado refugio en tiendas de campaña y en caravanas, instaladas en un terreno de la ciudad.
Parece “un campo de refugiados”, bromeó una habitante, que se encuentra ahí con su marido.
Mick Cummins, de 57 años, y su esposa huyeron al centro de evacuación cuando el fuego devastó su pueblo en Nochevieja.
Este hombre ya vivió los incendios de 1994. Los recuerda devastadores pero, comparados con los de este año, fueron “solo una barbacoa”, dice.
Al menos 23 muertos
Desde el comienzo de la temporada de incendios en septiembre, al menos 23 personas han muerto, según el primer ministro.
Otras decenas están desaparecidas y más de 1 mil 300 casas han quedado reducidas a cenizas. Ha ardido una superficie equivalente al doble de Bélgica.
Los incendios también fueron mortíferos para la vida silvestre y destruyeron casi todo el parque nacional de Flinders Chase, en Kangaroo Island, que alberga canguros y koalas, informaron las autoridades.
En la pequeña ciudad de Mallacoota, la armada australiana evacuó el viernes 3 de enero a 1 mil habitantes y turistas rodeados de llamas.
El primero de los dos buques militares fletados para rescatarlos llegó a cerca de Melbourne este sábado de madrugada.
Eloise Givney, de 26 años, logró escapar bajo escolta policial tras pasar, junto con otras personas, cuatro días sin electricidad, teléfono o internet.
“Las llamas se acercaron a hasta 50 metros de nosotros. Tuvimos que conducir entre ellas porque era la única forma de salir”, contó a la AFP. Llegaban -dijo- a 15 metros de altura a ambos lados de la carretera. “Estuvimos atrapados sin electricidad durante cuatro días. Había cinco niños con nosotros pero llevábamos un día sin comida”.
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