IDEAS

Esto no es una guerra

Muchos se han creído el cuento de que estamos en guerra, y que el virus SARS-Cov-2 es el enemigo “invisible”. Bajo esa premisa aceptan que se tomen medidas draconianas que violan casi todos sus derechos, porque “no importan los sacrificios que se hagan para vencer al enemigo”. Eso es un grave error. Esto no es una guerra. Por tanto, no se justifica renunciar a los derechos parar “ganar la guerra”, ni mucho menos que los políticos se vuelvan dictadores autocráticos, porque “es lo que se necesita en tiempos de guerra”.

' No se justifica renunciar a los derechos parar “ganar la guerra”.

Jorge Jacobs

Enfrentamos una situación complicada, sí, pero no es una guerra. El SARS-Cov-2 puede ocasionar la muerte, pero no es un enemigo militar al que haya que derrotar en el campo de batalla. Es un virus cuyos efectos más severos deben reducirse, y esto solo se logra a través de la investigación.

Afortunadamente, la ciencia y la tecnología han avanzado tanto que estoy convencido de que muy pronto se logrará desarrollar los procedimientos para reducir la severidad de los efectos del SARS-Cov-2 —con lo que, para efectos prácticos, se acaba la pandemia— y luego se desarrollará una vacuna que nos proteja a todos, especialmente a quienes corren más riesgos.

Un adelanto importante que se ha dado en la última semana es que se empieza a conocer qué tanto se ha extendido la infección y, por tanto, se tiene una mejor idea de su tasa de mortalidad. El viernes pasado se publicaron dos estudios, uno de California —Universidad de Stanford— y otro de Italia, en donde se hicieron pruebas de anticuerpos para averiguar cuántas personas realmente se han infectado del virus. El resultado de ambos estudios —aunque todavía no han pasado por el proceso de peer review— apunta a que la cantidad de personas que se han infectado es mucho mayor de lo que se imaginaba y, por tanto, la tasa de mortalidad es mucho menor también. Según los expertos que he consultado, al final la cifra rondará el 0.1 por ciento de mortalidad.

Ayer mismo el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, anunció los resultados preliminares de un estudio similar, según el cual el 13.9 por ciento de los habitantes del estado —2.7 millones— ya han sido infectados con el virus y han generado anticuerpos. Ello implicaría, según el mismo Cuomo, una tasa de mortalidad del 0.5 por ciento, aunque advierte de que en los resultados finales podría aumentar un poco más.

Un reciente estudio publicado por el British Medical Journal (BMJ) ha sugerido que hasta el 78 por ciento de las personas infectadas pueden ser asintomáticas. Ello abona más información para entender que la cantidad de infectados es muchísimo mayor a la de los “casos confirmados”. Para Tom Jefferson, epidemiólogo de la Universidad de Oxford, si estos datos son representativos y pueden generalizarse, aunque fuera un 10% menor, sugieren que el virus está en todas partes y entonces el encierro no tiene sentido.

Del lado de la búsqueda de procedimientos para reducir la severidad de los síntomas de la enfermedad ya se están llevando a cabo muchos estudios clínicos alrededor del mundo que pronto más de alguno debe dar resultado. Uno de los más grandes es uno en el Reino Unido para tratar a más de cinco mil pacientes con covid-19, en 165 hospitales del NHS, a una velocidad sin precedentes, y se espera tener respuestas en cuestión de semanas.

Falta poco para que se disipe la epidemia de pánico que ha permitido que los políticos de casi todo el mundo tomen medidas draconianas con consecuencias mucho peores que las que podría tener la enfermedad. Es un grave error continuar con esas medidas. Se debe permitir a las empresas operar y a las personas trabajar ya. #QuédateEnCasaSiTeDebesQuedarSinoSalATrabajar

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).

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