IDEAS
La ciencia contra los encierros
Cada vez hay más evidencia sobre lo que se debe hacer para contrarrestar los efectos del covid-19. Se debe proteger a las personas que tienen más riesgos de tener síntomas severos de la enfermedad, se debe tratar a todas las personas que se infectan lo más pronto posible, para evitar que los síntomas se agraven, y se debe dejar a todos los demás que continúen con su vida, guardando sencillas medidas de salubridad. Nada más.
' ¿Hasta cuándo en Guatemala nos dejaremos guiar por la razón y no por el pánico?
Jorge Jacobs
Hace dos semanas la doctora María Van Kerkhove, quien dirige el esfuerzo de la OMS contra el covid-19, explicó que, según los más recientes estudios de distintos países, es “muy raro” que los pacientes asintomáticos infecten a otros de la enfermedad. Luego del escándalo que se originó de sus comentarios, Van Kerkhove trató de decir que era un error de comunicación, pero lo cierto es que esa afirmación no solo la dijo en la conferencia de prensa, sino que hasta la publicó en su cuenta de Twitter. Adicionalmente, no eran solo sus declaraciones, sino una cita textual de una guía de la OMS sobre los lineamientos para el uso de las mascarillas. Esto es importante, porque invalida gran parte de las razones utilizadas para justificar los encierros y el “distanciamiento social”.
El mismo doctor Anthony Fauci, principal asesor médico de la Casa Blanca —y uno de los principales impulsores de los encierros en ese país—, la semana pasada indicó que Estados Unidos no requiere más cierres generalizados para controlar la pandemia de covid-19, pese a que el ritmo de contagios diarios se ha mantenido relativamente estable.
Hace unos días, el doctor Klaus Püschel, médico jefe del Instituto Forense de la Universidad de Hamburgo (UKE), indicó en una entrevista que se deben diferenciar las muertes por covid-19 de las muertes con covid-19. Según explica Püschel, luego de realizarle necropsias a las personas que murieron de covid-19 en Hamburgo, encontró que el promedio de edad de los muertos atribuidos al coronavirus en Hamburgo es el mismo promedio de edad de los muertos en la ciudad, es decir, 80 años. Él argumenta que el virus es peligroso para las personas que tienen cierta edad y, además, otras complicaciones, pero que es tan peligroso para esas personas como lo sería cualquier otro virus. Püschel hace mucho énfasis en que la mayoría de las personas, aun de las que corren más riesgo ante el virus, y aun en los hogares de ancianos, que es donde más muertes ha habido, se recuperan y sobreviven.
Respaldando esas declaraciones, numerosos estudios estiman que el índice de fatalidad por infección se encuentra alrededor de un 0.5 por ciento. Según la mayoría de esos estudios, los datos específicos por edad varían considerablemente entre la población joven y la adulta, como se ve muy bien en el más reciente, realizado en Ginebra, Suiza, publicado la semana pasada. Ese estudio muestra que la población menor de 50 años tenía un índice de fatalidad por infección en un rango del 0.00032 por ciento al 0.0016 por ciento. Para la población con edades entre los 50 y los 64 años, el índice era de 0.14 por ciento. Solo en los mayores de 65 años el índice subía a 5.6 por ciento. Ello abona todavía más al hecho de la menor incidencia de muerte que tendrá la enfermedad en un país como Guatemala, donde el promedio de edad de la población es menor de los 22 años.
La semana pasada, también el Instituto Pasteur de Francia publicó un estudio según el cual los niños de entre 6 y 11 años “transmiten poco” el covid-19, tanto entre sus compañeros como a los adultos.
Y así, se siguen acumulando los estudios que apoyan las premisas que cité en el primer párrafo. ¿Hasta cuándo en Guatemala nos dejaremos llevar por la razón y no por el pánico?