EDITORIAL

100 días reveladores

El impacto del covid-19 en Guatemala ha sido comparado con un terremoto, con el paso de un huracán u otro tipo de desastre climático, pero la naturaleza viral de esta debacle nacional y global quizá solo es comparable con la epidemia de influenza de 1920. Existe una diferencia clave: nunca se había tenido acceso a tanta información preventiva, actualización de casos y víctimas, datos sobre investigaciones y sobre el efecto en otros países. Parte de nuestra misión en esta situación adversa es proveer a nuestras audiencias de información veraz, comprobada, de fuentes pertinentes. Desgraciadamente, en el entorno digital también pululan datos fragmentados, falsedades, rumores, suposiciones sesgadas por ignorancia, extrapolaciones subjetivas, juicios emocionales o prejuicios.

No se trata de algo nuevo, pues también hace casi un siglo el filósofo humanista José Ortega y Gasset avistó los riesgos de tales manifestaciones. En su ensayo La rebelión de las masas (1929) acotó que el problema no es “que el vulgar crea que es sobresaliente y no vulgar, sino que quiera proclamar e imponer el derecho de la vulgaridad”, entendiéndose este último término como un saber antojadizo, un conocimiento a medias, aseveraciones construidas sobre percepciones y no sobre una búsqueda sistemática, lógica, científica e imparcial de la verdad.

Afortunadamente, así como en aquel tiempo, también existen hoy personas responsables, sensatas, con coherencia de ética y acción, con sentido crítico de la información, comprometidos con el bienestar de su familia, pero también con el de la comunidad nacional. En una situación tan adversa como la que vive el país, tales personas exponen los más altos valores a través del servicio a los demás: médicos, servidores públicos, empresarios, líderes religiosos, voluntarios, educadores y más.

Es en las pruebas más duras, en donde se revela la presencia —o ausencia— de virtudes de las personas, dentro de las cuales figuran la prudencia, la generosidad, la paciencia, la honestidad y la justicia. Mientras mayor es el desafío, más evidente es la manifestación de cualidades y defectos, de intereses legítimos o fatuos, a nivel individual y también colectivo. Lo único que marca la diferencia es la capacidad de reflexión consciente y de enfocar los valores a partir de la dignidad inalienable del ser humano, cuyo principal valor es la propia vida Ayer fallecieron 31 guatemaltecos de covid-19, y suman 514 los fallecidos en cien días.

Guatemala se encuentra en una encrucijada histórica que combina la emergencia de salud, la sobrevivencia económica y la paulatina reactivación, pero también necesidades nacionales preexistentes: la pobreza, la desnutrición, la deficiente infraestructura vial, el retraso legislativo, la depuración del sistema político y judicial, el combate a la corrupción y el clientelismo de todo tipo.

Una peste vino a desnudar otras carencias, mediocridades y rezagos estatales. También revela egoísmos intransigentes y la falta de empatía de quienes con todo y malas paráfrasis del himno nacional insisten en negar el peligro de esta enfermedad, sin compadecerse del pesar de las familias que hoy viven el duro proceso de haber perdido a un ser amado.

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