EDITORIAL

A usted, que se robó las dosis de vacuna

A usted que se robó el frasco con 10 dosis de vacuna donada contra el covid-19 le preguntamos: ¿Es para usted y otros cuatro familiares? Porque para más no alcanza. ¿O quizá era para una infame venta? Tal vez fue encargo oscuro el aprovechar el descuido y la falta de cámaras, casualmente en el área de almacenamiento del Hospital General San Juan de Dios -que solo podría saber o urdir alguien que conozca interioridades de dicho centro. No solo se apropió de algo que no le pertenece. Robó la oportunidad de proteger a un médico o una enfermera que arriesga su vida en la lucha contra la pandemia.

Desgraciadamente, no es nuevo lo que usted hizo. Pero ello no lo hace menos vergonzoso ni menos deleznable. Se ha sumado así usted a la larga lista de corruptos y saqueadores que se creen muy astutos para jugarle la vuelta a las normas, a las ambigüedades, a las debilidades del Estado. Es así como se han perpetrado fraudes en compras de insumos, en contratación amañada de obras, en gastos sobrevalorados, en uso ilícito de bienes comprados con el dinero de los tributantes.

Es probable que nunca lleguemos a enterarnos de su identidad ni de su salud o la de los recipiendarios furtivos de una inmunización que no les estaba autorizada. Pero desde ya usted sabe que su nombre merece figurar en el índice de quienes desfalcan, atracan y desangran al erario. Así como aquel presidente que recibió dinero donado para unas bibliotecas estudiantiles y lo depositó en sus propias cuentas bancarias o aquellos involucrados en la falsificación, suplantación o sustracción de pruebas diagnósticas de covid-19, detectada justo hace una semana y por las cuales se pagaron Q7.5 millones.

De llegar a enterarse el país del nombre del autor del robo de la vacuna o del fraude de las pruebas, es previsible la censura pública, la decepción ciudadana, las expresiones de desencanto, de enfado y por supuesto de desconfianza. Para los perpetradores vendrá, sin duda, un proceso legal en el cual se deducirán responsabilidades civiles y penales, pero más allá de este, es inherente la condena ética y la reprensión moral que descalifican a tales individuos para tener, en adelante, relación contractual alguna con el Estado. Y la misma desconfianza moral aplica a todos aquellos y aquellas vinculados a acciones ilícitas, como reuniones con operadores políticos, manipulación de postuladoras de magistrados e intromisión de detenidos bajo proceso en la definición de autoridades judiciales. Todas son caras de la misma corrupción.

Reza el evangelio que “aquel que no es fiel en lo poco no puede ser fiel en lo mucho”, y esto aplica muy bien en cada caso de funcionario, exfuncionario, comisionado, político, magistrado o proveedor del Estado, de menor o mayor rango, conexo con cualquier acción que ponga en jaque la transparencia, que comprometa la probidad o que lesione la confianza pública en la recta administración de las instituciones y los recursos públicos.

Por eso, al hablarle metafóricamente a usted, ladrón del frasco de vacunas, aludimos también a cualquier saqueador de recursos de la Nación. Ya sea que su conducta afecte el desarrollo del país en mayor o menor medida, condenamos enérgicamente su comportamiento, su indiferencia respecto del bien común, su soberbia tan dañina y su indolencia ante urgencias como la desnutrición, la educación, la salud misma y tantas otras que se ven agravadas por su actuar irresponsable.

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