EDITORIAL
Abordaje del gasto carece de visión de país
Entre la incapacidad técnica, las voracidades preelectorales y los abiertos, ambiciosos e inverecundos conflictos de interés de diputados, el proyecto de presupuesto del 2022 deambula elefantiásico, deficitario y sin visión alguna de Estado, justo cuando los tres poderes parecen estar coaligados por dependencias que contradicen cualquier discurso que se declare en favor de la democracia, la equidad y el respeto integral a la institucionalidad. Es así como el Congreso se receta Q38 millones para más plazas y el Ejecutivo traza el mismo endeudamiento, a pesar de una expectativa de mayor recaudación.
En el tercer año de cualquier administración comienza una etapa de reacomodos, aseguramiento de feudos y cultivo de cuantos favores se pueda de cara al período electoral. Hay partidos de toda raigambre, escisión y herencia: viejas caras y otras que se dicen nuevas, pero que ya tienen recorridos muchos kilómetros burocráticos o contractuales. De hecho, en el Congreso hay gente nueva porque nadie le conoce una sola iniciativa, un solo reclamo ante el desorden, una sola declaración de dignidad frente al río revuelto.
Es en este entorno que se “discute” un plan de presupuesto que crece de manera inercial pero sin más estrategia que la de volver a querer impresionar con el inicio de construcciones, inauguración de trabajos de carreteras y apertura de proyectos que no están enmarcados en un sistema de desarrollo humano nacional. Se justifica el crecimiento vegetal del gasto señalando que son muchas las necesidades y que no hay dinero que alcance. Eso puede tener algo de verdad, pero falta decir que con tantos amaños, intermediaciones y mala calidad de obras no hay país que alcance sus metas.
Es muy probable que el oficialismo esté seguro de poder aprobar el presupuesto de Q106 mil millones. Dicen Q105 mil 939 millones para tratar de disimular el monto con técnicas de oferta de supermercado.
Amarraron una junta directiva conveniente, cuyos símbolos partidarios debe memorizar bien la ciudadanía. A pesar de los acuerdos de hace un mes, puede haber aún disidencias. En efecto, en toda la historia no hay alianza infalible y más temprano que tarde comienzan a aflorar fisuras, disputas y también sacrificio de peones, como ocurre ya en el caso de corrupción en el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología e Hidrología.
El presupuesto del 2022 debe tener una fuerte apuesta por la educación, pero no para dar la mayor tajada a los seguidores del dirigente magisterial más cuestionado y opaco de la historia; debe brindar recursos a los ministerios encargados de la recuperación de comunidades afectadas por fenómenos climáticos, pero con proyectos viables, auditables y libres de cualquier clientelismo; debe otorgar fondos para infraestructura municipal, pero no en beneficio de constructoras de adláteres o prestanombres.
En este punto entra en juego el papel de la Contraloría General de Cuentas, que a veces pasa de la pasividad a la ambivalencia. Si tiene hallazgos recientes de ejecución deficiente, falta de respaldo documental o mala calidad de ejecuciones está en la obligación de presentar y divulgar las denuncias correspondientes al Ministerio Público. En cuanto a las fiscalías vinculadas con la persecución de casos de corruptela, como las compras y contratos anómalos en el Insivumeh, no hace falta ideología alguna, sino sentido común para sospechar que puede haber dispendios aún más escandalosos.