EDITORIAL

Acciones virtuosas

En el día a día y en el devenir de los años existen acciones positivas que quizá por efecto de la repetición pasan a formar parte de rutinas, virtuosas sí, pero inadvertidas en el maremágnum de las coyunturas, las prisas y los capítulos políticos de la historia. Tales actos, quizá pequeños, quizá personales, quizá de solo unos instantes de duración, marcan vidas y futuros, es decir décadas completas. La corrección oportuna de un padre, el consejo de una madre, la preparación de una comida con afecto, la explicación que un maestro a repite al alumno que no comprendió bien un concepto son momentos poderosos, trascendentales.

Y si en la cotidiana realidad familiar son tan significativas las interacciones formativas y afectivas, el impacto es mucho más loable en casos en los cuales una persona decide dedicar su vida al servicio de niños y jóvenes que han perdido a su familia biológica, que es lo que se vive en el sistema de Aldeas Infantiles SOS, entidad que funciona en el país desde hace 45 años.

Sin intereses políticos o clientelares, sin ninguna ideología más que el amor, esta entidad de auxilio social han rescatado las vidas de miles de niños y jóvenes a quienes ha provisto de techo, alimentación, vestimenta, educación y, sobre todo, el ambiente armónico más parecido a una familia, para que puedan crecer con plenitud y valores. Sobre esos resultados son elocuentes las historias de adultos que vivieron su infancia en esos programas y ya han formado sus propias familias, que laboran, producen y aportan esfuerzos cuya existencia sería improbable en otras circunstancias. No es la única institución en proveer este tipo de apoyo a la niñez y la juventud. Hay muchas más que operan eficientemente con sigilo y humildad, a pesar de las dificultades.

Los procesos constructivos no se limitan a la crianza o la educación. A nivel comunitario también existen ejemplos de diálogo renovado, propositivo. Estas iniciativas se ven impulsadas por convicciones de responsabilidad ciudadana, visiones de futuro sostenible y objetivos concretos de beneficio productivo, cultural, turístico y de integración social.

Ejemplo de esos esfuerzos son los talleres de inteligencia colectiva que integran a actores de la sociedad civil, empresarios, autoridades municipales, activistas deportivos y promotores turísticos, con el fin de desarrollar un proyecto de ciclovía integral que una aldeas y municipios próximos a Antigua Guatemala, para que los ciudadanos puedan pedalear todos los días, ya sea con fines lúdicos o de locomoción laboral. El plan todavía tiene varios aspectos pendientes, pero un objetivo claro: generar una transformación en la vida urbana de decenas de miles de personas. La clave está en ese diálogo entre sectores que encuentran acuerdos y se comprometen con ellos. Ahí está la trascendencia del modelo que podría aplicarse en la resolución de otros retos.

Las diferencias de opinión o de perspectiva no son el problema, son el desafío. La apertura a encontrar soluciones en favor del bien común y de una transformación visionaria no es un reto, sino una necesidad. Las divisiones y prejuicios no son nunca más una vía, excepto para quienes no quieren que esta familia, es decir este país, avance.

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