EDITORIAL

Agenda anticorrupción es bipartidaria

Resultó llamativo, casi pintoresco, el discurso en favor de Donald Trump sostenido durante la reciente visita de la vicepresidenta de EE. UU., Kamala Harris, tanto por parte de algunos manifestantes como en perfiles de redes sociales, tanto aquellos con identidades reales como aquellos con nombres ficticios, claro indicio de pertenecer a netcenteros a sueldo. Y se dice pintoresco porque las consignas propugnaban por una preferencia hacia directrices trumpistas que en un primer momento fueron utilizadas por el gobierno guatemalteco anterior para congraciarse, pero que a final de cuentas se revirtieron, sobre todo en materia de combate de la corrupción.

Ciertamente, la agenda de Harris abarcaba este tema, así como las vías para fomentar inversión y desarrollo que reduzcan la migración irregular hacia el Norte, los cuales no son del todo independientes entre sí. Así lo entendió Mike Pompeo, el anterior secretario de Estado, quien en su último año urgió la confección de una lista de corruptos de la región, a fin de evidenciarlos e imponer sanciones. Tal índice aún se encuentra en proceso de crecimiento y, de hecho, se anunció para las próximas semanas la inclusión de nuevos nombres de guatemaltecos vinculados con manejos turbios, negociaciones ilícitas e insanos tráficos de influencias.

El mismo expresidente Donald Trump firmó en agosto de 2018 la Ley de Autorización de Defensa Nacional, la cual ordenaba la elaboración de esa lista y tuvo un apoyo bicameral, es decir en el Congreso y el Senado de EE. UU., un claro mensaje de que la potencia del norte ha visto vulnerados sus intereses de seguridad por la corrupción en los Estados y el consecuente éxodo.

También es necesario decir que los sistemáticos descuidos estadounidenses hacia Centroamérica le han legado un verdadero laberinto político en la región que a su vez compromete las perspectivas de desarrollo y competitividad: un gobernante ególatra, uno sospechoso de narcotráfico, un dictador setentero y otro en cuyas promesas no se puede confiar configuran el confuso panorama en el cual confluyen también intereses de otras potencias mundiales que otrora estaban distantes físicamente pero en tiempos globales están aquí presentes.

Respecto de Guatemala, sí existe una acción adicional que Estados Unidos podría emprender a la brevedad posible en favor de la lucha contra las redes de saqueo y malversación que han plagado las últimas dos décadas. Esa acción sería detener y deportar de inmediato a todos los exfuncionarios señalados de corrupción, sobre todo los vinculados con el extinto Partido Patriota que buscaron refugio en ese país y que deben enfrentar proceso penal en Guatemala, cuyos nombres están en la nómina de la Interpol. La permanencia despreocupada de tales personajes en suelo americano resulta ser, en la práctica, una simple y llana contradicción.

Por otra parte, el anuncio oficializado por la señora Harris acerca de programas de asistencia económica, de integración de una fuerza de tarea de investigadores anticorrupción y de otra para combatir la trata de personas son el fruto de consensos bipartidarios acelerados, ahora bajo el sello demócrata, pero si aún gobernara Trump también estarían en marcha, quizá con otros discursos, quizá con otros enviados, pero manifestados de forma inequívoca, y esta vez difícilmente habrá ardid diplomático que los desactive.

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